Sobre tecnología, docencia y grandes corporaciones

La editorial Graó acaba de publicar el dosier Nuevos escenarios, nuevos aprendizajes. Coordinado por Juli Palou, Montserrat Fons y Jaume Celas, este dosier es una lectura interesante y provocadora organizada en torno a tres bloques, «¿Hablamos de aula, todavía?», «Nuevos escenarios e inclusión» y «Aprender en nuevos escenarios», junto con una selección de prácticas en contexto. En conjunto, el dosier dibuja un panorama educativo de tensión, sí, pero también de creatividad e innovación: vivimos un momento de transición entre una escuela monolítica y transmisiva que se resiste a desaparecer y una escuela diversa y que crece en muchas direcciones entre pasiones e incertidumbres.

En este dosier he tenido la suerte de poder contribuir con una breve reflexión sobre la relación entre la tecnología y la educación. Sin más preámbulo, aquí te dejo el texto por si te apetece comentarlo:

Empecemos con un reto en forma de adivinanza: ¿sabrías decir la fecha aproximada del siguiente texto? Para mantener el secreto me saltaré las normas convencionales de citación y sólo al final te contaré quién y cuándo pronunció estas palabras (1):

 

Cada profesión tiene, señores, sus fetichismos; y el material de enseñanza constituye el fetiche de primera magnitud para el cuerpo docente. Casi todos los profesores y maestros nos quejamos de la falta de material y casi ninguno dejamos de achacar a esa falta el éxito dudoso de nuestras tareas….

 

¿Sabrías fecharlo? No te preocupes, no te entretengo más: este texto forma parte de una conferencia pronunciada por Manuel Bartolomé Cossío en Bilbao con motivo de la Exposición Pedagógica que allí se celebró ¡en agosto de 1905! Sin embargo, su modernidad – como ocurre con buena parte de la obra surgida del entorno de la Institución Libre de Enseñanza – nos interroga hoy, precisamente, sobre el uso y la presencia de la tecnología en nuestras aulas.

 

¿Está siendo la tecnología un apoyo para el aprendizaje y la enseñanza o se encuentra aun dentro de la categoría de fetiche pedagógico? Esta es, sin duda, una de las preguntas más inquietantes y acuciantes de la investigación educativa actual porque la presencia de la tecnología en el aula no decrecerá en los próximos años sino que, muy al contrario, veremos cómo la Pedagogía de las Corporaciones Tecnológicas desplaza a muchos otros planteamientos educativos con la fuerza de su capital y su capacidad de difusión.

 

Y ante este futuro con tendencia a la distopía, ¿cuál es la situación en los centros educativo? Pues bien, por un lado, demasiadas administraciones (y también muchos centros y docentes) han caído en las garras del consumo tecnológico sin tener claro cuál es la función y el papel de la tecnología; sin embargo, por otro lado, muchos docentes y muchos centros han utilizado la tecnología como punto de apoyo para la reflexión y la revisión de su proyecto educativo. Solo los segundos tienen, en mi opinión, control real (aunque siempre limitado) de la situación y del papel de la tecnología en el aprendizaje. En todo caso, la voz de Cossío nos da la clave para el futuro: primero, el estudiante y el docente; después, las máquinas. Es decir, primero, para qué y cómo aprender y enseñar; después, con qué aprender y enseñar.

 

La tecnología abre oportunidades fascinantes en todos los ámbitos, también en Educación. Proporciona herramientas útiles para gestionar el aprendizaje y la enseñanza, aumentando nuestra eficacia en relación con ambas tareas. Multiplica nuestra capacidad para aprender haciendo, como el propio Cossío defendía a principios del siglo XX, y para difundir los resultados de nuestro aprendizaje. Eleva exponencialmente las posibilidades de entrar en contacto con otras realidades y personas más allá de nuestro siempre limitado entorno geográfico. Sin embargo, acercarnos a la tecnología sin una mirada crítica hacia el propio objeto, sus creadores y nuestras propias prácticas y usos supone caer, efectivamente, en la Red, y no me refiero a Internet precisamente: una enorme araña negra ha descubierto en la Educación un enorme mercado sediento de fetiches y dispuesto a pagar por ellos, así que, tecnología sí, pero con cabeza y corazón.


(1) Manuel B. Cossío. 1906. El maestro, la escuela y el material de enseñanza. Madrid: Museo Pedagógico Nacional. Dicho sea de paso, el texto continúa así: “(Sin embargo) comprenderéis que no es lo urgente comprar aparatos para nuestras escuelas, sino poner a todos nuestros maestros en situación de manejarlos, con una educación sobria, pero verdadera, práctica, realista… Si el instrumento se adquiere precipitadamente, quiero decir, sin dar antes al obrero condiciones – y son muchas las que necesita – para poder utilizarlo con fruto, sucederá por necesidad lo que todos sabéis que viene ocurriendo. O el instrumento se descompone a la primera ocasión (…) o inmaculado seguirá reluciendo, como mero objeto de adorno, en la vitrina. El material es necesario; pero hay que preparar el terreno para que fructifique, hay que atender al obrero antes que a la máquina.”

Imagen de cabecera: mickyso en Shutterstock

 

3 Comments

  • ¡Muy interesante Fernando! Gracias por actualizarnos un poquito. La referencia de Cossío me parece demoledora y muy bien avenida, más de cien años después. Por y ésta y otras mas o menos ‘modernas’ como la de Jewett y Mullan (1972), que recomiendan un cambio en los programas de formación inicial del profesorado para adaptarlos a una nueva era educativa, a veces pienso que vivimos ya no sólo en el día, si no en el periodo de la marmota continua. Y si bien soy de los optimistas y considero que estamos avanzando con paso firme en muchos procesos pedagógicos, a veces parece que en otros como este, corremos y corremos, y nos movemos poco o nada del sitio en el que estamos. Lo definiría como la ‘metáfora del tapiz docente’. ¿Tú crees que dentro de otros tantos lustros, vendrá alguna otra persona del gremio a recordarnos que pedagogía va antes que tecnología, y que no hay tecnología que por si sola valga? (al menos cuando se le pretende un objetivo educativo). Si así fuere, creo nos lo habríamos de mirar muy seriamente… (reflexiones desde un aeropuerto europeo). Un abrazo, Antonio.

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