Educar sin libros de texto: debate abierto
En noviembre de 2014 el Minister of State for Schools, Nick Gibb, entró de lleno en el debate sobre el uso del libro de texto en Gran Bretaña. Gibb criticó el crecimiento de una “ética anti-libros de textos”, que, según afirmaba, se podría correlacionar con los pobres resultados de su país en PISA frente a países como Finlandia o Corea del Sur. Para evitarlo pidió a los docentes, de manera explícita, que usaran libros de texto así como a las editoriales que produjeran libros de texto de calidad.
A partir de ahí se produjo una cadena de declaraciones a favor y en contra de los libros de texto. Así, Sir Michael Wilshaw, inspector jefe de la Ofsted (Office for Standards in Education, Children’s Services and Skills), declaró en junio de 2015 que la inspección educativa no toleraría que se usaran «scrappy worksheets» en lugar de libros de texto de alta calidad, y así se encargó de hacerlo llegar a los inspectores e inspectoras de educación a través de su conferencia en The Future of Education Inspection. Desde la perspectiva de ciertos centros educativos, Barnaby Lenon, presidente del Independent Schools Council, defendió públicamente el uso de libros de texto argumentando, entre otras cosas, el importante papel que estos han tenido en la historia de la educación:
“Textbooks of the past had a huge impact on education. They not only reflected exam board syllabuses, they influenced them. The best textbooks were the curriculum. They determined the level to which the better students worked.”
Por otro lado, Richard Culatta, asesor del presidente Obama y director de la Oficina de Tecnología Educativa del Departamento de Educación de los EE.UU., entró en el debate al afirmar que esperaba que los centros educativos a ambos lados del Atlántico hayan abandonado definitivamente el libro de texto en un plazo de cinco años, es decir, en torno al año 2020. En su opinión, es inevitable y deseable que los libros de texto sean sustituidos por aplicaciones y páginas webs que sean fácilmente editables y actualizables.
Así pues, el debate sobre el uso de los libros de texto trasciende los pasillos de los centros educativos y llega hasta la política o la Alta Inspección. Estamos hablando de una herramienta nuclear para muchos docentes y familias, además de un negocio multimillonario en todo el mundo, así que no es de extrañar que la preocupación por su uso o abandono sea generalizada; es una advertencia, además, para que las decisiones que se tomen sean serenamente sopesadas y estén bien fundamentadas.
Sin embargo, cualquier intento de responder al dilema de los libros de texto a través de la bibliografía se convierte bien pronto en un callejón sin salida. Por ejemplo, un reciente informe de UNESCO afirma de manera explícita que los libros de texto aun tienen un papel importante que jugar en el mundo:
“Textbooks are especially relevant to improving learning outcomes in low income countries with large class sizes, a high proportion of unqualified teachers and a shortage of instructional time.”
Es decir, en ciertos contextos socio-educativos el uso de libros de texto es una clave para el aprendizaje, tanto desde la perspectiva de la calidad como de la equidad (si es que estos dos conceptos pueden desvincularse).
Desde otra perspectiva, los medios de comunicación centrados en la tecnología hacen una apuesta clara por el abandono del libro de texto. Javier Penalva sintentizaba en septiembre de 2016 para Xataka las claves de los centros que no usan libro de texto y concluía que, aunque no puede afirmar “que esta situación sea algo ni de lejos habitual, (…) sí que hay centros y sobre todo profesores que han decidido que el libro de texto pase a la historia”.
En la misma línea, Damian Geminder escribía para NBC New York el 17 de agosto de 2015 las razones por las cuales nuestros estudiantes podrían no usar libros de texto nunca más. Destacaba, especialmente, el valor de iniciativas centradas en la creación y distribución de Recursos Educativos Abiertos (REA, Open Educational Resources u OER en inglés) como la plataforma Beyond Textbooks (http://www.beyondtextbooks.org/), que permite a los docentes compartir no sólo su material de enseñanza sino incluso su calendario y currículo. Así pues, la tecnología y disponer de recursos como Beyond Textbooks (o el español Procomún, gestionado por el Ministerio de Educación) pueden ser la vía para abandonar el libro de texto sin reducir la calidad de los materiales de enseñanza.
