Centros Finlandia en Andalucía: casos y lecciones en la búsqueda de #NuevosModelosEducativos

Os contaré una historia.

María siempre quiso ser maestra. Ya de pequeña le gustaba explicar a sus hermanos menores cómo resolver los ejercicios del cole y les daba buenos consejos para enfocar el trabajo diario o los exámenes, especialmente en Secundaria, cuando la cosa se empieza a poner intensa.

Sus padres se alegraron de que estudiara Magisterio, aunque a veces comentaran que tan buena cabeza merecía unos estudios con “mejores salidas”. Sin embargo, en los padres aun resonaban los ecos de aquellos maestros y maestras de su infancia y animaron a su hija para que disfrutara de sus estudios y se preparara bien para la vida y el trabajo, a pesar de que ella se quejaba de que en la universidad más que prepararla para la escuela lo que hacía era asistir a una exhibición de profes de universidad liados con sus artículos, sus tesis, sus congresos y sus problemas de gestión universitaria.

A pesar de todo, tras cuatro años de estudios, María obtuvo su grado y comenzó a preparar las Oposiciones, un trabajo más parecido a unos estudios de post-grado (todo consiste en seguir memorizando) que a demostrar lo que cada uno es capaz de hacer en la clase y fuera de ella con sus estudiantes. Aun así, María fue disciplinada, hizo lo que había que hacer y su recompensa fue obtener una buena calificación y… una interinidad en un centro rural andaluz.

Así pues, María comenzó su carrera, como todos, como interina en un pequeño pueblo de nombre literario: Niebla. Y esa fue su suerte, arrancar su vida laboral en un centro donde han hecho de la innovación un modo normal de funcionamiento. Eso sí, la madre de María tardó un trimestre en aprenderse el nombre del colegio de su hija:
“¿El Bala.. qué?¿Ualasón?¿Guabalón?”, decía su madre.
“No, mamá, El San Walabonso”, le explicaba su hija.

CEIP San Walabonso

El CEIP San Walabonso es un colegio pequeño en un pueblo pequeño, pero no puedes dejarte engañar por las apariencias. El pueblo tiene un castillo hermoso y un río de color tinto que merece la pena que vayas a verlo. Lo mismo ocurre con el colegio: merece la pena que vayas a verlo.

¿Por qué? Entre otras cosas, porque el CEIP San Walabonso se ha convertido, a partir de un importante atrevimiento intelectual y pedagógico centrado en el servicio a sus niños y niñas, en un centro visionario: fueron TIC cuando aun no lo era nadie y han hecho proyectos cuando no los hacía nadie. En el Wala el aprendizaje-servicio, el emprendimiento, las familias lectoras y muchas otras actuaciones han ocurrido con normalidad cuando aun en muchos centros siguen siendo la excepción.

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Comenzar tu carrera en un centro así solo te garantiza una cosa: no serás nunca una maestra típica. Una vez que has visto que las familias acuden a votar en masa en las elecciones al Consejo Escolar, que los resultados en las pruebas de diagnóstico son inmejorables, que la convivencia es una realidad y no un conjuro contra la violencia, entonces ya sabes que enseñar como se enseña en el Wala es una garantía de éxito y que tú estás marcada para siempre por la marca de las maestras excepcionales, y no de las maestras típicas.

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Sin embargo, todo lo bueno se acaba y llegó el momento de partir. ¿Cuál fue el siguiente destino de nuestra amiga María una vez que se había asentado en Huelva? Pues lo normal: Almería.

Cuando María abrió las puertas del CEIP Clara Campoamor vio, sobre todo, muchas maestras: de todas las edades, de todas las alturas, con todos los colores de pelo posible. Muchas maestras, todas diferentes pero con algo en común: su sonrisa.

Clara Campoamor

Se puede decir que María aprendió a enseñar en equipo en el Wala pero aprendió a ser maestra, así, acabado en “-a”, en el Clara Campoamor. La escuela es un espacio que se escribe en femenino y por ello necesitamos el liderazgo pedagógico que tienen las maestras en el Clara Campoamor y que permitió a María comprender que esta profesión nuestra exige amar a los niños, pero no necesita ñoñerías con los niños. Necesitamos voluntad de servicio público y de construcción de una sociedad mejor desde la comprensión y el amor hacia la infancia, pero a partir de la competencia profesional que tienen las maestras (y los maestros) del Clara Campoamor, no de vocaciones de osito de peluche.

