Los retos de la educación digital hoy / The challenge of digital education nowadays
Es curioso como la palabra «reto» aparece repetidamente en los títulos de ponencias que me han propuesto recientemente. En 2016 me ofrecieron presentar la ponencia “Aprendizaje Digital: retos y oportunidades”dentro del encuentro de Eskola Digital; este mismo 2018 me encargaron de nuevo una ponencia sobre los retos del aprendizaje digital en Eskola Digital y poco después ofrecí en el Congreso INEDUCA la ponencia titulada «Centros educativos digitalmente competentes: los retos de la tecnología educativa», ambas recogidas en una entrada también en este blog. Tres ponencias distintas y los mismos términos elegidos por la organización: los retos de la Educación Digital.
Precisamente movido por esta reiteración de la palabra «reto» he intentado en una nueva ponencia, esta vez en Bruselas y en el marco de la presentación del Plan de Acción de Educación Digital de la Comisión Europea, aclararme a mí mismo (aunque con oyentes, eso sí) cuáles eran realmente esos retos por los cuales me preguntan con tanta insistencia.
La primera idea es que ésta parece ser una preocupación ampliamente compartida o un lugar común que se repite por defecto: en una sencilla búsqueda en la base de datos de revistas electrónicas ProQuest me surgieron 33.465 artículos de revistas científicas en cuyos títulos o resúmenes aparecían estas tres palabras: «challenges», «digital» y «education». ¡Y eso solo entre 2015 y 2018! Además, tras revisar muchos de estos artículos (no, los 33.465 no los he leído), la segunda idea es que esta misma sensación de reto en relación con la tecnología digital la experimentan muchos otros campos: las Humanidades, la Igualdad, el Emprendimiento, la Salud, la Fotografía e incluso la Teología, pues también hay lecturas sobre Teología Digital, por supuesto.
En realidad, como defiende con frecuencia mi admirado Antonio Rodríguez de las Heras, el problema es que, por un lado, no acabamos de entender el mundo digital y, por otro lado, percibimos su importancia y queremos disfrutar de sus supuestos beneficios. Esta presión es, en Educación, no solo bien evidente sino que desde muchos ámbitos (más o menos comercialmente interesados) se encargan de recordárnoslo: debemos trabajar con Tecnología. Y la respuesta de la escuela es, normalmente, más parecida a un SOS que a una negativa: sí, queremos usarla pero el problema es que en muchas ocasiones no podemos.
Por ello, para aclararme a mí mismo en relación con los retos de la educación digital, intenté dibujar un círculo con seis conceptos interrelacionados, los cuales me generaban más preguntas que respuestas; a pesar de todo te ofrezco aquí estos seis retos por si tú puedes encontrarles sentido.
El reto de la ciudadanía digital
Ciudadanía digital es una de las expresiones claves en el entorno europeo y europeísta. Pero en este entorno se ha definido la ciudadanía (como la «competencia») desde la perspectiva del individuo/sujeto/ciudadano pero no se ha prestado la misma atención al factor colectivo que subyace en ciudadanía y competencia, olvidando por ello cuestiones como la responsabilidad social de todos los agentes (especialmente empresas y entidades gubernamentales) o la necesidad de ejercer el pensamiento crítico como punto de partida en el entorno digital. Sin esta visión social y colectiva, en la mayoría de las ocasiones acabamos culpabilizando al individuo de sus propias desgracias o cargándole con la responsabilidad de su falta de competencia, cuando en realidad puede que la «culpa» o las posibilidades de aprendizaje no le pertenezcan o estén fuera de su alcance.
El reto del entorno (de aprendizaje) digital
En nuestro país el trabajo de Jordi Adell, Linda Castañeda o David Álvarez, entre otros, nos ha permitido comprender la importancia del entorno personal de aprendizaje, especialmente en relación con el aprendizaje vinculado con la tecnología. En este sentido, la taxonomía de elementos a considerar en el «entorno» era necesaria para comprender de qué estábamos hablando (infraestructuras, herramientas, agentes, nodos, etc.) pero también necesitamos una visión ecológica de este entorno. Esta necesidad es especialmente visible en el ejercicio de la política, siempre fragmentada por la dificultad de coordinación entre unidades, departamentos, servicios, direcciones generales, consejerías y ministerios que no responden ni a una visión, ni a una misión ni a unos valores compartidos (por usar la triada clásica del mundo empresarial que tanto gusta a mucho economista-gestor). Sin embargo, solo desde una mirada ecológica que contemple no solo los elementos del campo sino sus interacciones posibles podremos aspirar a la transformación digital, educativa y social.
El reto del aprendizaje digital
La visión de la tecnología como herramienta neutral, si alguna vez ha existido, la rompió definitivamente Facebook cuando admitió que los datos de muchos de sus usuarios habían sido utilizados para la manipulación política: la época de la inocencia (o de la ignorancia voluntaria) ha acabado. Por eso es importante distinguir entre cuatro tipos de aprendizajes vinculados con la palabra tecnología:
- Aprender con tecnología, siempre que esta nos ayude a afrontar problemas que generen aprendizaje, que representen una experiencia enriquecedora y que no puedan ser resueltos por otra vía;
- Aprender sobre tecnología, no tanto porque necesitemos muchos programadores o programadoras (que quizás también, pero entonces la empresa también estaría formándolos sin dudarlo) sino porque necesitamos entender la tecnología y comprender, por ejemplo, por dónde circulan nuestros datos o quién puede verlos para poder así ser dueños de nuestra propia identidad;
- Aprender por encima y por detrás de la tecnología, analizando cómo el poder económico y político controla nuestra identidad o nuestra imagen a través de nuestra propia utilización de la tecnología, que no deja de ser con frecuencia un mecanismo de control escondido detrás de una superficie brillante; y, finalmente,
- Aprender sin tecnología, porque la pasión por el dispositivo no puede hacernos olvidar que nuestro dispositivo fundamental de relación con el medio es nuestro cuerpo, con frecuencia olvidado como consecuencia de que hayan querido que borremos la Música, el Arte o la Educación Física del currículo en detrimento de otras capacidades del ser humano: el cuerpo, en esencia, debe ser recuperado como vía fundamental de aprendizaje y desarrollo.