En definitiva, el debate está abierto: ¿debemos o no debemos usar libros de texto? En Ciencias Sociales y Ciencias de la Educación realmente las decisiones son el resultado de un proceso argumentativo, apoyado en datos pero sujetos a la deliberación y las condiciones particulares de cada contexto; por ello, puede ser mucho más recomendable ser conscientes de las condiciones de uso del libro de texto para tomar así decisiones informadas.
Comencemos con los argumentos en apoyo del libro de texto. A favor del libro de texto tenemos la posibilidad de usar un material impreso de calidad, con un planteamiento educativo probado a lo largo de los años pero en constante revisión por parte de las editoriales, sometidas a la presión del mercado por ofrecer un producto completo, atractivo y tanto analógico como digital a través de una amplia red de distribución e incluso de formación.
Sin embargo, un buen uso del libro de texto requiere una mirada crítica que ponga en cuestión (a) los contenidos del propio libro para valorar su relación con el currículo, especialmente si están actualizados y si nos parecen correctos y adecuados para nuestros estudiantes, (b) la estrategia didáctica que subyace al texto y que puede implicar más o menos actividad (y actividad significativa) por parte del alumnado, (c) las posibilidades de una evaluación formativa mediante el uso del libro de texto y (d) los mecanismos para atender a la diversidad presente en el aula a través de un producto (en principio, único) que aspira a resolver las necesidades de todo el alumnado.
Finalmente, el uso del libro de texto también supone un ejercicio de reflexión sobre la propia práctica educativa ejercida por el docente. No es infrecuente observar que los docentes vuelcan una mirada tradicionalista sobre libros de texto que contienen propuestas novedosas (aprendizaje basado en proyectos, estructuras cooperativas, experimentación y descubrimiento, etc.). Es decir, el libro de texto es leído por el docente desde su teoría personal de enseñanza y puede que sea esta, y no el libro de texto, la que necesite una actualización.
Frente al uso automático del libro de texto está la imagen del docente como diseñador creativo de situaciones de aprendizaje novedosas y memorables, ajustadas al contexto socio-educativo de su alumnado, a sus necesidades e intereses particulares y a las ocasiones que van sucediéndose a lo largo del curso escolar. El docente se convierte así en autor de un guión genuino para su grupo de estudiantes, en curador de contenidos para ofrecerles los mejores documentos en diversos formatos, en guía para que sus estudiantes aprendan a localizar información y a gestionarla y en co-aprendiz para elaborar con ellos un producto final como resultado de su proceso de aprendizaje.
¿Está esto al alcance de todos los docentes? Obviamente esta imagen requiere consciencia de la propia práctica, formación, recursos materiales vinculados con la tecnología y el acceso a Internet, tiempo para el diseño, un centro que fomente este tipo de prácticas, unas explicaciones claras a las familias para ponerlas de parte del docente, una inspección que apoye el proceso y una buena dosis de esfuerzo y voluntad de mejora. ¿Es factible? Sí, y también es complicado. ¿Merece la pena? Sí, porque el camino del abandono del libro de texto puede ser también un camino de desarrollo profesional intenso. ¿Somos mejores o peores por usar el libro de texto? No, depende de cómo los uses – si los usas – y cómo sean tu puesta en escena y tus materiales si no los usas.
En todo caso, a petición del CITA presenté esta pasada semana algunas notas para la transformación de un centro educativo en un espacio libre de libro de texto. Trazan un posible camino para reconducir nuestra relación con el libro de texto (de tomarlo como la guía para nuestra docencia y la fuente de nuestros materiales a usarlo como un recurso más, entre muchos otros) pero sobre todo dibujan la imagen de un centro y un claustro que asume, desde su profesionalidad, el control sobre los procesos y los materiales que se ponen en funcionamiento. Te dejo, por ello, aquí el enlace a ese texto junto con mi deseo de que tus comentarios enriquezcan y complementen esta entrada y este debate.
Salud
Imagen: Maxx-Studio via Shutterstock
Dos observaciones:
La primera: Creo que existe demasiado posicionamiento inflexible en este tema. Si una cosa tengo clara es que a parte de webs tiene que haber libros de contenidos (además de libros de ficción) en el proceso formativo de los niños y niñas.