Además, María descubrió en el Clara Campoamor que aprender es un producto derivado de hablar. No de escuchar a la maestra, sino de practicar la oralidad, esa antigua destreza humana que consistía en mantener una interacción con El Otro para descubrir en esa persona valores y conocimientos de los cuales tú pudieras apropiarte para hacerlos tuyos. Si solo en la escuela pudiéramos ir un poco más lento y hablarnos y escucharnos un poco más, quizás no necesitaríamos tanto diagnóstico y tanto tratamiento…

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Finalmente, el compromiso de María con la profesión salió reforzado tras su paso por el Clara Campoamor. Los valores de la democracia, la igualdad (y especialmente la coeducación), la formación permanente del profesorado o la participación en proyectos de innovación y mejora de la escuela son claves en la vida del Clara Campoamor y son tesoros que María se llevará para siempre como ejes fundamentales de su propia profesionalidad.

Acabada su etapa en el CEIP Clara Campoamor, llegó el momento de un nuevo destino. Creía María que llegaría, por fin, el tiempo de las grandes ciudades así que, ¿dónde fue en esta ocasión? A la Alpujarra, por supuesto.

En Andalucía hay cientos de “centros invisibles”. Son esos centros a dos horas de todos lados, unos centros donde nadie quiere ir porque nuestra vida hoy depende tanto de los centros comerciales de las grandes ciudades como del aire que respiramos.

Sin embargo, el siguiente destino de María fue el CPR Sánchez Velayos y ¡qué hermoso es el CPR Sánchez Velayos! Pero ¡qué duro es también el CPR Sánchez Velayos!

Porque en este colegio de Ugíjar hacen magia: cuando los niños y niñas salen de la Escuela Hogar Sagrado Corazón en los meses duros del invierno hace frío pero cuando entran en el cole, de repente, llega el calor. No creáis, la temperatura sigue siendo baja porque el frío se cuela por los tambuchos y los resquicios en las ventanas que el Ayuntamiento no acaba nunca de arreglar, pero los niños, sin embargo, no pasan frío. Allí se produce el efecto mágico de una comunidad educativa que cambia la temperatura del corazón.

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María lo notó desde el primer día. Al llegar, las niñas y niños del Sánchez Velayos le habían preparado un recital de poesía para recibirla y Soledad, una niña gitana, guapa, de carita redonda y pelo negro, negro como la esquizofrenia que convocaba fantasmas negros para ella por la noche, esa Soledad se había aprendido un poema de Gloria Fuertes para María, que desde aquel momento se convirtió en su tutora y en su ángel de la guarda.

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Y allí María aprendió lo importante, y lo difícil pero factible, que es crear comunidad educativa. Aprendió que las madres gitanas, cuando son bienvenidas y respetadas, tienen mucho que hacer y enseñar en la escuela. Aprendió que ayudar a que payos, gitanos y musulmanes se comprendan y se respeten es también parte del currículo. Aprendió que Alta Cultura no es más que una distinción vacía con la pretensión de alejar a un amplio porcentaje de la población de las marcas de la élite, pero que los pequeños y las pequeñas del Sánchez Velayos pueden escuchar música clásica en los pasillos además de reggaeton y otros ritmos latinos que se extienden por doquier.

Finalmente, María aprendió que el compromiso de un equipo va más allá de ser interinos o no serlo. Necesitamos centros comprometidos con esos entornos rurales donde no llegan los museos y las universidades, donde los centros educativos son motor de desarrollo cultural y económico; centros que se constituyan en bastiones de resistencia para que estos entornos rurales sean más resilientes, es decir, que resistan los envites de las crisis con menos sufrimiento y con más capacidad para sobrevivir exitosamente.

Sin nuestros pueblos, Andalucía no sería Andalucía pero, sin los centros rurales presentes en esos pueblos, Andalucía sería menos Andalucía, una Andalucía más pobre, menos humana, una Andalucía menos habitable.

Así pues, en el Sánchez Velayos María comprendió el significado profundo de inclusión y la visión la enamoró, así que su siguiente destino debería ayudarla a profundizar en ese conocimiento. Por eso, su próximo destino fue el CEIP Cándido Nogales de Jaén.

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El Cándido Nogales nació junto a la Universidad de Jaén y es en sí mismo una universidad donde nos enseñan a todos qué significa inclusión con mayúsculas.

Con frecuencia cuando hablamos de inclusión en realidad lo que queremos decir es tener un grupo normal e incorporar, si acaso, a los “no-normales” en la normalidad. Sin embargo, esta visión normo-céntrica es tan profundamente discriminatoria como equivocada. No existe una “normalidad” en la cual podamos insertarnos sino que la diversidad es la marca de cualquier grupo social, más allá de cualquier homogeneización más o menos forzada.

