TEDxNervionRiver revisited

El pasado día 15 de mayo de 2015 participé en el evento TEDxNervionRiver celebrado en Bilbao y dedicado a la Serendipia. Recientemente la organización del evento ha subido el vídeo a su canal oficial y me he animado a revisitar mi propia entrada para añadir el testimonio videográfico al texto de la ponencia. Aquí os lo dejo: espero que os guste.

Pues sí, yo soy Trujillo. Han oído bien: Trujillo.

Es decir, yo me sentaba detrás de Terencio y Triviño, y justo antes de Úbeda y Uribarri. Éramos el final de la lista y cuando el profesor llegaba hasta nosotros, nos nombraba como quien realiza un gran esfuerzo, bajando el tono: Terencio, Triviño, Trujillo, Úbeda, Uribarri. Pausa dramática. Esos eran los límites de mi universo conocido.

Al otro lado de la lista estaban los Martínez y Mendoza, y a los Pérez les pasaba como a Guadalajara, que todo el mundo sabe que está en el centro pero nadie sabe ubicarla exactamente.

Aún más lejos, en la otra clase, se hablaba de apellidos luminosos como Ariza o Benavente, pero yo nunca pude confirmar esta leyenda urbana. Los niños de la clase B nunca nos juntábamos con los de la clase A, como tampoco hacíamos trabajos en pareja o en grupos ni proyectos ni aprendizaje por descubrimiento, en fin, ninguna de estas cosas modernas que ahora se estilan. En aquella época incluso teníamos Pretecnología, que a veces me pregunto yo como pudo alguien en el Ministerio imaginar, cuando se hizo el currículo, que después de la Pretecnología de los 80 llegaría la Tecnología de los 90.

En fin, este es mi background. Y ustedes me invitan a mí a hablar de serendipia en la escuela. ¿En la escuela? ¡Pero si gracias al Bingo y al Rummy en cualquier Hogar del Pensionista tiene más valor al azar que la escuela!

Cuando uno entra en la escuela aprende que todo tiene que estar cuadrado: objetivos que conducen a secuencias de actividades que se analizan con criterios de evaluación que se concretan en estándares de aprendizaje.

Y en el aula, todo está claro como el agua del Nervión antes de las reformas: entra el docente en clase, se abren los libros de texto, se revisan los deberes, se explica la página siguiente, se subrayan los cuadros-resumen y se marcan nuevos deberes justo antes de salir para la siguiente clase, dejando atrás a los estudiantes fascinados por nuestra capacidad pedagógica.

Y todo ello para, para… acabar teniendo actualmente por encima del 20% de abandono escolar. Uno de cada cinco jóvenes deja los estudios sin el título de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria. Es decir, la orgía del control del acto educativo ha culminado con un gatillazo en toda regla.

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Teníamos un plan, una estrategia, una tropa bien entrenada, unos estudiantes entregados, una familia concienciada y la administración… pero si incluso estrenamos ley educativa con más frecuencia que cambiamos de coche.

¿Qué ha podido salir mal? Os diré qué he descubierto como resultado de mis investigaciones: una buena parte de la culpa es de Don Leocadio y la Srta. Paqui.

Don Leocadio y la Srta. Paqui fueron nuestros maestros en los años setenta (me refiero a los setenta para que lo entendáis aquellos de vosotros que ahora hayáis comprado el libro ese de la EGB, pero Don Leocadio y la Srta. Paqui hicieron las oposiciones en el Ministerio del Tiempo ¡y aparecen en cualquier momento y lugar de manera inesperada!).

En los 70 Don Leocadio y la Srta. Paqui eran unos innovadores: su cartillita, sus dictados, sus cuentas infinitas, sus copiados, los ríos de España, las capitales de Europa, América, Asia, África y Oceanía. Pero, desde entonces, Don Leocadio y la Srta. Paqui se han convertido en unos espíritus que vagan por los pasillos de nuestras escuelas e institutos, apoderándose del cuerpo de muchos docentes en plan «Posesión Infernal” en cuanto sube la ansiedad, cunde el desánimo o se equivocan las administraciones educativas, lo cual ocurre con cierta frecuencia… Me refiero a la ansiedad, claro.

