Notas de fin de año (II): sobre las TIC en la universidad

Hay pequeños acontecimientos en la vida que te hacen sentir orgulloso. Que tus propios alumnos y alumnas demanden por segundo año consecutivo que des un curso en tu facultad es uno de esos sucesos que te hace sentir bien como profesional, aunque sea a costa de reconocer que si lo piden no es sólo porque seas mejor o peor sino por cubrir una necesidad y un vacío en su plan de estudios del grado de Magisterio, la formación en TIC.

Mi compañero Julio Torrecillas y yo hemos impartido este curso en nuestra facultad sobre PDI. Hemos dedicado cuatro viernes a trabajar con nuestro alumnado en torno a la PDI tomando como referencia la idea de que la PDI sin un buen PLE es sólo un sensor muy caro y probablemente más inútil que la pizarra tradicional, como ya escribí en EducaconTIC el curso pasado.

Desafortunadamente la incorporación de las TIC en la universidad está siendo mucho más lenta de lo que esperábamos y necesitamos. Sería necesario un profesorado universitario más capacitado para un uso creativo y eficaz de las TIC pero, desgraciadamente, hoy por hoy el profesorado universitario no acaba de ver que las TIC son sus aliadas para la docencia, para la investigación e, incluso, para su estatus y el impacto de sus publicaciones: a través de una buena «estrategia digital» las TIC pueden dar visibilidad a publicaciones que a veces quedan ocultas tras revistas sometidas a feroces regímenes de suscripción que restan impacto e interés a lo que se escribe en ellas pero esta idea, que pronto desarrollaremos en el curso «La Web Social en la Universidad«, es todavía poco valorada entre la comunidad universitaria.

Como ya escribí en EducaconTIC, el poco peso de las TIC en la universidad provoca que éstas tengan una presencia muy limitada en los planes de estudio de Magisterio, como igual ocurre con los idiomas – y como me temo que también ocurre en muchas otras titulaciones. La pelea de las distintas áreas de conocimiento por su propia parcela de poder (plazas, materias, etc.) deja fuera en muchas ocasiones cuestiones transversales de gran importancia para la formación del propio alumnado.

En ese sentido, recientemente se ha celebrado en la red andaluza de formación un debate sobre la formación del profesorado, incluyendo la formación inicial del profesorado. Obviamente hacer este debate sin la participación expresa de la universidad es, como dije en Twitter, hablar por hablar: la universidad, desgraciadamente, vive en su propia torre de marfil y no va a cambiar por muchas apelaciones morales y profesionales que hagamos.

En lugar de esto, mi propuesta es que las Consejerías de Educación incidan en los programas-contrato por los cuales se rige, en buena medida, la actividad universitaria en todas sus parcelas. Si las Consejerías negocian retos y objetivos concretos con las universidades y las facultades de educación y sus departamentos, éstos pueden ser incluidos en los programas-contrato y podremos, entonces, aspirar a un cambio real en la universidad.

Diálogo, comprensión de la estructura de las instituciones y búsqueda de mecanismos para la innovación y el cambio son tres peticiones lógicas para las Consejerías de Educación y las universidades encargadas de la formación inicial del profesorado. Hay espacio para la mejora pero tenemos que encontrar el camino que nos lleve a ella. Yo aún no he perdido la esperanza.

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