Por ello en el Cándido Nogales la lengua de signos es una lengua más de las que se usan en la escuela. Desde el curso 2004/2005 en el Cándido Nogales existe un proyecto de bilingüismo gracias al cual niños y niñas sordos y niños y niñas oyentes aprenden juntos: los tutores están preparados para usar la Lengua de Signos Española y los agrupamientos se piensan concienzudamente para que todos trabajen en el aula de referencia y que los apoyos fuera de este aula sean, efectivamente, apoyos, y no el espacio donde se confina a los niños y niñas sordos. Además, los talleres de lengua de signos que ofrece el centro no van destinados a niños y niñas sordas sino que son para todos los estudiantes pues la lengua de signos no es una marca de discapacidad, sino una lengua más que se incorpora a nuestro repertorio plurilingüe, como el francés, el inglés o el alemán lo son en los centros bilingües que solo tienen personas oyentes.

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Finalmente, como, el Cándido Nogales tiene una relación histórica con la Universidad de Jaén y María aprovechó la estancia en la capital jienense para estudiar: María estudió Psicopedagogía, aquella carrera que tan útil era para la escuela pero que desapareció de la Universidad porque nadie supo dar la cara por ella.

Y con su nueva titulación María continuó el periplo por Andalucía, pero esta vez como orientadora. Había hecho ya tantos kilómetros que no estaba segura de si trabajaba para la Consejería de Educación o para la de Turismo, pero en sus viajes descubrió algo importante: la formación inicial, nadie lo duda, es decisiva para tener una buena entrada en la carrera profesional; pero a partir de que ya estás trabajando en la escuela, la formación permanente es un recurso fundamental para seguir aprendiendo y actualizándonos permanentemente.

Y dentro de la formación permanente, si hay un aprendizaje importante son los aprendizajes informales, esos que en el caso de María se miden en kilómetros y horas de conversación en un coche compartido con otros tres compañeros y compañeras, intentando que no se duerma quien conduce. Esos aprendizajes informales, que a veces transcurren en la cafetería del instituto o en las previos y el tercer tiempo de las reuniones de evaluación, van configurando una cultura propia de la comunidad de práctica que es cada centro. Para María cada destino implicó nuevos compañeros y compañeras con las cuales compartir problemas y preocupaciones, y todos juntos encontrar soluciones a los problemas compartidos.

Ese aprendizaje fue el que trasladó María a su nuevo centro, en plena campiña sevillana. “Al pueblo se le persuade con hechos, no con discursos”, dice a la entrada de su nuevo centro, y en efecto, estas palabras de Pablo de Olavide, aquel ilustrado del siglo XVIII que da nombre al centro, son también fundamentales para entender su nuevo destino.

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El IES Pablo de Olavide es el instituto de La Luisiana y El Campillo, en Sevilla, y en este centro la palabra “proyecto” jamás se pronuncia en vano. Un proyecto es una viaje de aprendizaje compartido por toda la comunidad educativa y en el Pablo de Olavide la potencia y la calidad de sus tareas integradas y proyectos les han granjeado el justo reconocimiento de múltiples premios.

Pero, ¿qué hay detrás de estos proyectos y de tantos premios? Pues algunas de las claves fundamentales de un Centro Finlandia: en primer lugar, un equipo con una visión clara de hacia dónde quieren ir y cómo quieren trabajar; en segundo lugar, un saber-hacer (puedes llamarlo competencia profesional, o inteligencia colectiva, como quieras) desarrollado a partir de mucha reflexión sobre su propia práctica y una formación centrada en la resolución de problemas y en el desarrollo de las competencias de su profesorado; y, finalmente, lo más obvio, muchas horas de trabajo.

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A partir de aquí el centro deja de ser sólo un lugar de instrucción para convertirse en un motor cultural. Aunque María ya había visto esta misma capacidad de irradiación en los CEIPs en los cuales había trabajado, los institutos – por su tamaño, por la diversidad de su profesorado y por la vinculación con la realidad ciudadana y profesional a través de las diferentes enseñanzas que hoy ofrecen los IES – tienen una fuerza especial para convertirse en el epicentro de un potente movimiento cultural, como ocurre en el caso del IES Pablo de Olavide en su zona.

