Asesorías para el siglo XXI

En el futuro de la educación (y quizás también de la vida) solo nos esperan cambios, y el ritmo del cambio no va a disminuir. Es más, el cambio es lo único con lo que podemos contar con seguridad porque, no nos engañemos, en el pasado no hay ningún paraíso perdido y tampoco en el futuro tenemos garantía de ninguna Ítaca. Muy probablemente tendremos que vivir en la incertidumbre de estar constantemente haciendo ajustes ante el cambio como único horizonte para garantizar una buena educación.

Para estar preparados para esta situación necesitaremos, entre otras virtudes, buenas dosis de flexibilidad, de voluntad y de compromiso, sin lugar a duda, pero solo con valores no podremos garantizar un buen servicio. Antonio Bolívar (2012: 47) resume clara y tajantemente la tarea de la escuela en una frase:

«Las escuelas en el siglo XXI deben asegurar, a todos los estudiantes en todos los lugares, el éxito educativo.»

Podríamos añadir que no podremos afrontar este reto en un mundo cambiante solo con valores, aunque estos también son necesarios.

El cambio exige de nosotros, individuos y organizaciones, al menos, dos cuestiones fundamentales: trabajo colaborativo y estar aprendiendo constantemente. El desarrollo profesional junto a nuestros compañeros y compañeras no es ya solo un elemento más de los factores de motivación en el trabajo pues se ha convertido, junto al desarrollo de la organización en su entorno, en la estrategia fundamental para estar a la altura de los retos que nos propone una sociedad cambiante.

Para cubrir esta necesidad de aprendizaje permanente el sistema educativo cuenta, en la mayoría de las autonomías y también en el Ministerio, con asesorías de formación. En mi opinión estas son un requisito indispensable no ya para el normal funcionamiento de los centros sino para el desarrollo de su capacidad de adaptación al cambio como variable independiente del sistema e, incluso, para garantizar la pervivencia de la escuela pública tal como la entendemos hasta hoy; en este sentido, siempre he defendido la existencia de una red de asesorías de formación capaz, eficaz y suficiente para cubrir el tamaño y la complejidad de nuestro sistema educativo, como se puede ver en los enlaces que menciono al final de esta entrada.

Sin embargo, las asesorías de formación, y los centros del profesorado, también están sujetas al dictado del cambio. Su función no es inalterable, ni sus prácticas pueden serlo tampoco. Si  la escuela debe estar aprendiendo de manera permanente, ¿no deberían las asesorías de formación hacer lo propio, e incluso en mayor medida?¿No deberían ser, decididamente, una fuente de conocimiento pedagógico?¿No deberían ser un auténtico motor de transformación e innovación?

En este sentido la pasada semana se reunieron en el Berritzegune Nagusia (Bilbao) las directoras y directores de todos los centros del profesorado (berritzegune) de Euskadi junto a algunos representantes de la Inspección Educativa y del Servicio de Innovación vasco. Era, en mi opinión, una cita importante pues no es frecuente que personas con tanta responsabilidad encuentren la ocasión para sentarse juntas a pensar y debatir cómo deberían ser las asesorías de formación en este momento particular y en el futuro.

El planteamiento con el que estuvimos trabajando quería ser coherente con la introducción anterior y, por ello, comenzamos pensando cuáles habían sido nuestros fracasos en nuestra historia reciente, nuestra particular tierra baldía. Solo una vez que entendamos que nuestros fracasos son multicausales y que siempre estamos, y estaremos, trabajando al borde del fracaso, podremos asumir realmente que la única manera de estar preparados es garantizando que tenemos estrategias para aprender de manera constante, de nuestros fracasos tanto como de nuestros éxitos.

El punto de partida, por tanto, es pensar la escuela como una institución que se enfrenta a múltiples problemas, y que las soluciones a estos problemas no están (normalmente) previstas en un manual de instrucciones. La escuela afronta sus problemas construyendo conocimiento y la labor de las asesorías de formación es, precisamente, generar un contexto tal que permita la mejor construcción de conocimiento posible por parte de los centros educativos, o los mejores procesos de transferencia del conocimiento posibles.

