Treinta años de gratitud: decisiones a comienzos del curso 23-24

Hace treinta años llamé por teléfono desde Granada a la casa de mis padres. El teléfono lo atendió mi madre, que salió corriendo justo después de hablar conmigo para encontrarse con mi padre en plena calle, cuando él volvía de sus clases. Según me ha contado mi madre muchas veces, mi padre se sorprendió al ver a mi madre, a esa hora, corriendo a su encuentro; cuando le explicó el motivo de su carrera, hubo risas y alguna que otra lagrima de alegría: su hijo había conseguido una plaza de profesor asociado en la Universidad de Granada.

De aquellos primeros meses en la UGR recuerdo una conversación con uno de mis amigos íntimos de la carrera, mi amigo Che. Salíamos del Departamento de Filología Inglesa, donde yo impartía clases, y me preguntó mi amigo cómo me sentía; yo lo resumí con un sentimiento que aun percibo dentro de mí: sencillamente, no puedo aspirar a nada más importante profesionalmente que ser profesor universitario y, además, ser profesor en la Universidad de Granada. Simplemente no imagino nada más grande que eso.

La universidad es una institución muy poliédrica, con sus luces y sus sombras, y difícil de resumir en pocas palabras, pero para mí la universidad es, sobre todo, un espacio de generosidad. En la Universidad de Granada y en el entorno universitario nacional e internacional, he encontrado a personas de tal brillo intelectual y tanta capacidad de entrega que generan en mí un profundo sentimiento de agradecimiento y de admiración. Me considero profundamente privilegiado por haber tenido la oportunidad de conocerles y de haber aprendido escuchándoles y compartiendo con ellos proyectos, encuentros y conversacoines.

Por otro lado, la Universidad de Granada no solo es una universidad centenaria, líder en investigación en muchas áreas y que intenta prestar el mejor servicio posible a su alumnado y a la comunidad universitaria tanto desde la docencia como desde los demás ámbitos universitarios; para mí la UGR ha sido y es un auténtico espacio de posibilidades donde poder desarrollarme, con el único límite del tiempo y de mis escasas destrezas y capacidades.

Así pues, este curso 2023-2024 se cumplen treinta años que formo parte del claustro de la UGR. Han sido treinta años en los cuales los momentos positivos han superado con creces los ratos negativos, pues mi vida profesional ha estado siempre llena de experiencias maravillosas que he disfrutado plenamente. Me considero una persona afortunada, profundamente afortunada.

Por este motivo, escribo estas líneas para agradecer a todas las personas que me han permitido disfrutar de estos treinta años: a mis primeros compañeros y compañeras en el departamento de Filología Inglesa, donde aun conservo algunos buenos amigos; a todo mi departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la UGR, donde puedo afirmar que tengo amigas y amigos y no solo compañeros, y donde siempre me he sentido querido y respetado; a mi gente de la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta, donde llegué hace ya tantos años que las escuelas de Ceuta están hoy lideradas por antiguos alumnos y alumnas mías que demuestran su profesionalidad cada día; a mis compadres y compañeros de Conecta13, que me permiten crecer y experimentar en el mejor entorno posible y que tanto me han enseñado sobre amistad y nuestra profesión a lo largo de estos últimos diez años; y a todas aquellas personas de la UGR (con la Rectora Pilar Aranda y el Rector Pedro Mercado a su cabeza) y en otras universidades (mis queridas UPO y UC3M, y también la UCA, la UCO, la UMA, la UAL y muchas otras donde siempre me he sentido bien recibido) e instituciones (Ministerio de Educación, consejerías de educación en España y en el extranjero, centros del profesorado, centros educativos e instituciones privadas) que han confiado en mí a lo largo de estos años. Gracias a todos por haberme permitido desarrollarme como persona y como profesional.

Desafortunadamente, uno nunca puede devolver todo lo que ha recibido a lo largo de la vida. Somos pequeños granos de arena en la enorme playa de la sociedad donde habitamos, dentro de un mundo inmenso y variado; nuestra vida y nuestro trabajo son apenas un breve soplo de aire en la historia de la humanidad, nada más.