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Y como también ocurre en el siguiente destino de María. En esta ocasión María tuvo la suerte de poder conocer un centro que es responsable de la creación de un programa educativo de la Consejería de Educación andaluza, pues en cierto modo el IES Mirador del Genil, de Iznájar, Córdoba, es el centro cuya experiencia nos ha permitido en Andalucía hablar del Proyecto Lingüístico de Centro como una realidad, y no como una hipótesis de trabajo.

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Antes y mejor que ningún otro centro en una comunidad monolingüe, el saber combinado del equipo directivo del IES Mirador del Genil le permitió diseñar y desarrollar un completo plan de actuación para la mejora de la competencia en comunicación lingüística. Diego Arcos y Toñi Gómez representan algunos de los valores fundamentales para un equipo directivo: liderazgo, formación de calidad tanto pedagógica como para el desempeño de la función directiva, apuesta por la innovación y por la evaluación transformativa, visión de futuro y actuaciones pegadas al terreno, considerando las necesidades de los estudiantes y, también, los recursos con los que cuenta el centro para atender a esas necesidades.

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Por eso los dos años que María pasó entre Sevilla y Córdoba representaron una gran experiencia de desarrollo profesional, y con ese bagaje llegó María a su nuevo destino. De la provincia de Sevilla pasó a la de Málaga, a un centro de nueva creación en Cártama, cerca de la capital malagueña, donde la recibió un equipo joven y dispuesto a dejarse la piel en el intento de crear un centro que trabajara por proyectos apoyados en la tecnología. “María, bienvenida al IES Cártima.”

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El director del IES Cártima, José María Ruiz, había tenido a su equipo trabajando durante meses, incluso antes de que el centro estuviera construido para tener configurado un proyecto educativo con unas consignas revolucionarias: altas expectativas en el alumnado, transparencia absoluta ante las familias, interacción intensa con su entorno, gestión del centro democrática, situaciones de aprendizaje basadas en proyectos y uso intensivo de tablets como material didáctico. ¡Casi nada!

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Obviamente, para María esto supuso horas de trabajo, noches infinitas preparando materiales, reuniones eternas cargadas de dudas pero también de emoción e ilusiones. Levantar un centro desde la primera piedra es un trabajo enorme pero en el caso del IES Cártima, cargado de aprendizaje y de recompensas en formas de sonrisa y motivación del alumnado. El IES Cártima permitió a María ver que Finlandia estaba cerca, ahí, al alcance de su mano y que lo importante es creer en ello, apretar las filas con tus compañeros y compañeras para hacerlo realidad y trabajar profesionalmente para conseguirlo.

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Y por fin llegó el momento de su destino definitivo. Se acabarían los viajes, las horas de sueño, el vivir a distancia de la familia. Se acabó su periplo por la geografía educativa andaluza y sus padres respirarían tranquilos al saber que su hija por fin tenía su plaza definitiva.

¿Respirar tranquilos? A estas alturas de su vida María ya no distingue entre destinos tranquilos y destinos agitados: en su cabeza bullen mil proyectos y posibilidades como fruto de la experiencia que ha ido atesorando en todos estos años. Con esa información, con ese conocimiento, con esa competencia, con esa pasión María solicitó destino, y se lo dieron: el IES García Lorca de Algeciras, en el barrio del Saladillo.

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Es curioso: mucha gente conoce más Ceuta o el Campo de Gibraltar por obras de ficción que por nuestras buenas obras. Ha tenido que aparecer la serie de El Príncipe para que todos nos acordemos de ese barrio de Ceuta, y tuvo que triunfar la película de El Niño para que mucha gente conociera el Campo de Gibraltar.

Sin embargo el Campo de Gibraltar tiene también sus Centros Finlandia y debería ser conocido por ellos. Como el IES Virgen de la Esperanza de La Línea de la Concepción, un centro de FP referente en toda España y cuyo director durante más de treinta años, Pepe Alconchel, no deja de trabajar en su instituto a pesar de que lucha por su vida contra el cáncer porque, como cantaba Queen, “El show debe continuar” (y yo espero que su tierra le haga a Pepe el homenaje que se merece antes de que acabe la canción).

O el IES Torre Almirante de Algeciras, un centro con más 1100 estudiantes, 87 docentes, todas las enseñanzas habidas y por haber, abierto desde las ocho de la mañana hasta las nueve y media de la noche, y cuyo equipo directivo ha tenido que desdoblarse desde hace ya más de un año porque no tienen ningún administrativo. Pero ahí está Mª Pepa Ibáñez, su directora, o José Ferreros, su jefe de estudio, haciendo funciones de administrativos para que nadie note su ausencia, sin ruido, en silencio, aguantando profesionalmente, espartanos auténticos, intacta en ellos la dignidad del servicio público en estado puro.

