Una historia de fantasmas y una fábula de animales en #EDaulaBLOG

Invitado por el #NodoAstur de la Asociación AulaBlog, he tenido la suerte de participar en el Encuentro #EDaulaBLOG celebrado en Oviedo el sábado 13 de enero de 2018. Ha sido un encuentro muy rico y plural en el cual he podido disfrutar de las ponencias de Luz Beloso, Javier Monteagudo, Rosa Liarte, Paúl Ibarra, Charo Fernández, Siro López y César Poyatos además del arte gráfico de Montse Poyatos, el arte acrobático de Beatriz Corral y el tiempo compartido con los más de cien asistentes al evento. Agradezco, por tanto, a Nieves, a Lucia y a Isidro que pensaran en mí como uno de los ponentes de esta jornada y que me dieran así la oportunidad de aprender de todos estos compañeros y compañeras.

Os dejo a continuación el vídeo, la presentación y el guión de mi ponencia, así como los magníficos ejercicios de sketchnoting realizados por Garbiñe Larralde y Monse Poyatos sobre mi ponencia. ¡Gracias, Garbiñe y Monse!


Hoy me gustaría contaros dos historias

La primera es una historia de fantasmas: Chicago, 1959.

El personaje central de esta historia se llamaba Fernando y lo tenía todo: era maestro, becario de la Junta para la Ampliación de Estudios, diputado en el Congreso ¡e incluso inspector de educación! ¿Como acabó Fernando en Chicago en 1959? Y lo que es más inquietante: ¿cómo puede alguien así convertirse en un fantasma?

Fernando Sainz nació en Loja (Granada) el 22 de julio de 1891. Estudió en Madrid y ejerció el magisterio en Almería, Granada y Madrid. Estaba en el círculo de profesionales del entorno de la Institución Libre de Enseñanza que, junto a otros renovadores como el ministro Fernando de los Ríos o Lorenzo Luzuriaga, se atrevieron a replantearse cómo tenía que ser la educación en España para el nuevo siglo que arrancaba. En concreto, podríamos afirmar que Fernando Sainz Ruiz es el principal introductor del Aprendizaje basado en Proyectos en nuestro país a través de dos importantes publicaciones vinculadas con la Revista de Pedagogía, que editaba Luzuriaga: El método de proyectos y El método de proyectos en las Escuelas Rurales.

Y ahora, hagámonos de nuevo la pregunta: ¿cómo puede convertirse alguien así en un fantasma y desaparecer de la Historia?

Es muy sencillo: para convertirse en un fantasma, Fernando Sainz solo tuvo que perder una guerra. La Guerra Civil acabó con el esfuerzo renovador que estaba construyendo una Escuela Nueva en España en los años veinte y treinta, represaliando al profesorado más implicado e innovador y convirtiendo a sus líderes, Fernando Sainz entre ellos, en fantasmas.

Tras la guerra, en 1939, Fernando Sainz se exilió. Un barco lo llevó, junto a María Teresa Martínez de Bujanda, su esposa, de Francia a la República Dominicana, donde siguió enseñando y escribiendo. Así, por ejemplo, un libro suyo, Un Estudio sobre Psicología y Educación Dominicanas (1945) es una de las primeras publicaciones de Psicología como nueva área de conocimiento en la universidad dominicana. Finalmente, Fernando emigró a Puerto Rico y desde ahí a Estados Unidos, donde falleció en 1959.

A partir de ahí Fernando se convertiría en un fantasma. Su obra, que en 1936 ya contaba con cuatro ediciones, nunca volvió a ser reeditada. Su propuesta sobre el método de proyectos cayó en el olvido. Su propio nombre desapareció de nuestros libros de Pedagogía.

