Una escuela de niños y niñas
Acabo de leer un libro de Francesco Tonucci recientemente publicado por Graó. Su título es «Peligro, niños» y en él Tonucci insiste reiteradamente en la necesidad de escuchar a niños y niñas y en la posibilidad de pasar de «diseñar para los niños» a «diseñar con los niños».
Este principio, que Tonucci aplica a la ciudad, debería ser un principio fundamental en la escuela, pero no lo es. Usando una imagen médica, nuestra escuela se preocupa tanto por curar enfermedades concretas que no se da cuenta de que pierde al paciente en su totalidad. Nuestra escuela, que debería ser una escuela de niños y niñas, es en realidad una escuela de adultos incapaces de hablar con los niños, de pensar como niños y ni siquiera de saber qué es lo mejor para ellos.
Así, en Infantil se observa una tendencia preocupante a abandonar las asambleas, los rincones y el aprendizaje basado en proyectos en beneficio de los «métodos» y los «proyectos», que no son más que dos eufemismos – el segundo literalmente aberrante – para denominar a los libros de texto en esta etapa. Posteriormente, desde Educación Primaria en adelante, nuestros niños y niñas se ven sometidos a una educación memorística («bancaria», que diría Freire) ligada a contenidos que contradicen los propios objetivos de la etapa.
Por poner un ejemplo, ¿cuándo nos daremos cuenta de que invertir tiempo y esfuerzo en aprender reglas gramaticales como supuesto paso previo a la comunicación no garantiza, precisamente, una buena comunicación oral o escrita? Sólo plantear tareas comunicativas favorece la comunicación y la atención a la forma debe ser, en realidad, un ejercicio de monitorización y reflexión posterior a la comunicación, tanto en las lenguas oficiales como en las lenguas extranjeras presentes en el currículo. Y siguiendo esta línea podríamos hablar de unas matemáticas repetitivas y descontextualizadas, un conocimiento del medio donde realmente nunca se conoce el medio donde viven niños y niñas, unas ciencias sociales que consisten en memorizar datos más que en hacer sociología o historia, unas ciencias de la naturaleza alejadas del entorno natural, etc.
La escuela que pretende saber cómo enseñar ha perdido la humildad de dialogar consigo misma y con los niños y niñas para saber si realmente está consiguiendo su objetivo. Es necesaria una «didáctica de la sospecha» que nos haga replantearnos constantemente si nuestra tradición pedagógica es una ayuda o una trampa; si cuando diseñamos una secuencia nos estamos planteando seriamente qué tipo de individuo estamos formando, cuáles queremos que sean las competencias que desarrolle y cómo podemos ayudarle; si las actividades que proponemos son atractivas, realistas y forman parte de las actividades propias de la comunidad de práctica que configura un área de conocimiento.
Finalmente, una escuela de los niños se podría plantear si es educativo y si es eficaz permitirnos que la escuela, a fuerza de ser individualista, se vuelva competitiva, cuando sabemos que ni lo uno ni lo otro beneficia al aprendizaje. Seguro que más de uno – sobre todo si no son educadores o no han leído nada de investigación educativa – clamarán que la competitividad siempre es positiva, pero no es así. Nuestros niños y niñas no son micro-empresas que deban competir en el mercado. Son seres humanos que se benefician de la cooperación como vía de socialización y de aprendizaje. Trabajar juntos en un proyecto ilusionante es la mejor garantía de éxito y satisfacción, pero tenemos que escuchar a niños y niñas para darnos cuenta de que el aburrimiento, la soledad y la frustración son realmente nuestros enemigos. Nos puede ayudar, también, escuchar a los muchos docentes que sí están sabiendo proponer retos atractivos a su alumnado y que saben cómo desarrollarlos con eficacia.
¿Sabremos escuchar?
Imagen: National Assembly for Wales
Parece evidente que es más fácil sentir afecto por un compañero que por un competidor, pero hay pocas ocasiones en las que pueda surgir el compañerismo y muchas en las que se hace público que unos lo han hecho mejor que otros. Y esto influye en nuestra escala de valores, porque lo que se valora socialmente condiciona enormemente lo que cada uno considera como valioso.
Y si no se valora el arte ni se fomenta el movimiento, salvo como forma de evasión y objeto de consumo, la personalidad que se construya, las capacidades que se desarrollen, la identidad personal que se conforme y la comprensión de la realidad que se obtengan serán, como poco, impostadas e incompletas.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/el-privilegio-de-impartir-una-maria
Cuanta razón…
Ni un pero. Y mira que a mí me gusta apostillar… Redondo.
Y… Y luego me lo he pensado mejor. Porque tu post merece algo más que una mera felicitación (que también). Merece ser la base para un debate.
Creo que toca empoderar (a mí me gusta la palabra porque la usó Freire) al alumnado. Que el nuestro, el docente, sea un proceso que se inicia estando y se continúa desapareciendo paulatinamente mientras aparece el conocimiento y las redes de personas que lo hacen fluir, que lo usan.
Y también nos toca esperar (tener esperanza) que ese uso sea para bien…
Pero ese desaparecer no es trivial… No veo posible desaparecer mientras la educación sea una experiencia individual. ¿Cómo conectamos a nuestros alumnados para que formen comunidades virtuales de aprendizaje?
Pero ese desaparecer no es trivial… ¿Qué indicadores usamos para evidenciar que el proceso va bien sin nunca hemos puesto en marcha un proceso de este tipo a esta escala?
Pero ese desaparecer no es trivial… ¿Desaparecerá la figura del profesorado conforme aparecen y se consolidan comunidades virtuales de aprendizaje de naturaleza inclusiva (las excluyentes no me interesan)?
GRACIAS FERNANDO y GRACIAS TONUCCI.
Después de leer tu entrada, me sonrio, me enorgullezco, miro hacia atrás y digo GRACIAS.
Gracias porque hubo una tiempo que pensé, que los docentes eran sordos, pensé que la docencia era gris, pensé que el camino se alejaba de Oz, pensé que dejaba de ser Momo, pensé que dejaba de ser vaca verde y me convertía en vaca frisona.
Hoy, sigo fiel a mis comienzos, trabajo me ha costado, escuchando eficazmente a mi alumnado, siguiendo NUESTRO camino, labrando junt@s el sentido , con sentido…común,( que no es tan común) y siendo humilde, porque sigo pensando que tengo tanto que aprender de ell@s,…y hoy sonrio, porque soy MAESTRA y me siento orgullosa de la maestra que soy.
Para muestra un botón, escuchadlos merece la pena.
http://unmundillodiferente.blogspot.com.es/2013/02/nuevo-proyecto-en-marcha-los-relojes.html
Hace 2 años viajé con Francesco 300 km. Yo conducía y el me iba dando conversación. Una genialidad detrás de otra. Nos conocíamos de los primeros años de Acción Educativa. Recordamos a Giani y a Fiorenzo…fue magnífico escucharle decir, no hagáis más leyes, ni reformas, formad al profesorado. Tenéis la mejor infantil, la relativa primaria y la incalificable secundaria y os empeñáis en que todos imiten a la última…