Así pues, en el Campo de Gibraltar encontró María su destino. Y el IES García Lorca no es un destino fácil. Sólo decir su nombre hace que los profesionales de la educación del entorno resoplen como expresión de la dificultad del centro. Pero allí encontró María a Andrés, a Jaime, a Antonio y a Raúl, cuatro locos de la educación con cuatro estilos diferentes que dirigen un centro lleno de docentes locos: Andrés es liderazgo y visión; Jaime, juventud y energía; Antonio, curtido en mil batallas, aporta la experiencia y la distancia de quien sabe que las peores tormentas acaban pasando si tus mástiles son resistentes y flexibles; y Raúl, aquel muchacho que un día se quitó el uniforme del Leroy Merlín porque quería ser escritor y se fue a estudiar a Granada, hoy aplica el mismo tesón y la misma ilusión al cargo de secretario que le ocupa los días y las tardes. Con frecuencia, cuando regresa de noche a su casa, su hija está ya dormida y él piensa si el sacrificio merece la pena pero a la mañana siguiente, con la persistencia de la gota que horada la piedra, volverá a ver amanecer en la carretera camino de ese centro que no quiere nadie, García Lorca, qué paradoja, el peor de los poetas de la ciudad de Algeciras.

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Pues allí llegó María y se encontró, para su sorpresa, con un centro ordenado, lleno de graffiti, sí, pero con firma de autor; se encontró un centro en el cual los niños y las niñas son felices y en el cual los docentes han encontrado sentido a la palabra Educación, y si me apuras, Educación Pública. Hay diversas posibles etimologías de la palabra educar: guiar, encaminar, sacar o alimentar. Todas ellas se aplican al IES García Lorca, como se aplican a muchos otros centros andaluces, que está empeñados en guiar a su alumnado hacia una vida con sentido, a sacarlos de la marginalidad o de la violencia, a alimentarlos con lo mejor de las producciones del ser humano: la literatura, el arte, el conocimiento, el pensamiento crítico.

ElIES García Lorca, como muchos otros centros, es el orden en el cosmos desordenado que es la vida de muchos estudiantes y por eso María encontró allí su destino.


¿Qué podemos aprender de este recorrido por estos ocho Centros Finlandia?

La primera lección es que estos centros son solo una representación de la realidad. Podríamos haber mencionado otros muchos y la lista habría sido igual de completa. Estos centros no son una excepción aunque sí son excepcionales. Comprender su excepcionalidad es la tarea que nos cabe ahora.

Para empezar, sabemos que son Centros Finlandia porque obtienen buenos resultados de aprendizaje y tenemos evidencias de esos buenos resultados. Tanto los resultados como sus evidencias se dividen nítidamente en dos apartados: evaluaciones externas y desarrollo de las competencias clave del alumnado.

Por un lado, estos centros obtienen buenos resultados en evaluaciones externas estandarizadas en relación con los resultados de centros con características similares a las suyas (y este matiz es trascendental en la construcción de una escuela de calidad, y no de espejismos elitistas). En este sentido las evaluaciones externas son importantes como fotografías que muestran una imagen, más o menos general, más o menos borrosa, de cómo puede estar funcionando el centro. Obviamente, no hay ninguna intención aquí de idealizar las pruebas externas ni de someter el sistema educativo a sus conclusiones. Sin embargo, cuando un centro muestra resultados significativamente mejores que los resultados de centros educativos de características similares, es decir, cuando presenta un valor añadido, entonces sí necesitamos activar un protocolo que nos ayude a pensar que algo interesante puede estar ocurriendo – aunque finalmente detectemos que lo que ha ocurrido es simplemente que han entrenado para la prueba.

Muy al contrario, en el caso de los Centros Finlandia aquí comentados lo que ocurre para alcanzar buenos resultados en estas pruebas es que se han desencadenado una serie de procesos educativos y de gestión que generan buenos resultados en las pruebas estandarizadas y, sobre todo, buenos resultados en relación con el desarrollo de las competencias de su alumnado, que es, en definitiva, nuestra meta.

