Es la evaluación, amigo, la evaluación

Ayer dedicamos el día – en el encuentro con las asesoras y asesores de Castilla-La Mancha – a un tema fundamental: la evaluación. Perdón, he dicho «un tema fundamental» y quería decir «EL tema fundamental: la evaluación». Y fue muy interesante.

Comenzamos el día con un cuestionario en el cual preguntaba a los participantes tres cuestiones en relación con la evaluación: a) cuándo habían asistido a un curso sobre evaluación por última vez; b) qué métodos de evaluación utilizaban como docentes; c) qué evaluaban, para qué y quién eran los destinatarios de la información que se obtenía con la evaluación.

La reacción a estas preguntas fue muy reveladora. Los distintos grupos de trabajo fueron repitiendo la «respuesta políticamente correcta» que se espera de un profesor: tenemos formación sobre evaluación, utilizamos todo tipo de métodos de evaluación, se evalúa todo el proceso de enseñanza, principalmente para la mejora del aprendizaje, y los destinatarios de la información son tanto la familia como el propio centro y la administración.

Sin embargo, cuando empezamos a analizar estas respuestas, descubrimos que realmente la función básica de la evaluación es calificar para decidir la promoción y esta información tiene como destinatario principal a la familia. En esta línea, la diversidad de métodos de recogida de datos para la evaluación no es tal, sino que está determinada por la etapa educativa de la cual hablemos: el portafolio en educación infantil y primer ciclo de primaria, la observación, los «cuadernos» – ya no el portafolio – y pruebas escritas en el resto de la educación primaria y, finalmente, las pruebas escritas en educación secundaria.

Esta situación genera problemas evidentes, no sólo para el alumnado que habla otras lenguas sino para todo el alumnado. La función reguladora del aprendizaje – evaluar para aprender y para mejorar la enseñanza -, que es fundamental, no aparece por ningún lado, entre otras cosas porque no se asumen y utilizan las estrategias didácticas que permitirían establecer un contacto comunicativo entre el profesorado y los estudiantes para ver dónde se dan problemas (básicamente estructuras cooperativas de aprendizaje).

Además, los mecanismos de recogida de datos cambian según la etapa educativa, precisamente perdiendo eficacia para la recogida de datos. Las pruebas escritas no son eficaces para recoger los datos que necesitamos para regular el aprendizaje, y además no son técnicamente más objetivas que otras estrategias como el portafolio o la observación sistemática. Y los problemas que vemos para el uso del portafolio en educación secundaria no son más que excusas para evitar el cambio metodológico.

En resumen, tenemos mucho trabajo por hacer en torno a la evaluación del alumnado, del proceso de enseñanza, de los centros y del propio sistema. Sólo revisando, mejorando, cambiando la evaluación podremos cambiar nuestro «sistema de educación».

Salud

2 Comments

  • lola dice:

    Algún día dejaremos de «pesar el pollito y nos dedicaremos a engordarlo, hacerlo partícipe y que disfrute un poco más con su aprendizaje-perdón con su engorde.

    • Javier Albines dice:

      Muy buena la métafora, ojalá, ojalá y la predicción se cumpla y se deje de pesar pollitos y compararlos con pollitos de otras granjas…

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