Los centros educativos como instituciones adultas

Existen diversas marcas sociales (además de fisiológicas y psicológicas) que distinguen a una persona adulta de un menor. Estas marcas identifican que una persona tiene control sobre su voluntad, sus decisiones y su actuación y que esta está vinculada con ciertos deberes y ciertos derechos como parte de su implicación en la vida social activa.

Una de las marcas de la vida adulta es la firma de contratos, y de manera específica de contratos de trabajo. Un contrato es un «acuerdo de voluntades» y en su firma se encuentran dos personas adultas para rubricar el acuerdo de realizar un trabajo a través de una relación pactada. Por ello, a partir de los 16 años una persona puede firmar contratos que le vinculen con un puesto de trabajo y desde entonces asume unas responsabilidades y será recompensado con un salario por su trabajo.

El pasado martes día 30 de septiembre asistí a la firma de los contratos-programa entre la Consejería de Educación y Universidades del Principado de Asturias y los centros que han optado por esta modalidad de trabajo. Cuando vi firmar a los centros pensé que esa firma es un símbolo de la «mayoría de edad» de centros educativos que han decidido autoevaluarse e iniciar un camino de mejora en tres líneas concretas: innovación metodológica, convivencia y atención a la diversidad. En ese sentido, entiendo que estos contratos-programa (que lanzó el Ministerio de Ángel Gabilondo y que la Consejería aún mantiene en solitario desde hace cuatro años) son una buena idea y pueden contribuir no sólo a la mejora sino a la mejora sostenible.

Para realizar ese camino cada centro moviliza a su equipo directivo (¡obviamente!) y a un «equipo impulsor» de docentes del centro. Estos «agentes de cambio» han de participar obligatoriamente en diversas sesiones de formación y después deben generar las oportunidades necesarias para que todo el centro trabaje en torno a estas tres líneas de mejora. Se espera generar así un movimiento en el cual participen no sólo los centros (o una buena parte de los miembros del claustro y la comunidad educativa) sino también los servicios centrales de la Consejería, las asesorías de formación de los centros del profesorado, la inspección educativa y el equipo de apoyo que acompañamos a los centros en su trabajo.

Por otro lado, me gustaría hacer públicas diversas cuestiones que surgieron en las diversas reuniones preparatorias para la puesta en marcha de los contratos-programa asturianos del curso 2014-2015 y que son relevantes para muchas otras actuaciones de cambio que promueven las distintas administraciones. Así, se habló de

  • el sentido de responsabilidad en los centros en relación con las actuaciones previstas;
  • la importancia de apoyar (casi «mimar») a los equipos directivos y los equipos impulsores en su labor de gestión del cambio;
  • la necesidad de que cada proyecto de mejora cuente con una masa crítica de profesorado implicado, e incluso hacer que esta masa crítica crezca;
  • la urgente obligación de garantizar la estabilidad del profesorado que se implique en proyectos de mejora;
  • el valor de documentar (y difundir) los procesos de cambio;
  • la riqueza de los espacios de intercambio de experiencias, presenciales y virtuales;
  • la obligación de gestionar con transparencia los contratos-programa, los proyectos y su evaluación;
  • la ganancia que supone la coordinación entre servicios de la administración educativa;
  • el interés de poder contar con espacios en la red para la comunicación interna y externa de los miembros de cada proyecto.

Por mi parte tendré la responsabilidad (y el honor) de acompañar a los centros que se encuentran en la segunda fase de su contrato-programa: tras la autoevaluación realizada durante el primer año, llega el momento de poner en marcha su plan de mejora y el eje de ese segundo año es la innovación metodológica. Trabajaremos para ello, a demanda de los centros, cuestiones como el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje cooperativo, el uso de las TIC en el aula o la evaluación trans-formativa. Además, son muchos los centros de esta segunda fase que han optado por replantearse el uso de los libros de texto (en concreto me complace trabajar de manera específica con tres centros de la Cuenca Minera asturiana que han tomado esta firme decisión) así que asumiremos este reto como uno de los objetivos de nuestros planes de mejora, con todo lo que ello implica de revisión metodológica, replanteamiento de roles, búsqueda de alternativas y evaluación de la experiencia.

No puedo ocultaros que estoy muy contento de poder gozar de esta oportunidad de aprendizaje: me emociona trabajar con «centros adultos» en el proceso que ellos mismos han definido como su plan de mejora, sin imponer mis temas sino asumiendo sus retos como los míos propios, una relación de adultos para una escuela que quiere saber tratar profesionalmente a sus niños y niñas.

En fin, espero que lleguemos a buen puerto. Os iré contando nuestros pasos por si en algún caso os sirve para establecer vuestro propio camino.

¡Hasta pronto!

Imagen de cabecera: Firma de un contrato, via Shutterstock

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