Para ello los Centros Finlandia asientan su éxito – aunque este sea relativo y ajustado al contexto donde el centro desarrolla su labor – sobre cuatro pilares claramente reconocibles:

  • Un claro liderazgo pedagógico, que implica al equipo directivo pero no se limita a este.
  • Una eficaz gestión de los talentos, fundamentalmente del claustro pero que alcanza a toda la comunidad educativa, para el desarrollo de proyectos dentro y fuera del aula.
  • Un deseo claro de supeditar todas las decisiones del centro al servicio del alumnado a través de la construcción de un proyecto educativo que promueva sus competencias de manera amplia, profunda, prolongada y duradera.
  • Una voluntad explícita de causar un impacto en la comunidad circundante, e incluso en algunos casos en la comunidad expandida a través de la red.

Es decir, la clave de la mejora, como evidencian estos Centros Finlandia, es la existencia de una comunidad de práctica que no teme cooperar, compartir, evaluar su propia práctica a la vista de evidencias y, sobre todo, abandonar los marcos de actuación convencionales para crear su propio estilo docente fundamentado en el conocimiento y en la experiencia.

Obviamente, tampoco se debe trasladar una visión de estos Centros Finlandia exenta de problemas y tensiones. Bonals (2013) señala diversos posibles obstáculos para la constitución de esa comunidad de práctica educativa: obstáculos en el liderazgo, en los proyectos, en las tareas, en la organización y en la dinámica de trabajo. Cada uno de estos ámbitos genera tensiones, y si por algo se distinguen estos centros es por abordarlas (y en algunos casos haberlas superado) y no por rehuirlas.

Así pues, no me cabe duda de que en Andalucía, y en toda España, tenemos Centros Finlandia, es decir, centros que prestan un buen servicio a su alumnado partiendo de los pilares de un eficaz liderazgo pedagógico y una buena política de experticia (o competencia que emana de la experiencia) colaborativa, y que además este buen servicio tiene una correlación con resultados obtenidos en pruebas estandarizadas. Pero los Centros Finlandia necesitan Finlandia para culminar su tarea. Aquí sí tenemos Centros Finlandia pero no tenemos Finlandia.

Obviamente, no somos Finlandia por diversas razones y en diversos sentidos, además de la diferencia de temperatura. Solo comentaremos aquí algunas diferencias claramente relacionadas con el sistema educativo y su posible mejora.

Para empezar, no somos Finlandia porque no tenemos una buena formación inicial del profesorado. No es buena, entre otras cosas, porque la universidad – y de manera particular las Facultades de Educación – se han desvinculado del sistema educativo, sometidas como están a la lógica interna del propio sistema universitario, más atento al ranking de Shanghai o a los sexenios de investigación que a mejorar las prácticas de enseñanza en grado o postgrado. Hasta que las Facultades de Educación no asuman su obligación respecto a la transformación de la escuela, lo cual implica su propia transformación, aquí no tendremos Finlandia.

Tampoco somos Finlandia porque nuestra formación permanente del profesorado, que ha sido la estructura que ha permitido la mejora y el cambio desde los años ochenta, vive en toda España un momento complicado: en muchos lugares ha sido desmantelada por políticas neoliberales que no creen en la formación del profesorado; en otros ha sido cuestionada por su supuesta poca eficacia, nunca evaluada, o por ser espacios ideológicos que el poder quería eliminar; en casi todos lados se encuentra burocratizada, falta de innovación y atrevimiento y, con frecuencia, controlada por los servicios centrales de las Consejerías y sus políticas de la desconfianza respecto a sus propios centros del profesorado y sus asesores y asesoras. Hasta que los centros del profesorado no ocupen espacios discursivos como la mentorización, la investigación-acción, etc., aquí no tendremos Finlandia.

Por otro lado, no somos Finlandia porque los centros no tienen cultura de trabajo en equipo, de acogida al profesorado novel, de formación en el propio centro, de reflexión para la mejora o de análisis de la propia práctica. En este sentido, el fracaso escolar – que es una construcción del propio sistema educativo – es la mejor evidencia de la incapacidad en muchos centros de superar sus propias debilidades y sus prácticas convencionales – en muchos casos atávicas. Hasta que los centros no sean capaces de mirarse a los ojos en el espejo de la reflexión para poder detectar debilidades y fortalezas y determinar la manera de reducir unas y potenciar las otras, aquí no tendremos Finlandia.

