Año 2020: Educación frente al coronavirus

31 de diciembre de 2019: ¿lo recuerdas? Comimos nuestras uvas, nos besamos y nos abrazamos. Todos estábamos convencidos de que un año con un nombre tan redondo, 2020, sería un buen año. Nadie pensó, a pesar de que China ya temblaba por el COVID-19, que en marzo estaríamos todos confinados, los hospitales temblando, la economía en suspenso y una inquietante sensación de miedo instalada dentro de nosotros cuando pensamos en nuestro futuro inmediato.

Con el confinamiento llegó la orden de cerrar todas las instituciones educativas. Colegios, institutos y facultades quedaron clausurados con el tiempo apenas de recoger algunas cosas y despedirnos mínimamente de nuestros estudiantes sin saber cuándo volveríamos a verlos. Poco tiempo, demasiado poco, para preparar el mayor experimento educativo que ha vivido nunca nuestro país, y posiblemente toda la Humanidad.

La transición de la educación presencial a la educación a distancia ha ocurrido sin manual de instrucciones. Aunque llevamos años hablando de Educación Digital, siempre habíamos pensado que nos referíamos a una educación presencial con el apoyo de recursos digitales: nunca pudimos pensar que la Educación Digital sería, al menos por un tiempo, la única educación posible.

Sin embargo, así ha sido. El profesorado de todo el país se ha visto obligado a repensar – individualmente y con sus centros – cómo digitalizar su enseñanza, cómo generar oportunidades de aprendizaje para su alumnado y cómo hacerlas llegar (y hacerlas posible) a todo su alumnado, incluido aquel que vive en una situación desfavorecida y que se puede ver gravemente afectado por este confinamiento. Ayer mismo una maestra gaditana – perdonadme si no digo su nombre – me escribía emocionada contándome cómo está intentando continuar su docencia con el móvil y el WhatsApp como únicas herramientas posibles. Como ella me decía, «el WhatsApp es lo que está salvando a mis alumnos».

Obviamente, mucho se podría escribir sobre esta situación. Se podría analizar cómo puede ser que un país como el nuestro, con muchos millones de euros invertidos en Educación Digital, haya podido sentirse tan desnudo al tener que realizar esta forzada transición. Podríamos hablar de los errores que hemos cometido todos (la Administración, los formadores de docentes, los propios docentes e incluso las familias) pero no es este el sentido de esta entrada, aunque algún día tendrá que llegar el momento de sentarnos a pensar en nuestros errores y cómo subsanarlos de la mejor manera posible.

El objetivo de esta entrada es, simplemente, mandar un mensaje de calma en estos momentos de incertidumbre. A pesar del desconcierto inicial, hay mucha experiencia acumulada en el ámbito de la enseñanza on-line y muchas compañeras y compañeros, en la escuela y en la universidad, que saben qué se puede hacer y cómo hacerlo. Os animo a leerles y a estar en contacto con ellos a través de las redes sociales o por correo electrónico: su generosidad nuca os fallará.

Recomiendo, por ejemplo, revisar la publicación de Manuel Area y Jordi Adell titulada «e-Learning: enseñar y aprender en espacios virtuales«, donde se recogen algunas claves fundamentales del e-learning plenamente útiles en estos momentos. Manuel y Jordi, además, son dos pioneros de la Educación Digital que están plenamente activos en sus redes sociales para iluminarnos con su magisterio y su experiencia.

Mi amiga Linda Castañeda es una de las especialistas más interesantes en e-learning y educación tecnológica de nuestro país. Recientemente ha publicado un artículo en El Diario de la Educación que señala algunas «actuaciones» mínimas para este tiempo de aprendizaje confinado y en su blog, Mushware educativo, puedes encontrar muchas ideas y sugerencias válidas, además de poder comunicarte con ella a través de las redes sociales.

Hace mucho tiempo que aprendo junto a David Álvarez. Su conocimiento y su sentido común se complementan con un gran corazón y una impresionante capacidad de trabajo desde el Taller de Ideas de Conecta13, en Granada. David publicó en su blog un artículo imprescindible, «COVID-19, Educación Digital y el Futuro que se anticipa«, que creo que puede ser interesante que leamos. Aprovecho también estas líneas para enlazar el canal en Telegram de Conecta13, donde cada día estamos subiendo recursos e ideas para este nuevo contexto.

Estos días Aníbal de la Torre ha tenido que bajarse de su bicicleta y gracias a eso hemos recuperado a uno de los blogueros educativos más importantes de nuestro país. En su bitácora puedes encontrar no solo ideas para estos días de encierro sino también valiosas reflexiones acumuladas por Aníbal desde hace más de quince años de trabajo en torno a la educación digital.

A este listado podríamos añadir muchos otros compañeros y compañeras (Manuel Jesús, Gloria, etc.) que están usando sus blogs para compartir ideas, materiales y, sobre todo, esperanza. Mi consejo es sencillo: busca su compañía en redes sociales porque nadie mejor que ellos pueden ayudarte a entender qué está pasando y cómo podemos realizar nuestro trabajo en estas circunstancias.


Nota del 27 de marzo: Algunas compañeras y compañeros me han enviado los enlaces de los textos estos días que están escribiendo, todos ellos llenos de buenas ideas y, sobre todo, mucho ánimo. Os dejo aquí este valioso material:


Así pues, hay mucho conocimiento común en relación con la educación on-line y la educación digital. Necesitamos ahora ajustar ese conocimiento a la nueva circunstancia teniendo siempre presente a nuestro alumnado y sus necesidades, así como a las familias y sus posibilidades.