El reto de la escuela digital
Puede parecer que el reto de la escuela digital es garantizar el aprendizaje y la integración de la tecnología. Sin embargo, en la Escuela el aprendizaje está garantizado; es decir, todo niño o niña escolarizado aprende, aunque no tenemos tan claro quién aprende qué, cuándo, cómo o, por supuesto, en qué medida o con qué «profundidad». Por ello, el reto de la escuela digital no es simplemente «aprender» o la integración de las TIC en el currículum sino garantizar el éxito de todo el alumnado en un contexto realmente inclusivo y abierto, para lo cual las TIC pueden sernos útiles.
Para ello, claro, tienen que darse unas condiciones de enseñanza y aprendizaje determinadas, que son bien descritas tanto en el Marco Europeo para Organizaciones Digitalmente Competentes como en la herramienta de auto-reflexión SELFIE. En mi opinión, después de haber visitado muchos centros educativos a lo largo de mi vida profesional, creo que no en todos ellos se daban las condiciones para el éxito-para-todos-a-través-de-la-tecnología. Sí, es necesario invertir tanto en profesorado y personal como en equipamientos y espacios, además de cuestiones más sutiles como el liderazgo y la gobernanza de los centros, entre otras.
El reto del docente
Además, para dar cumplimiento al reto anterior el profesorado es, obviamente, una pieza fundamental. Lo que ocurre es que estoy cansado de las voces y las miradas que señalan al profesorado y nos recuerdan que necesita más formación o que es necesario reciclarlo o cualquier otra expresión sinónima de «renacimiento»: en mi opinión, el equilibrio entre criticar al profesorado y alabarlo está roto y la mayoría de los discursos (incluso los aparentemente positivos de muchos «premios» y «concursos» pero que en el fondo resultan selectivos y competitivos) en realidad están denostando a un profesorado que ha hecho muchos esfuerzos por aprender y desarrollarse profesionalmente a pesar de la escasez de recursos y el empeoramiento de las condiciones de enseñanza, especialmente en los últimos años.
En este sentido, es necesario entregar a los docentes los mejores recursos posibles si les vamos a exigir después buenos resultados pero esos recursos deben ir acompañados de un profundo respeto por la complejidad de su tarea así como de todas las medidas necesarias para que recuperen su auto-confianza, perdida en estos momentos. En mi opinión, apoyar a los movimientos de base y las redes que están surgiendo por la agrupación de docentes «en el territorio», garantizando la difusión de sus prácticas y favoreciendo el intercambio de ideas y la reflexión crítica son, como sabemos desde hace muchos años, las medidas más acertadas para la mejora sostenible del sistema educativo.
El reto del estudiante
Y, finalmente, llegamos al estudiante pero ¿no es el «final» un concepto engañoso en un círculo? En realidad, el estudiante es el ciudadano digital del cual hablábamos antes, no es una «entidad distinta»: nuestra tarea consiste en trabajar con nuestros jóvenes ciudadanos su capacidad de agencia y su percepción de que el aprendizaje les pertenece (y no es una mera imposición de la estructura) y les permite encontrar sentido a la realidad.
¿Sabemos cómo hacerlo? Pienso que sí, pero no estoy tan seguro de que estas sencillas ideas estén todavía bien perfiladas en nuestra cultura o que tengamos las condiciones de aprendizaje y enseñanza para poder ponerlas en funcionamiento: altas expectativas, flexibilidad y variedad metodológicas, apuesta por las metodologías activas, evaluación trans-formativa, búsqueda de la autonomía del aprendiz y respeto y valoración de la diversidad son claves que llevamos repitiendo demasiados años para que todavía las consideremos una utopía.
En definitiva, ¿puede la tecnología ayudarnos a dar una respuesta adecuada a estos retos? ¿Tenemos algún plan de actuación para enfrentarnos a ellos? ¿Somos capaces de hacer política educativa desde lo global hacia lo local y viceversa? ¿Podemos dotar a conceptos que tuvieron un origen individualista de sentido y responsabilidad social? ¿Nos atrevemos ver a nuestros estudiantes como ciudadanos (analógicos y digitales)? ¿Nos ganamos los docentes el respeto no solo apostando por las pedagogías y las metodologías más adecuadas en el contexto de aprendizaje sino también reclamando con contundencia y persistencia las mejores condiciones posibles de aprendizaje y enseñanza? ¿Cree realmente la sociedad en la Educación como factor de empoderamiento y liberación en el siglo XXI? ¿No cae en la contradicción cuando nos urge a usar la tecnología al mismo tiempo que no nos dota de le medios y los contextos adecuados?
En fin, ya os lo dije, más preguntas que respuestas…
Aquí os dejo también la presentación que usé durante la ponencia y que recoge visual y brevemente las ideas que he expuesto anteriormente:
Fotografía de Paul Frenzel en Unsplash
La educación superior hoy, debe estar a tono con los retos tecnológicos del siglo XXI. La universidad cubana hoy no quiere quedarse detrás de estos retos.