La gran evolución educativa pendiente, en mi humilde opinión

Aparentemente vivimos en un mundo competitivo. No quiero, por supuesto, negar la obviedad de la existencia de mecanismos competitivos en múltiples planos, sea la búsqueda de empleo, la carrera profesional o el posicionamiento social de los individuos en la escalera de la feria de las vanidades. Solo quiero decir que la competitividad es solo una de las diversas formas de relación social y que probablemente no sea, al menos en Educación, la estructura más efectiva.

Comenzaremos en el aula. Desde hace muchos años los trabajos de Slavin, Johnson y Johnson, Sharan o Kagan, entre otros, o de María José Díaz Aguado y Pere Pujolàs en el contexto nacional, demuestran que la gestión cooperativa del aula es más eficaz que la gestión individualista o competitiva. Asimismo, la investigación y las experiencias en torno a las comunidades de aprendizaje y los grupos interactivos ratifican que la cooperación en el aula tiene más potencial que otras estrategias de enseñanza.

El centro es también un espacio de colaboración. John Hattie defiende con su propuesta del Aprendizaje Visible que es necesario evaluar los efectos de la enseñanza y superar las diferencias existentes dentro de los propios centros para garantizar una enseñanza de calidad impartida por todo el profesorado. Para ello defiende lo que denomina collaborative expertise, es decir, la competencia profesional colaborativa o el trasvase de información acerca de prácticas eficaces entre los compañeros y compañeras de un mismo centro. Precisamente esta misma idea es la que defiende Antonio Bolívar (2012) cuando afirma que en una comunidad profesional de aprendizaje “todos los miembros de la comunidad educativa se sienten empoderados y comprometidos con los procesos de cambio y mejora en el centro”.

Es más, la colaboración no acaba en las paredes del centro. Los Planes Educativos de Entorno suponen reconocer que la escuela no es una isla de conocimiento sino que puede cumplir mejor su labor cuando se abre al entorno y busca la colaboración de las familias, los profesionales y las instituciones que la rodean. En este sentido, hoy entorno es una palabra en expansión que trasciende lo geográfico para incluir también lo digital: la escuela cuenta con un entorno de aprendizaje como organización de igual forma que cada miembro de la comunidad educativa cuenta con un entorno personal de aprendizaje que incluye a personas, herramientas, servicios y dispositivos que le permiten aprender de manera ubicua y permanente.

Precisamente, esta idea de entorno de aprendizaje nos lleva a abrir las puertas de la colaboración a la ciudad. Desde finales de los años 90 del siglo XX diversas ciudades experimentan con el trazado de líneas de colaboración educativa bajo el concepto de ciudades educadoras y hoy este concepto, que goza ya de un recorrido suficiente como para conocer sus logros y sus problemas, aún sigue sirviendo para recoger la aspiración de muchos ciudadanos y ciudadanas por una Educación de calidad para todo el mundo, en todo momento y en todo lugar.

A la vista de esto, ¿cuál es el futuro de la Educación? En mi opinión el futuro de la Educación pasa por arrancar, asentar y generalizar la gran revolución pendiente: la revolución de la colaboración.

Bibliografía:
Antonio Bolivar. 2012. Políticas actuales de mejora y liderazgo educativo. Archidona: Aljibe.

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El pasado día 7 de febrero se publicó esta entrada dentro del monográfico Comprometidos con el futuro de la educación del periódico Magisterio. En este sentido, además de felicitar a Magisterio por su 150 aniversario, quisiera agradecerles que pensaran en mí para su monográfico: siempre es un placer poder escribir y que alguien se interese por tu pequeña aportación y le de visibilidad.

Imagen: Margarida C. Silva en Unsplash

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