Sin embargo, para celebrar este treinta aniversario en la Universidad de Granada he tomado dos decisiones que me hacen feliz. Por un lado, dediqué los meses de junio y julio a subir al repositorio institucional de la UGR, DIGIBUG, todas mis publicaciones libres de derechos (fundamentalmente, artículos e informes de investigación) por si son de interés para alguien: puedes acceder a ellas en el enlace de mi perfil en DIGIBUG. [Agradezco desde aquí a mis compañeros de la UGR Mª Ángeles García y Daniel Marín por su apoyo en el proceso de recepción y revisión de mis documentos para su archivo en DIGIBUG.]

Así, están ya disponibles en el repositorio DIGIBUG publicaciones como la Guía LADA Cómo hacer un proyecto, un capítulo reciente sobre «activos de aprendizaje», el libro blanco Tecnología versus/para el aprendizaje de lenguas, el texto «Ceuta como ciudad universitaria: Claves para una estrategia de futuro de la universidad en Ceuta», el artículo «Transformación digital de la administración pública: ¿Qué competencias necesitan los empleados públicos?», el informe «The school year 2020-2021 in Spain during the pandemic», el informe «Panorama de la Educación en España tras la Pandemia de COVID-19: La opinión de la comunidad educativa» o el artículo «Claves de la innovación educativa en España desde la perspectiva de los centros innovadores: una investigación cualitativa», entre otros. Todos juntos representan, al menos parcialmente, mis intereses profesionales a lo largo de estos treinta años, donde siempre he intentado aportar algo desde la honestidad y el compromiso social.

Por otro lado, la vida me ha llevado a tener diversas experiencias de «libros perdidos» cuando sus lectores ya no viven y el papel se vuelve una pesada carga para quienes sobreviven al lector. Por este motivo, he decidido que no quiero que eso le pase a mis libros y prefiero que sean de acceso público antes que algún día solo sirvan para acumular polvo. Pensar que mis libros tendrán una nueva vida, quizás, en manos de otros lectores (sean estudiantes, docentes o investigadores) da sentido al respeto y al cuidado con que siempre los he tratado y también, por qué no decirlo, a la atención que he puesto en adquirir lo mejor de la literatura científica dentro de mi área de conocimiento. Por ello, ahora que estoy plenamente activo y consciente, donaré toda mi colección de didáctica de la lengua a la Biblioteca de la Facultad de Educación, Economía y Tecnología, donde he desarrollado mi carrera profesional y donde tanto he aprendido gracias a la buena labor de mi amiga Lourdes Navarro, Bibliotecaria Jefa del Campus de Ceuta, y de su equipo.

Así pues, mañana comienza para mí un nuevo curso y quiero empezarlo con el verbo «dar» en mi cabeza y en mis labios. Creo que «dar» es un verbo mucho más hermoso que otros como «conseguir» o, por supuesto, «atesorar», así que me hace feliz poder dar lo poco que tengo, agradecido por todo lo que he recibido a lo largo de mi vida en la Universidad de Granada.

¡Feliz curso 2023-2024!

Foto de cabecera: Jac Alexandru en Unsplash

4 Comments

  • Mª Victoria de la Rocha dice:

    Gracias maestro, por tu generosidad. Eres un ejemplo..

  • Mercedes Rodrigo dice:

    Fernando tu gratitud es devuelta por 1.000, las personas que hemos tenido el placer de conocerte valoramos tu profesionalidad, buen hacer, compromiso, sensibilidad, alegría, humildad y que desde el minuto uno de tu presentarte parezca que llevamos toda la vida compartiendo.
    Un fuerte abrazo ??

    • ftsaez dice:

      Gracias, Mercedes, por tu amistad y por tu amable comentario. Espero que podamos seguir compartiendo y aprendiendo el uno del otro por muchos años! Un fuerte abrazo

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