Voces en silencio
Son las nueve de la mañana. Por las calles que conducen al gran Centro Comercial avanza un pequeño ejército de trabajadoras. Caminan apresuradas para llegar a tiempo, abrigadas por el frío, con el sabor del café caliente en los labios y la esperanza de que las ocho horas que pasarán de pie, con la sonrisa puesta, pasen tan rápido como sea posible.
En sus manos llevan un bolso de plástico transparente que deja a la vista sus pequeñas intimidades: la barra de labios, el lápiz de ojos, un pequeño bote de colonias, las gafas de sol, las llaves de casa. Cuando las trabajadoras entran en el Centro Comercial se les exige no solo rendimiento y eficacia, sino también entrega total y transparencia. El principio de la desconfianza y el control vuelve hacia estas trabajadoras – especialmente hacia ellas, y en menor medida hacia ellos – el ojo invisible de la vigilancia que todo lo ve y lo quiere ver.
Sin embargo, queriéndolo ver todo, la Empresa prefiere no ver nada. La Empresa no quiere entender los problemas que cada una deja en su casa, ni las estrecheces para llegar a fin de mes con la paga que recibe. No entiende que los días festivos no se pueden pagar con dinero porque son días de vida que se restan a las familias y a una misma. No entiende, ni siquiera, que quizás, si les preguntaran a ellas, la Empresa se gestionaría de otro modo, quizás más eficaz, quizás más humano, quizás más personal.
La Empresa no está pensada para ellas. La Empresa no ha pensado en su comodidad ni en su bienestar. Ellas son solo un eslabón más en la cadena del comercio. Ellas simplemente responden a tu pregunta por el precio o por la talla, solo te cobran el producto y lo envuelven para que te lo lleves felizmente a casa. La Empresa no es para ellas, es para ti.
La Empresa está diseñada para satisfacer al consumidor, estimulando sus deseos y dando salida a sus necesidades, sean estas genuinas o provocadas por la propia Empresa a través de la publicidad y la imagen. Las trabajadoras solo son una voz silenciosa en el trámite de la compra-venta.
Como el centro comercial, pienso que la Escuela trata, en muchos casos, a las niñas y niños como a estas trabajadoras. No me refiero a cada centro educativo individualmente, ni mucho menos a cada docente, pues en la profesión y en el sistema educativo hay muchos ejemplos de escuelas que han encontrado la manera de humanizar la relación con sus estudiantes. Sin embargo, la Escuela, como institución, puede que trate a las niños y las niñas como esta Empresa trata a sus trabajadoras.
Cuando las niñas y los niños llegan a la Escuela, les espera un horario que no tiene necesariamente por qué haber sido pensado en su beneficio; junto con ese horario comienza un trasiego de docentes, cada uno con sus preocupaciones y requerimientos, no siempre coordinados entre sí pero todos coincidentes en esperar la máxima entrega por parte de los aprendices. A cambio de esta entrega a las exigencias de la institución, la Escuela ofrecerá a los estudiantes una calificación que transmite, supuestamente con eficacia, la cantidad de contenido que se ha depositado en el bolso transparente que todos los niños y niñas deben portar en su cerebro y su corazón.
Mientras tanto, la voz de las niñas y los niños no se espera que sea oída. Sus interpretaciones de lo que ocurre en la Escuela no importan a la institución. Sus posibles ideas de cómo mejorar el proceso de aprendizaje no parecen relevantes. La Escuela lo planifica todo sin contar con ellos, lo determina todo sin preguntarles nada, lo decide todo porque la Escuela no es para ellos: la Escuela es para ti.
La Escuela es una institución social que históricamente satisface necesidades sociales – e incluso familiares – pero no necesariamente las necesidades vitales de las niñas y niños que habitan la misma Escuela. Las niñas y niños en la Escuela solo son una voz silenciosa en el complejo proceso de socialización.
Precisamente el pasado día 8 de febrero celebramos un encuentro de la Asociación Educación Abierta con el título «Todo para los alumnos pero sin los alumnos«. En este encuentro pretendíamos reflexionar sobre este fenómeno tanto estudiantes y docentes como otros profesionales y personas interesadas en la educación. Para ello dividimos la sesión en tres momentos: arrancamos, en primer lugar, con un debate a dos entre Fernando Tébar y Manuela Lara, que ya nos permitió ver enfoques distintos respecto a la atención a la voz de los estudiantes; tras este debate dimos paso a un rico trabajo en grupos heterogéneos que concluyó con una exposición final que sintetizará el debate de los grupos.
Por mi parte, tuve la suerte de moderar el debate entre Fernando y Manuela, aprendiendo de la experiencia y sabiduría de ambos. Por otro lado, a modo de introducción en el debate preparé una pequeña presentación con diez citas de importantes autores y autoras tratando el tema que nos reunía; os la ofrezco a continuación:
Así mismo, la Asociación Educación Abierta ha recogido en vídeo el desarrollo de todo el encuentro, como puedes ver aquí:
También te recomiendo que dediques unos minutos a escuchar a Paloma, Diego e Isabel, que nos dan su visión del encuentro y de las conclusiones del mismo:
También se recogieron en vídeo las palabras de Fernándo Tébar y Manuela Lara, como puedes ver a continuación:
Ya para acabar también te dejo aquí mi síntesis del encuentro justo al final del mismo:
Finalmente, la crónica de Madrid Diario también permite ver qué hicimos en este encuentro.
Obviamente, las preguntas y el problema permanecen abiertos: ¿Tenemos una Escuela que dice hacerlo todo para su alumnado pero sin contar con su alumnado?¿Se han dado pasos adelante – o hacia atrás – para poder escuchar realmente a los estudiantes?¿Qué perdemos y qué ganamos cuando escuchamos de verdad a los niños y niñas?¿Hasta qué punto debemos hacerlo?¿Existe algún riesgo implícito en esta escucha?¿Responde la Escuela a los intereses del alumnado o a otros intereses diferentes?
Estas y muchas otras preguntas aun están por resolver. Esperamos que actividades como esta de la Asociación Educación Abierta nos permitan ir encontrando respuestas que iluminen, aunque sea parcial y fugazmente, nuestro camino.
Salud
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