El problema es que una vez que el espíritu de Don Leocadio o la Srta. Paqui se te mete dentro ya comprendes hasta la lógica perversa de las Cartillas Rubio. Si estás poseído, te encuentras como en casa en la «escuela industrial». Sí, es frecuente oír que la escuela que tenemos es todavía una escuela del siglo XIX, una escuela industrial, que mata la creatividad (oye, qué buena es esta frase para una conferencia TED: ¿mata la escuela la creatividad? Genial…). Pues bien, yo no me lo creo: ¡las industrias del XIX seguro que estaban menos organizadas y estandarizadas que nuestras escuelas!

Las estrategias de Don Leocadio y la señorita Paqui, que no son más que una metáfora de una cultura educativa trasnochada y muerta ya no nos sirven: están superadas y conducen al fracaso. Perdemos al alumnado, no convencemos a la sociedad y los propios docentes intuimos que el sentido de nuestra vida no puede ser llegar vivos al último tema del libro de texto justo antes de la Fiesta de Fin de Curso.

Por otro lado, ¿cuál era la oposición mediática de Don Leocadio y la señorita Paqui en los setenta y ochenta? ¡Eran la Gallina Caponata o Espinete, dos muñecos gigantes rellenos de persona! Nuestra principal distracción mediática era una televisión que solo tenía un par de cadenas y el mando a distancia eras tú cuando tu padre te decía: «Niño, levántate y cambia de canal.»

Hoy, sin embargo, muchos niños juegan a construir multiversos en Minecraft antes de coger su mochila y combaten batallas épicas para salvar el mundo mientras van camino de sus escuelas. El subidón cognitivo que experimentan mientras juegan con sus videojuegos es inversamente proporcional al bajonazo que debe darles entrar en una clase donde imperan la estandarización y estrategias educativas prescritas: quiero decir pre-escritas, es decir, creadas y caducas antes de que ellos nacieran.

Porque, además de no ser estrategias educativas eficaces, las estrategias de Don Leocadio y la Srta. Paqui no nos sirven porque nuestros estudiantes son conscientes del final de los dos mitos que las sustentaban: por un lado, «el maestro lo sabe todo»; por otro lado, «hijo, ve a la escuela, que allí te enseñan todo lo que hay que saber para la vida».

Pues va a ser que no. Hoy el conocimiento es el resultado de la participación en la red, que es donde está la información. Solo formando parte de la red, siendo nodos conectados, tenemos acceso a la información que nos permite generar conocimiento.

Y este conocimiento conectado nos permite intentar comprender y actuar en una realidad profundamente compleja, cambiante, escurridiza. Sin embargo, hemos querido que el currículo sea un espejo de la realidad y por eso hemos seguido expandiéndolo y engordándolo. Pero resulta que el currículo no puede nunca abarcar toda la realidad. El currículo hoy es un espejo roto, fragmentado y que corta por muchos lados. Y nuestros estudiantes, y nosotros, somos conscientes de ello.

Solo cabe una posibilidad: prepararnos para la incertidumbre. Desarrollar competencias que nos permitan localizar información de calidad y compañeros para la aventura del aprendizaje. Aprender a filtrar la información, leerla críticamente, compartirla. Saber enfrentarnos a preguntas, encontrar respuestas y generar nuevas preguntas. Y transferir lo aprendido a situaciones novedosas, y reflexionar sobre la experiencia vivida. Eso es hoy aprender.

Ustedes pueden creer que he cambiado de tema o que me he confundido con TEDxCienciaFicciónEducativa, pero les aseguro que no. Hoy en nuestras escuelas hay decenas de docentes que crean en sus aulas espacios de aprendizaje como estos. Es decir, espacios de búsqueda y de diálogo entre todos los habitantes del aula y de conexión con otros nodos más allá.

