El plurilingüismo como opción ética

Dos fuerzas recorren el sistema educativo.

Una de ellas avanza montada sobre los hombros del capital; otra nos llega de la mano de la ética, traída por las migraciones que nos hacen repensar quiénes somos.

La primera de estas fuerzas habla el discurso de la «calidad»; la segunda de las fuerzas habla el discurso de la diversidad, que muchos se empeñan en decir que es la fuente de todos los males sin darse cuenta de que la diversidad es intrínseca a la sociedad, antes, ahora y siempre.

La primera fuerza, la del capital, es monolingüe y monolingüista. La segunda fuerza, la de la diversidad, es plurilingüe y plurilingüista.

La primera fuerza habla una lengua, no te entiende si no hablas su lengua y no quiere que hables otra cosa que no sea su lengua. La segunda fuerza habla multitud de lenguas; cuando te escucha, intenta entenderte y, cuando habla, intenta hacerse entender.

Si quieres saber más sobre estas dos fuerzas, revisa una de las últimas anotaciones del blog del Observatorio Atrium Linguarum, el artículo de Manuel González Piñeiro «Comunicación y diversidad lingüística en la Unión Europea: hacia una didáctica del plurilingüismo y la interculturalidad» o el libro de Juan Carlos Moreno, De Babel a Pentecostés: Manifiesto plurilingüista. Los tres están vinculados (a ver si descubres cómo).

El plurilingüismo es factible pero requiere

  1. aceptar la idea de competencia parcial;
  2. re-equilibrar la percepción de importancia entre la producción y la comprensión;
  3. planificar la enseñanza a largo plazo;
  4. asumir que el aprendizaje de idiomas es un aprendizaje a lo largo de la vida (no sólo a lo largo de la escuela) y también para la vida (no sólo para la escuela).

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