Finalmente, no somos Finlandia porque la Educación no es tomada en serio por los poderes públicos. No podemos estar orgullosos de nuestra inversión en Educación (o en Investigación), ni de cómo la Administración hace y deshace pero sin evaluar nunca sus propias actuaciones y, en muchos casos, sin fundamentarlas en evidencias. En nuestro país la Educación no es una cuestión de Estado sino un terreno de juego en el cual transcurre un partido de reglas cambiantes e imprecisas; da la impresión de que en ocasiones la Educación representa una losa para la Administración, en lugar de una gran caja de Lego con la cual construimos nuestro propio futuro. Hasta que nuestros representantes políticos no asuman la Educación como política de Estado y determinen, con conocimiento y seriedad, cuáles deben ser las bases fundamentales del sistema educativo y cómo construir una buena escuela para todas y para todos, aquí no tendremos Finlandia.

Así pues, que hayamos podido considerar la existencia de estos ocho Centros Finlandia y que afirmemos que existen muchos otros centros similares en Andalucía no debe cegarnos: queda mucho recorrido por hacer. La buena noticia es que sabemos cómo hacerlo y que contamos entre nosotros con los equipos directivos y los docentes de todos esos Centros Finlandia para mostrarnos el camino. En nuestras manos está querer verles y seguirles.

Los Centros Finlandia son la semilla de una nueva Escuela, la señal inequívoca de que otra Educación es posible.


 

Este texto recoge la ponencia inaugural del Congreso Provincial «Nuevos Modelos Educativos, Nuevos Centros«, organizado por los Centros del Profesorado de la Provincia de Cádiz en Chiclana de la Frontera (Cádiz) del 26 al 28 de noviembre de 2015. Agradezco a la organización del Congreso la confianza que depositaron en mí y su cálida acogida.

Envío un agradecimiento especial a quienes me han proporcionado imágenes para esta entrada: Fernando García Páez, Sofía Deza, Vicente Manzón, Pilar Gallego, José María Ruíz, Rosa Liarte y Raúl Rubio.

Gracias a todos los Centros Finlandia que aquí menciono por enseñarnos el camino. Gracias a todos los que no menciono, que son muchos, pero que ellos saben que los tengo en mente.

Imagen: xtock

25 Comments

    • Marta Gandul dice:

      Me gustaría hacerte una pregunta, si no te causa mucha molestia. Te agradezco de antemano el buen artículo, me ha gustado mucho.
      Cuando hablas de las evaluaciones externas cuyos resultados se comparan entre centros con características similares… Qué centros se agrupan y por qué características? Te refieres a comparar privados y públicos y por características sería el número de alumnos del centro? Por ejemplo?
      Y que opinión tienes del informe PISA y que compare sistemas educativos tan diferentes? Por qué llamarles centro Finlandia?
      Me resultará de gran ayuda tus comentarios, gracias de antemano!
      Marta Gandul

  • lola dice:

    Existen muchas Marias en educación……. bravo por ellas y también muchos Marios……rompamos las utopías y creamos nuevas para un futuro no lejano.besicos desde Chiclana.

  • lolaurbano dice:

    He intentado evitarlo, pero no tengo más remedio que quererte ?????

  • Alejandro Gallardo dice:

    Me ha emocionado el artículo. Orgulloso de ser andaluz. Gracias

  • MAGNÍFICO ARTÍCULO, LO HE OFRECIDA A MIS ALUMNOS DOCENTES.

  • Enorme! Pensaba que solo hablaría de Niebla, pero el camino de María deja al de Frodo a la altura del betún!

  • jjmelgarejo dice:

    ¡Qué suerte la de María! Trabajar con todos esos docentes de centros andaluces con sus buenas prácticas reconocidas. En esos claustros están las verdaderas Universidades que experimentan, innovan con su alumnado y donde se podria aprender la profesion docente.

    Fernando, siempre tocas puntos clave de la Formacion, en esta ocasión das en la tecla del «fracaso de la formacion inicial y la permanente». Sabemos, porque están bien detectadas, cuales son las causas de este «fracaso de la formación», ¿tan difícil es que nuestros políticos escuchen a estos docentes, que están dando ejemplo, que saben transmitir y contagiar en su alumnado la innovacion, el emprendimiento, la investigacion, la convivencia, la solidaridad… en sus aulas?

    Si tanto se habla de la excelencia de Finlandia, porque no tomamos a «nuestras pequeñas finlandias» como portavoces y las ponemos a la vanguardia de la Formación Inicial y Permanente, que dén, de una vez y por todas, coherencia y pongan de acuerdo a toda la FORMACION DEL PROFESORADO.

    Un abrazo, Fernando y enhorabuena por tu lucidez.

  • alfredo dice:

    Este artículo es palabrería vana. Al autor lo enviaba un par de meses al García Lorca a enseñar inglés como castigo por tanta paparrucha

    • ftsaez dice:

      Gracias, Alfredo, por tus palabras, que me animan a seguir trabajando.