Esos son los docentes sobre los cuales yo he venido hoy a hablar porque esa es la profesion que yo amo: mi padre era maestro, mi mujer es maestra, yo soy maestro. Así pues, hablemos de la serendipia y de cómo los buenos docentes crean espacios de aprendizaje por descubrimiento que favorecen la serendipia

Para empezar, imagino que ya conoceréis la historia de Arquímedes o la de los post-its como ejemplos de serendipia. ¿Qué tienen realmente en común ambas historias?¿El nudo?¿El desenlace? No, en realidad ambas historias tienen en común que surgen a partir de un reto.

Y eso es precisamente lo que proponen los buenos docentes a sus estudiantes: retos. El reto puede ser construir una cámara de fotos con una caja de zapatos, lanzar un cohete al espacio o grabar un documental sobre la posidonia. Lo importante es que los estudiantes lo sientan como un auténtico reto, algo a lo cual merece la pena dedicarle tiempo y atención.

A partir del reto comienza un auténtico viaje en el cual los estudiantes deben localizar información, comentarla, organizarla, darle sentido, buscar respuestas o plantearse nuevas preguntas. Aquí es donde creamos un espacio de descubrimiento más o menos serendípico (no sabía si sería capaz de decir esta palabra de corrido; ahora el siguiente reto que me he anotado es la palabra archipelágico).

En realidad, en mi opinión la clave no es tanto el nivel de control que mantengamos sobre el proyecto sino el porcentaje de diálogo que permitamos. Ahí es donde están tanto el descubrimiento como el auténtico aprendizaje. Qué le vamos a hacer, cientos de años de Ciencias de la Educación nos han llevado a concluir que los estudiantes aprenden mejor simplemente hablando entre ellos para resolver problemas que escuchándonos a nosotros, los docentes, contarles cómo se resuelven los problemas.

Claro que esto abre otro tema de debate: ¿qué será más enriquecedor para el aprendizaje, un agrupamiento de estudiantes homogéneo o uno heterogéneo? Aquí recurriremos a las Ciencias Sociales y en concreto a la Teoría de Redes. Esta nos dice que puede haber lazos fuertes y lazos débiles. Por ejemplo, el lazo que te une con tu pareja es un lazo fuerte. El lazo que te une con una persona que acabas de conocer es débil. Si lo contemplamos ahora junto con la Teoría de la Información, los lazos fuertes son poco informativos mientras que los lazos débiles suelen ser más informativos por la simple razón de que el vacío de la información entre ambas personas, que es el motor de la comunicación, es mayor. Por ello, como se suele decir, en la variedad está el gusto así que una manera de fomentar el descubrimiento y la serendipia en la escuela es alternar grupos cooperativos heterogéneos con distintos formatos a lo largo del año escolar.

En todo caso, estos grupos heterogéneos tienen que salir de su zona de confort. En primer lugar, salir de la zona de confort implica salir de clase, arriesgarnos a ver otras realidades distintas a las nuestras o a la que nos muestran los libros de texto. En segundo lugar, salir de la zona de confort significa ver la realidad de modo diferente y ahí podemos recurrir a las muchas técnicas de creatividad que tenemos a nuestra disposición: desde los sombreros de De Bono hasta el SCAMPER, pasando por el Pensamiento Visual o el diseño de prototipos. Puede parecer increíble pero puedo garantizarles que todas estas técnicas están presentes en muchas de nuestras escuelas, en cierta medida.

De todos modos, el principal riesgo de los espacios de serendipia no es cómo enseñamos, porque la serendipia encuentra el camino incluso en los enfoques más tradicionales de enseñanza. El principal riesgo es cómo evaluamos.

Crear espacios de investigación en los cuales la serendipia tenga un lugar está muy bien… hasta que llegamos al examen final. ¡El examen! Ese sí que es un tema relevante: ahí no cabe la serendipia. O reproduces exactamente lo que dice el libro de texto o ya puedes recoger el descubrimiento y la serendipia, largarte y comenzar tu camino como emprendedor… eso sí, sin título de graduado en Educación Secundaria Obligatoria.

