Frente al límite, de Tzvetan Todorov
Creo en el azar como un posible elemento regulador de nuestra actuación – esto quiere decir que a veces compro libros porque me gusta la portada o porque leo una página abierta al azar y me convence. Por eso, tras mi viaje a Varsovia, no pude evitar la tentación de comprar un libro de Tzvetan Todorov cuyo primer capítulo se titula, precisamente, «Viaje a Varsovia». Y la lectura que comenzó siendo curiosidad por la impresión que Varsovia pudo causar en Todorov ha acabado siendo una experiencia vital e intelectual de primera categoría.
Ya conocía a Todorov por uno de sus últimos libros, El nuevo desorden mundial, un complejo y polémico análisis de la política exterior de la «Administración Bush» y sus múltiples agresiones militares internacionales. Entonces pensé (yo no conocía sus estudios sobre el formalismo ruso, la verdad) que era alguien a quien seguir la pista, uno de esos transfronterizos que pueden ver la realidad desde muchos puntos de vista porque se han acostumbrado a vivirla así.
Frente al límite (impresionante Google Books), es realmente un libro bastante anterior, de 1991. Todorov visita Varsovia y queda impresionado por el «paisaje histórico» de tal forma que comienza a leer sobre la insurrección del gueto de Varsovia (1943) y sobre el alzamiento de Varsovia (1944). Estas lecturas le llevan a seguir el camino de los presos que eran transportados a los campos de concentración y exterminio nazis y también, por analogía con estos, a los campos de concentración rusos.
Con estas lecturas Todorov se impone la tarea de describir una moral construida a partir de las experiencias de los presos en estos campos: es la «moral de la simpatía», que se basa en las virtudes cotidianas de la dignidad, el cuidado y la actividad espiritual. Es un esfuerzo meritorio entresacar de las narraciones de los presos y presas de los campos de concentración y exterminio muestras de una moral que pretende superar la violencia como forma de relación, que pretende ir más allá del horror que supuso esta época en la historia de la humanidad. Las tres virtudes cotidianas que estudia Todorov son fundamentales para la construcción de una sociedad mejor. Así, opone la dignidad frente a «la fragmentación del comportamiento o la ruptura entre comportamiento y conciencia»; el cuidado frente a «la despersonalización de seres presos en el encadenamiento del pensamiento instrumental»; y la actividad espiritual en torno al conocimiento o la belleza frente al «placer del poder».
Quiero acabar con dos citas, de distinta índole:
«Las guerras ocurren lejos, las grandes calamidades están reservadas a otros. Nuestra vida no se desarrolla en los límites extremos. Sin embargo, una de las lecciones de ese pasado reciente es precisamente que no hay ruptura entre extremos y centro, sino una serie de transiciones imperceptibles. Si Hitler hubiera proclamado a los alemanes, en 1933, que en diez años iba a exterminar a todos los judíos de Europa, no hubiera ganado las elecciones como las ganó. Cada concesión aceptada por una población en modo alguno extremista era en sí misma insignificante; tomadas en conjunto llevaban al horror.»
¿Dónde estamos ahora?¿Habremos comenzado una nueva «transición imperceptible» del centro a los extremos?¿Habremos aceptado alguna concesión inaceptable?
«Me parece que hay muchos más actos de bondad de los que reconoce la «moral tradicional», la cual ha tenido la tendencia a valorar sólo lo excepcional, cuando es nuestra vida cotidiana la que está tejida con ellos. Los campos confirman esta omnipresencia ya que, incluso en las circunstancias de mayor adversidad que puedan imaginarse, cuando los hombres y las mujeres se encuentran desfallecientes de hambre, transidos de frío, agotados de fatiga, golpeados y humillados, continúan teniendo sencillos gestos de bondad: no todos, no todo el tiempo, pero de modo suficiente para que nuestra fe en el bien salga reforzada. Corresponde, pues, a nosotros, en nuestras existencias tranquilas, reconocer esos actos (de dignidad, de cuidado, de espíritu), valorarlos, impulsarlos más de lo que es común habitualmente, puesto que, aún estando al alcance de todos, representan uno de los logros supremos de la especie humana, y se tiene mucha necesidad de ellos en un mundo amenazado como el nuestro.»
Dignidad, cuidado, espíritu: yo, tú, el otro. Ética y comunicación son ámbitos vinculados.
Saludos
Hola (Soy Angel, aunque Nuria también suscribe este post)
Me alegro que tu visita a Varsovia te haya inspirado una reflexión tan interesante. Eso significa que la invitación a la cervecita y la tapa de atún de Barbate està más justificada ¿no? 🙂
Gracias, Nuria y Ángel, por haber sido unos fantásticos anfitriones en Varsovia. Contad con esa tapa: ¿os llevo allí el atún de almadraba o susbajáis vosotros hasta aquí?
Un abrazo
Fernando
Amigo Fernando:
Interesante ese libro de Todorov, que voy a leer en cuanto pueda. Desde una perspectiva acaso más desencantada está el testimonio de Primo Levi (Trilogía de Auschwitz) o las reflexiones de Hannah Arendt sobre la banalidad del mal. Auschwitz y el Holocausto han dado mucha literatura que habría que leer con lupa porque nos revela lo mejor y lo peor de los seres humanos. La idea de una moral a partir de aquello la recogió el filósofo Adorno que llegó a elevar a nuevo imperativo categórico el evitar a toda costa que algo como Auschwitz vuelva a producirse. Incluso la escuela y la educación deben contener de algún modo aquella tragedia, considerarla y partir de ella, decía. Por cierto, Auschwitz se ha repetido en Rwanda, Yugoslavia, Camboya, etc… demasiadas veces ya.
Un abrazo
Marcos
Amigo, te juro por la P-14 que he leído este libro pensando constantemente en ti y en cómo me gustaría comentarlo contigo delante de unas tapitas granadinas.
Todorov se basa en los testimonios de Levi y compañía, sumándoles los testimonios de los campos rusos, lo cual le da más peso a su argumentación.
En efecto, hay demasiados Auschwitz. Por eso necesitamos a gentes como Amnistía Internacional y otros, como tú siempre defiendes.
Dale caña a ese blog, me está encantando.
Un fuerte abrazo