    • Raúl Rubio dice:

      Buenos días, Alfredo. No sé de qué conoces el I.E.S. García Lorca de Algeciras. De todas formas, te invito a que vengas, como hace Fernando constantemente para ayudarnos a mejorar, y compruebes de primera mano si tu afirmación es cierta o no. Si quieres puedes visitar nuestra web y ver si es el mismo centro que parece que conoces tan bien o no: http://blogsaverroes.juntadeandalucia.es/garcialorcalgeciras/
      Un cordial saludo de un profesor de Lengua castellana y literatura que lleva ya tres años enseñando lo que puede y aprendiendo muchísimo en el I.E.S. García Lorca.

      • alfredo dice:

        Pues si Raul, se muy bien de lo que hablo. No solo conozco compañeros que han estado allí, sino que yo mismo he estado trabajando en la zona, concretamente en el IES Almanzor, ya desaparecido. Como relato es cierto que lo que se cuenta aquí es muy efectivo, el profesor redentor en áreas marginales es un tópico que funciona bastante bien desde «Rebelión en las aulas»; la realidad es más prosaica: a la mayoría no nos gustan estos centros por varias razones: no nos gustan los insultos, ni las amenazas, n ilas continuas humillaciones, ni el saber que la posible agresión física está al caer en cualquier momento..eso en lo que se refiere a la integridad física y psicológica; luego viene lo demás: nuestro papel es el de meros entretenedores en el mejor de los casos, o el de monigotes en el peor. La mayoría de nuestros alumnos allí no aprenden nada, excepto a sobrevivir en el patio, por una sencilla razón: porque en la mayoría de las aulas no se puede dar clase.. y eso es lo que hay. De todas formas Raul, muchos profesores te estarán agradecidos de que ocupes esa plaza, una menos para los demás.
        Un saludo

        • ftsaez dice:

          Alfredo, creo, sinceramente, que que deberías pasarte por el IES García Lorca para ver cómo funciona, o por cualquiera de los otros que menciono. Siento profundamente que tengas una visión tan negativa de la profesión.

          • alfredo dice:

            Ya he estado, y no de visita: he dado clase en alguno de ellos.
            Por cierto, no tengo una visión negativa de la profesión, sino de este sistema educativo que roza lo malvado, y no por culpa del neoliberalismo precisamente.

          • ftsaez dice:

            Pues sí, el sistema educativo tiene muchos aspectos tenebrosos, pero el sistema no dejamos también de ser todos nosotros.
            Sobre los centros que comento en la entrada creo que estás profundamente equivocado, pero no aspiro a convencerte: no es ese el objetivo de esta entrada que tú solo consideras «palabrería vana».
            En fin, lo dicho, gracias por tu comentario.

  • Candela dice:

    Que buen artículo, me he formado en la Universidad de Granada, soy maestra y pedagoga, fui también estudiante erasmus en Finlandia y la verdad es que leyendo tus palabras acerca diferentes centros y prácticas educativas no he podido evitar emocionarme, cuanta verdad!ENHORABUENA POR TU ARTÍCULO!!
    SALUDOS
    Candela

  • Yo soy la directora de unos de los centros que aquí aparecen. Hasta a mí ha llegado esta noche al azar. Una compañera leía la revista 3.0 y se ha sorprendido diciendo: ¡Hablan de nuestro cole! Me he emocionado profundamente, porque en unas horas de visita se captó la esencia del cole, cómo yo vivo mi magisterio y la organización y vida del colegio. Educar es una tarea difícil, pero la única arma efectiva y real que tenemos para formar ciudadanos sensibles, sensatos, críticos, pero sobre todo, ciudadanos libres, que sean capaces de construir una sociedad mejor y más justa. Gracias por tus palabras para el CPR Sánchez Velayos.

    Por cierto, el ayuntamiento, tras las elecciones, cambió de signo y nos han arreglado el tema del frío, de persianas. A día de hoy, nos hacen la tarea más fácil porque están ahí cada vez que lo necesitamos, ni más ni menos que lo que toda institución pública debe asegurar a sus ciudadanos.

    • ftsaez dice:

      Mi querida Isabel: gracias por tu comentario. Escribí con el corazón sobre tu colegio porque de veras que creo que hacéis una labor estupenda en un contexto duro (aunque hermoso). Os deseo lo mejor para el futuro, en particular que los ayuntamientos ahora y siempre os permitan trabajar en las mejores condiciones.
      Un fuerte abrazo

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