Como la historia personal de Fernando Sainz, la Historia de la Educación española de los años treinta está llena de fantasmas. Rostros sin nombres de maestras y maestros nos miran, mudos, silenciados, borrado todo vestigio de su dedicación al magisterio y a la renovación de la Educación de nuestro país. Los nombres de nuestros colegios e institutos, que sí celebran profusamente el santoral, no hacen justicia a estos maestros; en muchas ocasiones ni sus pueblos dedican una calle o una plaza a su memoria; y en las facultades, todos aprendemos la importancia de Dewey o Freinet – que indudablemente la tienen – pero no conocemos los nombres de quienes trajeron esas aportaciones a nuestro país. Quizás, en buena medida, por eso hoy confundimos innovación con novedad y seguimos debatiendo si incorporar o no muchos de los avances acaecidos a principios del siglo XX y avalados por cien años de experiencias. Ni conocemos a nuestros fantasmas ni reconocemos sus aportaciones.

Pero si nos preguntamos qué podemos hacer nosotros al respecto, entonces os propongo una fábula de animales.

Esta fábula podría comenzar diciendo «Érase una vez una hormiga que iba todos los días a clase con el resto de sus compañeras hormigas, todas en fila, disciplinadas y laboriosas»; o también podría comenzar diciendo «Érase una vez una cigarra que impartía unas conferencias brillantes y apasionadas, que convencían a todos los insectos de la bondad de sus palabras con solo escucharla, fuera cual fuera el tema de su disertación e incluso su experiencia en ese tema».

Sin embargo, en esta ocasión no hablaremos ni de la hormiga ni de la cigarra, ni tampoco de los zánganos, las moscas, las arañas u otros insectos: en esta ocasión me gustaría escribir una fábula sobre las abejas.

Las abejas, mientras la hormiga y la cigarra discutían acaloradamente, seguían afanadas en su tarea. Por un lado, construían con esmero la colmena; por otro lado, invertían mucho tiempo y esfuerzo en localizar las mejores flores de su entorno para libar el polen y traerlo de vuelta a la colmena junto con la información sobre dónde se encuentran esas flores; con eso conseguían no solo alimentarse y fabricar cera y rica miel sino que también lograban polinizar las flores del prado, haciendo que este siguiera vivo y luciera fresco y hermoso.

Pues bien, cuando nosotros nos planteamos qué podemos hacer por recuperar el espíritu de aquella Escuela Nueva, debemos pensar en las abejas. Fernando Sainz y muchos de sus compañeros y compañeras eran como las abejas: grandes conocedores de su terreno pero sin miedo de salir fuera para aprender y traer esa información de vuelta a España y a su entorno; centrados en plantear reformas viables y que contribuyeran de manera significativa a la mejora colectiva; dispuestos a basar su pensamiento y su acción en la mejor investigación internacional del momento y en las experiencias locales más relevantes; implicados con su realidad de manera pragmática pero con capacidad, finalmente, para trascender y pensar de manera teórica.

Por esa razón, cuando tanto se pide un Pacto por la Educación y desde tantos frentes se piden o se auguran cambios en la escuela, debemos reflexionar más sobre las abejas. Necesitamos pensar en la capacidad de creación de las abejas, en su capacidad para la construcción colaborativa, en su capacidad para la polinización y en su capacidad de entrega y exploración.

Es más, necesitamos que la Administración y las Instituciones públicas y privadas piensen más en términos de abejas y promuevan eficazmente que las abejas puedan enriquecer sus colmenas trabajando en ellas pero conociendo otras realidades, dándoles oportunidades para pensar y narrar qué hacen dentro y qué han aprendido fuera. En definitiva, necesitamos profesionales que piensen en el bien común desde la propia realización de su responsabilidad personal, y que después difundan y formen desde la autoridad de su experiencia.

En mi opinión, no necesitamos refundar la Escuela Nueva sobre hombros de gigantes: necesitamos construir la Escuela Nueva sobre los hombros de las abejas.


En la presentación aparece una fotografía y una referencia a la escuela de José Sánchez Rosa en Sevilla en 1936. Aquí dejo el enlace a la Wikipedia con su biografía: otro de nuestros fantasmas.


Fotografía de Gerome Viavant en Unsplash

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