Jugar el partido

El deporte siempre ha jugado un papel importante en mi vida. Recuerdo los partidos de baloncesto con el equipo de mi colegio: la emoción de los partidos en nuestra cancha y ante “nuestro público” – madres y padres fundamentalmente – las visitas a otros equipos, la alegría del éxito, el consuelo del entrenador ante los fracasos. Son buenos recuerdos que conservo con cariño pues, entre otras cosas, ahí estaban algunos de mis mejores amigos y ahí se encuentran algunos de los mejores momentos de mi infancia.

Cuando leí el libro de David Perkins titulado Making Learning Whole comprendí con facilidad la principal metáfora que estructura el texto y que ahora te planteo:

¿tú que prefieres, jugar el partido o entrenar?

Francamente, yo lo tengo claro: aunque me gustaba entrenar con mi equipo, lo que le daba sentido al esfuerzo de los entrenamientos era el partido. Practicábamos la presión en zona pensando en el partido contra el siguiente rival y ensayábamos la entrada a canasta imaginando que tendríamos la oportunidad de lucirnos con una bonita bandeja en el momento más oportuno del partido. El partido daba sentido a los entrenamientos posteriores, que servían para corregir errores, y también el siguiente encuentro era la motivación para entrenar nuevas jugadas y estrategias de tal forma que pudiéramos afrontarlo con garantías.

Sin embargo, en la escuela con frecuencia nunca llegamos a jugar el partido. No es extraño aun ver que somos capaces de pedir a nuestros estudiantes que memoricen la definición del cuento sin atrevernos a crear o a representar uno en clase; o podemos encargarles que hagan decenas de ejercicios sobre estadísticas o probabilidad sin llegar nunca a realizar una investigación donde unas u otras sean necesarias; o podemos recorrer todo el espectro de las Ciencias de la Naturaleza sin pasar nunca por el laboratorio, realizar una observación al aire libre o desarrollar un sencillo experimento. Somos, en muchos casos, entrenadores sin partidos.

En su libro, David Perkins denuncia con claridad y abundantes argumentos que diversos factores impiden jugar el partido completo en educación; entre otros, un currículo atomizado que se pretende cubrir completamente, sea como sea y caiga quien caiga (esas “enseñanzas mínimas” que son máximas…), unos libros de texto inflacionistas y que se interpretan de manera conservadora, una creciente presión de la Administración a través de pruebas estandarizadas y ciertas tradiciones de nuestra cultura de enseñanza como la elementitis o la ausencia de trabajo en equipos cooperativos hacen que los estudiantes se queden con frecuencia en la repetición rutinaria de actividades a las cuales no ven sentido alguno: solo el partido completo representa una auténtica actividad significativa que les ayude a comprender el sentido de su esfuerzo y, al mismo tiempo, les permita desarrollar sus competencias claves.

¿Y qué necesitaríamos cambiar para jugar el partido completo en la escuela? Para empezar, valorar si los contenidos que estamos enseñando realmente responden a alguna pregunta relevante para nuestros estudiantes y conectar así los contenidos con la vida son el primer paso adelante. A partir de ahí podríamos plantearnos, con Perkins, que un partido completo suele implicar algún tipo de investigación o de actuación en sentido amplio, que estas suelen requerir resolución de problemas, argumentaciones, explicaciones, búsqueda de evidencias y desarrollo de estrategias y que, finalmente, como resultado de tal investigación o actuación se debe crear algo, sea una solución para un problema, una imagen, una historia, un ensayo o un modelo.

Así pues, la ruta está trazada y parece clara y expedita. Es más, hoy se dan como nunca antes las condiciones para poder acometerla: podemos conocer con cierta facilidad ejemplos de prácticas educativas replicables o transferibles a nuestros contextos; tenemos materiales en abundancia para acompañarnos en el camino, sea en formato digital o en analógico; nuestra capacidad para trabajar colaborativamente se ha visto potenciada a través de la Red; incluso la Administración y la normativa, aunque siempre ambivalentes, parecen animarnos a jugar el partido completo en lugar de entrenamientos. ¿Qué nos detiene, por tanto, de comenzar el camino?

Apuntaré dos razones sobre las cuales podemos intervenir de las muchas que pueden incidir en nuestra falta de partidos: en primer lugar, nuestros propios marcos mentales y culturales, esas representaciones que utilizamos para interpretar la realidad y actuar en ella, están configurados históricamente para equiparar enseñar con la secuencia tradicional de presentación y práctica de los contenidos, sin ir más allá; en segundo lugar, cualquier cambio en profundidad requiere tiempo y el diseño de itinerarios de desarrollo profesional sostenibles personal, institucional y socialmente.

¿Estamos dispuestos a permitir(nos) el cambio? Espero sinceramente que sí: no podemos escondernos detrás del parapeto de la falacia de la cultura del esfuerzo depositando en los hombros de nuestros aprendices la responsabilidad de no querer afrontar los cambios que sabemos que son necesarios para ellos… y para nosotros. ¡El partido debe comenzar ya!


 

Este texto ha sido publicado el día 28 de abril de 2016 en el Periódico Escuela.

2 Comments

  • Es un símil muy gráfico, comprensible en todas sus etapas y facetas, transportable a nuestro trabajo diario en clase. Estoy de acuerdo con tu planteamiento, Fernando, con las razones que argumentas para no empezar el partido. Pero me pregunto a cuántos docentes les han dejado jugar anteriromente el partido, cuántos lo han experimentado. Esa es otra traba, nuestra incertidumbre ante la posibilidad de que sea incluso necesario, porque los estudiantes si estudian, ya saben las cosas. ¿Verdad que muchos piensan así? Nos cuesta mucho dar un paso atrás y dejar a nuestros alumnos y alumnas dirigir la orquesta, la mayor parte de las veces los tenemos de ayudantes y claro, en el banquillo, no se juega tampoco el partido.
    Gracias, Fernando, por hacernos pensar

    • ftsaez dice:

      Gracias a ti por tu comentario. Tienes razón, no es fácil promover que tus estudiantes jueguen el partido si tú no lo has jugado nunca: en ese proceso de cambio estamos.
      Un abrazo

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