Por mi parte, tengo muchas más preguntas que certezas, por supuesto. Me pregunto, por ejemplo, si no ha llegado el momento de que los centros hagan uso efectivo de su autonomía y sean los profesionales quienes «poden el currículo» de tal forma que docentes y estudiantes se puedan concentrar en las «ideas clave» de cada materia, distinguiendo entre lo fundamental y lo secundario en el currículo. Por supuesto, para ello las Consejerías y la Inspección tendrían que estar concentradas en dictar instrucciones útiles que posibiliten esta «poda del currículo» y en ayudar a su profesorado en estos momentos para que el ajuste sea sensato y coherente – y no en otras tareas más burocráticas o de rendición de cuentas que en ese momento son secundarias.

También me pregunto si en estas circunstancias podremos mantener una «secuencia de aprendizaje» efectiva. Por ejemplo, en nuestras clases presenciales realizamos constantemente una actividad de regulación mediante el contacto visual y el feedback informal (preguntas como «¿Me explico?» y demás) para saber si nuestros estudiantes nos están entendiendo y si siguen con nosotros de manera activa. Esto, obviamente, no es posible en un contexto de educación a distancia pero sí podemos fragmentar la tarea que les propongamos en distintas actividades y asumir que la resolución de estas actividades (auto-evaluadas, co-evaluadas o evaluadas por nosotros) nos da pistas para saber si los estudiantes están comprendiendo los conceptos fundamentales y sabiendo usarlos en los contextos adecuados.

En un plano más general, me pregunto si somos conscientes de que todas las señales (incluidas las recientes declaraciones de Isabel Celaá, ministra de Educación) nos indican que volveremos a clase casi para acabar el curso y, mientras tanto, tenemos que ir recogiendo evidencias para la evaluación. Ya no podemos confiar en el examen escrito al final del trimestre, si es que esto ha sido posible en algún momento, y tenemos que diseñar tareas que incluyan «productos parciales» y un «producto final» que pueda ser evaluado. En ese mismo sentido, tendremos que diseñar unos criterios de evaluación claros y transparentes (quizás en forma de rúbrica de entrada única) para darlos a conocer a los estudiantes y sus familias.

Obviamente, el gran problema en esta situación es cómo mantener la equidad en educación dentro de un país y un sistema socio-económico fundamentalmente desiguales. Por un lado, es necesario aportar los instrumentos para que las familias y los estudiantes puedan conectarse a sus docentes; por otro lado, habrá que crear los andamios que sean necesarios para permitir el aprendizaje de todos los estudiantes pero especialmente de aquellos en situaciones más desfavorecidas.

Para ello es fundamental la asociación de los ayuntamientos con los centros educativos y los docentes. Los docentes, y especialmente los tutores y tutoras, pueden conocer qué estudiantes sí están conectados y cuáles son las razones para que algunos estudiantes no lo estén. Si las razones son económicas, los centros educativos y los ayuntamientos (con la ayuda de mancomunidades, diputaciones, consejerías y el gobierno central) deben buscar mecanismos para solucionar los dos problemas señalados anteriormente, conexión y andamiajes; si la desconexión se debe a otros motivos, debemos analizarlos para buscarles solución en el menor tiempo posible.

En este sentido, algunos ayuntamientos y centros educativos, como el Ayuntamiento de Labastida y el CEIP Labastida, están ya trabajando para que el Ayuntamiento proporcione conectividad, por ejemplo a través de tarjetas SIM, y el centro proporcione el préstamo de dispositivos. En esta líneas tienen que surgir en los próximos días muchas más actuaciones pues es en la cercanía de lo local donde se tienen que resolver los problemas de las familias, aunque sean varias las administraciones que pongan en movimiento sus recursos para esta contingencia.

En definitiva, vivimos un tiempo de excepcionalidad pero es precisamente en esas ocasiones cuando tenemos que movilizar lo mejor de cada uno. Tenemos en nuestro país muchos docentes valiosos con gran experiencia en educación digital; tenemos investigadores que han dedicado su vida a analizar las claves del e-learning y la educación tecnológica; tenemos en las consejerías y las universidades diversas unidades de educación digital, además de universidades en línea; tenemos muchas experiencias, institucionales y colectivas, de las cuales aprender (CEDEC, Proyecto CREA, Materiales del INTEF, etc.); tenemos, además, una ciudadanía que ha entendido que la vida digital no es un añadido a la «vida analógica» sino que es un elemento central de nuestra única vida, una vida que hoy transcurre confinada pero que pronto volverá a las calles, a las escuelas y a los centros de trabajo.

Hoy nos corresponde trabajar y enseñar confinados para que cuando salgamos podamos decir que el virus nos hizo enfermar pero no nos derrotó y que la esencia de nuestra dignidad, que está ligada al aprendizaje y la cultura, sigue intacta. No es el momento de parar la educación, es el momento de hacer realidad la educación digital, incluso a pesar de las dificultades y los problemas. No hay otra alternativa.


En los últimos días he publicado en diversos medios algunos artículos que enlazo aquí por si fueran de utilidad para alguien:

Fotografía de cabecera: Jude Beck en Unsplash

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