En esta reflexión propuse tres retos para las asesorías de formación:

  • Mapear los procesos de construcción y transferencia del conocimiento en los centros educativos, es decir, ser capaz de trazar las rutas que permiten a los centros conseguir el conocimiento que necesitan para afrontar los problemas y generar soluciones adecuadas. Para ello, en línea con el trabajo que estamos realizando en Conecta13, expuesto por David Álvarez en su entrada «Las organizaciones aprenden en los pasillos«, revisamos las propuestas de Nancy M. Dixon sobre la construcción de conocimiento común y los procesos de transferencia del conocimiento. En particular, creo que la reflexión sobre el tipo de transferencia que se necesita dependiendo del tipo de conocimiento que se requiere para cada problema ha estado ausente en los centros del profesorado y es fundamental desarrollarla en profundidad:

 

Así mismo, también revisamos algunas claves acerca de la difusión de la innovación en otros sectores que bien podrían ser aplicables a la Educación. En concreto, nos preguntamos si la pretensión de conseguir que la innovación se asiente en la práctica simplemente a través de la legislación y un proceso formativo transmisivo no es, como poco, naíf, y si necesitaríamos procesos más complejos para conseguir que una innovación determinada se vea reflejada en el aula (por no hablar de dos cuestiones importantes, como son la validez previa que justifica que esa innovación sea difundida y la evaluación posterior de esa innovación y su incidencia en el aprendizaje).

 

  • El segundo reto que nos propusimos fue revisar críticamente la actividad asesora en relación con los procesos de construcción y transferencia del conocimiento en contextos educativos. Si la escuela y los docentes pretendemos que sean personas que aprenden de manera permanente, el perfil del asesor o la asesora de formación ha de desarrollarse en consonancia. Para ello propusimos el siguiente esquema de trabajo, que ya presentamos anteriormente en el CEP de Córdoba y presentamos aquí en forma de entrada:

Es decir, nos planteamos una cuestión trascendental para la asesoría de formación: si las asesorías desean realizar adecuadamente su labor, necesitan tener credibilidad, y la credibilidad depende de cuestiones como la identidad y la confianza, la acción y la eficacia de sus propuestas, la influencia y la persuasión y, sobre todo, su capacidad de acompañar la transformación y los resultados que se obtengan. Sin tener como referentes estas ideas, las asesorías de formación gestionadas por la Administración pública pierden credibilidad, lo cual mina su fortaleza y corren el riesgo de ser, primero, fagocitadas por la iniciativa privada y, después, desaparecer, desafortunada e irremediablemente en medio de acusaciones de falta de eficacia, como ya ha ocurrido (de manera falaz, en mi opinión) en diversas autonomías.

  • Para ello, sin embargo, no es suficiente, aunque sí importante, empoderar el perfil de las asesorías; también es necesario diseñar nuevas estrategias de asesoramiento para la construcción y transferencia del conocimiento en los términos aquí expresados. El curso, la ponencia y el seminario ya no son estrategias válidas, si en algún momento lo fueron. Es necesario evolucionar y para ello hoy ya contamos con diversos formatos que permiten a los centros o los equipos docentes generar conocimiento y transferirlo a aquellas unidades que lo necesitan.

En resumen, las asesorías de formación pueden ser un factor decisivo en el proceso de construcción y transferencia de conocimiento en los centros educativos pero para ello han de estar a la altura del reto y del esfuerzo que se exige a los centros por actualizarse, comprender e intervenir en la realidad educativa. Esta es la coyuntura a la que nos enfrentamos. Para las asesorías no hay alternativa: o van por delante de los centros, o como mucho a su lado, o el futuro de la formación permanente del profesorado no pasará por ellas y, además, habrá gente que se alegre.


Bibliografía:

  • Bolivar, A. 2012. Políticas actuales de mejora y liderazgo educativo. Archidona: Aljibe.

Presentación de la sesión del 5 de mayo de 2017 en el Berritzegune Nagusia (extracto):

Otras entradas sobre formación permanente del profesorado:

Imagen: André Sanano vía Unsplash

1 Comment

  • VISITACIÓN ELENA JARQUE dice:

    ¡Excelente reflexión sobre las asesorías y la formación! Recibida desde la Asesoría de Innovación del CIFE Ángel Sanz Briz de Teruel como documento de debate y punto de apoyo para el avance. Un saludo, Mariví Elena.

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