Otra cosa es si los libros deseables son «de texto» o no. Pongo un ejemplo: «La historia más bella del mundo» no es un libro de texto, pero su contenido (sobre el bigbang, sobre la aparición de vida en la tierra, sobre la aparición del hombre) es absolutamente curricular, a parte de una lectura deliciosa.
La segunda: el dia tiene 24 horas y nuestra capacidad es la que es. Si a un maestro «normal» (no «genial») le consume muchísimo tiempo y energía la curación de contenidos, la elaboración de materiales alternativos al libro de texto, etcétera; o justamente no es ése su talento, ¿qué quieres que te diga? ¡Prefiero que se concentre en la relación educativa con sus alumnos, que invierta horas en tutoría individual, acompañamiento, conversación, mentoría, llámale equis… antes que dedicarlo a generar materiales molones que cualquier otro con mayor talento o tiempo para estas cosas va a solucionar mejor.
Al final no hay un único camino, pero el que seguro que no es bueno es el fundamentalismo del tipo que sea.
Genial Fernando!! Acuerdate que nos debes una visita cuando vengas por BCN
Como siempre, das en el clavo, hipertocayo. Si recuperamos o descubrimos la función del profesor como arquitecto, como diseñador de situaciones de aprendizaje adaptadas a nuestro alumnado y memorables, es decir, dignas de ser recordadas por nuestros alumnos y alumnas, sin lugar a dudas será más fácil que aprendan con entusiasmo y emoción.
Un abrazo, maestro.
Soy docente de escuela pública. Cuando el gobierno repartió gratuitamente libros de «referencia» -no de texto- la gran mayoría protestó pues debía trabajar más…no! se equivocó el verbo, sustituyanlo por el verbo pensar…si, porque cada aula es única y cada estudiante es único, por consiguiente un verdadero profesional de la docencia deberá, conociendo las competencias que se espera en cada nivel de madurez cognitiva, aplicar una planificación «en espiral». Esta programación de clases paseará al estudiantado por todo lo que capturará su curiosidad , sin evaluaciones preconcebidas, sólo con la producción de su propia investigación (un niño averigua lo que le gusta, si le «venden » el conocimiento como una aventura). El libro t¿d texto está estandarizado, es una producción en serie sin tomar en cuenta al ser humano que hay en cada estudiante
¿Es necesario el uso del libro texto? En algunas fases del proceso de enseñanza-aprendizaje son necesarios pero la actividad docente no puede quedarse reducida a usar libros de textos. El libro de texto es un material, podríamos catalogar de consulta, al que el alumno acude a consultar y leer aquella información relevante y relativa al contenido a aprender. Sin embargo, hoy en día cualquier docente puede crear documentos teóricos de manera muy sencilla acerca de los contenidos a explicar y proporcionárselos a sus alumnos de diferentes formas (email, web, fotocopias…).
El debate, a mi juicio, se reduce a quién le interesan los libros. Las familias necesitan un material de apoyo para poder ayudar a los alumnos. Sin los libros de texto se hace más necesario una coordinación y un vínculo más estrecho con el docente. A las editoriales de libros les interesa mantener su cuota de mercado como empresa que factura y con su objetivo mercantil de ganar dinero. Las administraciones públicas usan el libro de texto y su gratuidad como arma electoral y de inversión en mejora de la educación. Hay docente que se sienten muy cómodos siguiendo una ruta marcada por los libros y sin que ellos tengan que ampliar nuevos horizontes educativos.
Con todo este caldo de cultivo y todas estas visiones, aparece el debate. Creo que los libros de texto son necesarios en ciertos momentos, sobre todo los fungibles de infantil y primer ciclo de educación primaria, pero que la importancia de los mismos va decayendo conforme el alumnado adquiere autonomía y desarrolla las competencias. Lo que no se puede usar es el debate objetivo de la utilidad de los libros de textos con fines partidistas y económicos, usando así una demagogia educativa.
Esta es mi humilde opinión de docente en activo.
Un saludo y gracias por la atención.
Me toca…
mmmhhh. creo que parte del problema es concretar qué entendemos por libro de texto, y es evidente que éste ha dejado de ser “de texto” hace mucho.