Pero ahí también hay muchos docentes que en lugar de elegir una evaluación castradora, optan por una evaluación iluminadora. Es decir, buscan estrategias de evaluación que les permiten saber cómo aprenden sus estudiantes, apreciar los avances y, si están teniendo alguna dificultad, poder ayudarles.

Así pues, no todo está perdido. Frente a las reválidas y los estándares de aprendizaje, hay un amplio grupo de docentes que apuestan por la innovación y que admiten la creatividad, el diálogo y la serendipia como aliadas para el proceso de aprendizaje.

La pregunta ahora es cómo conseguimos que en lugar de tener un 10% de profesorado innovador en cada centro tengamos un 90% innovador y un 10% de «minoría étnica».

Mi propuesta aquí es que gamifiquemos la profesión docente. Gamificar, como ustedes saben, no es convertir a las personas en gamos sino aplicar algunas de las claves que hacen de los juegos una experiencia satisfactoria en situaciones que no son estríctamente lúdicas.

En este sentido, tenemos que recuperar para la educación algunos de los principios del juego que favorecen la innovación y la serendipia: la narración épica, la creación de escenarios por explorar, la superación de retos para conseguir llegar a la meta, la elección entre diferentes caminos, el aprendizaje a partir del error o la inteligente gestión de las recompensas son algunas de las claves para esta gamificación del espacio escolar.

Y para acabar, les voy a pedir un favor. Quisiera pedirles que, entre todos, ayudemos al profesor innovador, a ese que busca nuevos caminos, a quien ofrece retos, a quien permite el diálogo, a quien ha asumido que su tarea es la formación de personas para el siglo XXI y no máquinas de superar tests. No tengan ustedes reparo: abracen al maestro de la serendipia. Muéstrenle su afecto y su comprensión, ofrézcanse a colaborar en sus clases, acudan a la clase con sus conocimientos y su experiencia. A ese docente innovador, ayudémosle a no sentirse un “docente archipelágico”.

Les esperamos a ustedes en la escuela.

Santi Rodriguez / Shutterstock.com

7 Comments

  • Pablo dice:

    Me quito el sombrero. Ojalá mis hijas tengan maestros como tu.

  • Hay que estar comprometido para apadrinar motivar y apoyar esa acitud serendípica en los tan frustrados alunnos y profesores: enfrentarse al problema como reto; generando las herramientas necesarias en el grupo, sabiendo que entre todos se puede, se consiguen soluciones desde la reflexión, el razonamiento, la lógica, el sumatorio de los conocimientos de todos. Felicidades!!! El cambio puede ser dar un paso de gigante hacia un aprendizaje basado en la confianza en las posibilidades propias y ajenas para conseguir un fín concreto; sin aburrirse, sin negarse ni desvalorizarse porque no se sabe todo, y le van a juzgar a uno desde unos parámetro completamente obsoletos. SERENDIPITI !!!

  • rbatlle dice:

    Querido Fernando: ¡¡Genial como siempre!! Lo único en lo que discrepo un poco (tampoco mucho, no te vayas a creer) es en la referencia a la famosa conferencia de Ken Robinson. Estoy hasta las narices de oir que la escuela mata la creatividad. Me parece injusto y demagógico. Podría admitir que «el sistema educativo» mata la creatividad, pero no «la escuela»… donde muchísimos maestros llevan a cabo tareas de inclusión, confianza y estímulo. Sin nuestras maltrechas y despreciadas escuelas no habría cohesión social.

  • Buenísimo, Fernando, me gusta mucho la idea de gamificar la profesión docente, podrían surgir ideas verdaderamente innovadoras y motivadoras de allí.

    Ojalá no pase demasiado tiempo para que esa proporción 10-90 se revierta, ¿te imaginas esa realidad? Yo creo que cuando llegue ese día, todos querremos ser niños otra vez.

    Un abrazo.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: