Notas para el diseño de un proyecto educativo de ciudad: el caso de Algeciras
Estamos tan acostumbrados en nuestra sociedad a usar los posesivos que algunas preguntas resultan extrañas. ¿A quién pertenece el aire?¿Y el agua?¿Pertenecen realmente a un ayuntamiento o a una empresa concesionaria?¿No nos pertenecen a todos? Tenemos tanto miedo a la palabra «común» en esta sociedad de mercados que cabe la posibilidad de que, cuando afirmes «el aire o el agua nos pertenecen a todos», la expresión te resulte extraña.
Y la educación, ¿a quién pertenece?¿Es del Estado acaso?¿De las familias?¿De los equipos directivos o del profesorado?¿Es posible afirmar que «la educación nos pertenece a todos»? Porque, si nos pertenece a todos, como yo así lo creo, eso implica que todos tenemos derecho a la educación pero también que todos tenemos la responsabilidad de cuidar de ella; o lo que es lo mismo, todos compartimos el derecho y la responsabilidad de hacer que llegue a toda la ciudadanía y hasta cada rincón del territorio una educación de calidad.
Esta educación como valor común se desarrolla, principalmente, en el plano local. Aunque los municipios tienen unas competencias muy reducidas en materia educativa, la ciudad o el pueblo es el entorno real donde transcurre nuestra vida y donde, por extensión, la educación tiene lugar (incluso si pensamos en educación a través de la Red, pues es en la habitación conectada, o en la vivienda, la biblioteca, la calle u otros espacios, donde nos unimos a las redes de aprendizaje on-line).
Es cierto que nuestra sociedad se ha dotado de un instrumento especial, la escuela, para desarrollar el derecho a la educación, y que este instrumento especial lleva la responsabilidad educativa inscrita en su ADN – y la realiza con razonable eficacia. Sin embargo, la escuela hoy no es capaz de cubrir todas las necesidades y las demandas de una sociedad compleja y requiere del apoyo de toda la ciudadanía para que los habitantes de un municipio puedan disfrutar de experiencias de aprendizaje a la altura de los retos a los cuales se enfrentan en su vida cotidiana.
En este sentido, la ciudad cuenta con recursos y ofrece posibilidades que, sin ser educativas en primera instancia, sí pueden convertirse en oportunidades para el aprendizaje. El entorno natural, la herencia histórica, los espacios de ocio y encuentro, la oferta deportiva, la infraestructura tecnológica o el propio potencial humano de la ciudad permiten al ciudadano aprender y desarrollarse más allá de los conocimientos y las competencias que proporciona históricamente la escuela – con todo lo importante que estas son, obviamente.
Así pues, la Ciudad Educadora es el intento de poner todos los recursos y el potencial del municipio al servicio de la educación de todos los ciudadanos, y muy especialmente de aquellos que más lo necesiten. Con ello la ciudad no solo cubre las necesidades presentes de sus ciudadanos y ciudadanas sino que construye de manera activa su propio futuro y aspira a que ese futuro sea feliz para todos.
Para convertirse en Ciudad Educadora es importante que se den algunas condiciones que garanticen el buen desarrollo de este movimiento utópico. En primer lugar, la ciudad debe contar con un Proyecto Educativo de Ciudad (PEC), en la misma medida que siempre es deseable que los centros educativos cuenten con un Plan Educativo de Entorno. De esta forma, la Ciudad Educadora trasciende a su propio ayuntamiento y la oferta educativa que puede que este esté realizando de cara a los centros escolares de la localidad. El PEC no es para menores, es para todos los habitantes de una localidad y aspira a convertirse en una herramienta para el aprendizaje permanente a lo largo de toda la vida.
Para conseguirlo la segunda condición de una Ciudad Educadora es querer ser colaborativa y participativa, y no panóptica. El objetivo no es que el Ayuntamiento controle todas las actuaciones posibles a realizar en una ciudad durante un período de tiempo determinado como si fuera un simple catálogo de servicios, sino que cree un marco de posibilidades para que la sociedad civil, las instituciones de la política y la iniciativa privada y mercantil puedan desarrollar actuaciones educativas, que serán coordinadas para potenciar su impacto y su utilidad.
Así mismo, y como tercera condición, la Ciudad Educadora es un juego de equilibrios que busca promover la identidad de la ciudad y sus habitantes al mismo tiempo que promueve la innovación y la transformación. Como afirma Joan Subirats (2016),
No hay futuro para comunidades locales aisladas y solo centradas en sus peculiaridades, pero probablemente tampoco lo hay para conglomerados locales artificialmente creados, sin sentido de pertenencia.
Es decir, la Ciudad Educadora asienta la vinculación de los ciudadanos con su entorno en la misma medida que abre vías para explorar posibles futuros para la ciudad y sus habitantes.
Con estos mimbres la ciudad puede acometer la tarea del diseño de su PEC. Como en cualquier otro plan estratégico, es necesario un tiempo de toma de conciencia de la necesidad del mismo proyecto educativo de ciudad, tras lo cual se debe acometer un diagnóstico serio de la situación. Este se puede realizar, al menos, en dos sentidos: el mapeo de las necesidades educativas transversales para toda la ciudadanía y el análisis de las evidencias y los datos con los cuales se pueden establecer objetivos estratégicos relevantes para la cuidad. A partir de aquí será necesaria la definición de actuaciones concretas, el establecimiento de un calendario, la búsqueda de recursos y la definición de los mecanismos de evaluación que se utilizarán, finalmente, para valorar el impacto del PEC y considerar su éxito o las mejoras que sean necesario. En el siguiente gráfico se recoge, a modo de síntesis, este recorrido:
En definitiva, el Proyecto Educativo de Ciudad es el modo que tiene la ciudad de contemplar su presente y disponerse a construir su futuro con la mejor herramienta posible hoy a nuestro alcance: una educación de calidad para todos los ciudadanos y ciudadanas, sea cual sea su edad, género, procedencia o condición social. Todos somos ciudad; la educación es un derecho para todos y, también, una responsabilidad. Demos pasos para hacerlo realidad.
Comparto a continuación la presentación que tuve la suerte de exponer ayer en Algeciras sobre este mismo asunto. En ella podéis encontrar algunas de las ideas expuestas arriba junto a otras consideraciones más o menos «locales» en relación con un posible Proyecto Educativo de Ciudad en Algeciras, además de una colección de hermosas imágenes tomadas de Unsplash y de la cuenta en Flickr de Fran Trujillo. Espero que os sirva la presentación o algunas de estas notas que aquí he desarrollado:
Comparto también algunas entradas anteriores sobre el mismo tema, por si son de vuestro interés:
- Educación y Ciudad: preguntas para la reflexión ante la proximidad de las elecciones locales
- De la escuela emancipadora a la ciudad educadora
- Algeciras, ciudad educadora
Bibliografía:
Joan Subirats. 2016. El poder de lo próximo: las virtudes del municipalismo. Madrid: Los libros de la catarata.
Imagen: Plaza Alta de Algeciras en Wikimedia.
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