La cuestión es sobre, por un lado esta el elemento interactivo que a muchísimos libros (e incluso plataformas digitales públicas) les falta. Creo que está muy ligado al dispositivo que utilicemos en el aula y que, como un recurso más, el libro permite acceder a una información con un lenguaje más accesible al alumnado. Esto permitiría libros de información y curiosidad que, creo, son muy interesantes en este momento: a bote pronto recuerdo el libro “Los sentidos” de Imaxina o “Back in time” que está en formato app para dispositivos pero bien podríamos llamarlo libro.
Los recursos abiertos pueden ser interesantes pero tengo el mismo miedo y choque pueden producir el mismo efecto perverso que se consiguió con el Hotpotatoes o el archiutilizado JavaClic… mejor no mentarlo más.
La segunda cuestión es si el docente tiene que generar experiencias de aprendizaje o seguir un currículo ligado a contenidos (que por mucho que me digan, en la actualidad no se tiende a la competencia… la escuela real no es así aunque lo digan los papeles y la burocracia de inspección -otra que tal baila-). Esta pregunta es esencial porque quizás es ahí donde los libros (como los conocemos) no tienen su lugar porque la experiencia de aprendizaje es única y no tiene porqué ir ligada a un contenidos que -y mira que nos cuesta- sigue apareciendo en espiral… y no en las etapas universitarias, donde sería entendible, sino desde infantil!!!!
Pero claro, el problema de definir qué entendemos por libro digital o libro de texto nos retrotrae a una pregunta más terrenal pero importante y es: ¿qué dinero tengo yo para gastar en mi alumnado si la administración regala un cheque-libro que me impide acceder a recursos económicos y poder decidir qué se hace en el aula y con qué? Porque en Galicia o tienes cheque-libro o no tienes nada (bueno sí, tienes acceso si así lo quiere El Centro escolar a ese engendro que es eDixgal, una propuesta administrativa que, como la mayoría de las propuestas de esta índole, es de lamentable calidad que se fulmina todo el presupuesto de inversión tecnológica y de paso el destinado a formación.
Yo creo que se pueden producir avances en cuanto a qué tipo de libro podemos utilizar en las aulas pero claro, las editoriales también generan lo que su público (o sea el docente) le pide y tampoco tienen nada claro como actuar.
Yo, en particular, estaría encantado de tener mini libros digitales o mini apps de curiosidad de todo lo que sucede a nuestro alrededor y que sirva como acceso a información, contraste, animaciones, y tener recursos para poder adquirir tecnología, que ahora mismo me la estoy pasando yo de mi bolsillo -literalmente-.
Gracias por el artículo
Mi centro y yo debemos estar en otro planeta porque no me cuadra nada de lo que se dice por estos lares. Creo que muchos compañeros, cuando cierran la puesrta de su aula, sueñan que han vivido otra cosa distinta de la realidad. Los alumnos de hoy en díá´?ó´tienen tiempo para nada y el profesorado menos todavía.
Pero bueno, soñar es bonito y es políticamente más bonito todavía decir estas cosas.
Creo que mientras no aterricemos en la realidad no arreglaremos nada.
Me estoy refiriendo a todo tipo de enseñanza, olbligatoria y posobligatoria. Nadie cuenta los problemas reales, los que tenemos todos los días.
Estimado José Antonio:
Con todo el respeto del mundo, creo que no has leído la entrada que comentas. En ella solo pretendo abrir el debate, no «soñar» ni, mucho menos, «decir cosas políticamente bonitas».
En todo caso, te agradezco la atención y el tiempo que te has tomado en escribir tu comentario.
Recibe un cordial saludo.
Fernando Trujillo
Muy interesante el artículo y las opiniones de los lectores. ¡Gracias!
Hola a todos,
Leyendo vuestros comentarios veo numerosas referencias al concepto «calidad educativa», lo cual concretamente me llama la atención ya que el debate precisamente creo que se nutre de las diferentes maneras que cada uno de ustedes percibe la educación. Considero que definir y delimitar aquello que nos referimos como ‘de calidad’ es imprescindible en este debate.
Estoy muy interesada en abrir una nueva línea de discusión también en relación con el uso de los libros de texto para comprender qué significado le dan ustedes a la “calidad educativa” y cómo perciben ustedes la educación.
Qué debería ser la Educación?
Un saludo