Masculinidad

El pasado 9 de julio El País publicó un artículo titulado «El hombre nuevo tarda en llegar«.

Al final del día el artículo, que aparecía con una tipografía pequeña en la sección de Sociedad en la portada de El País digital, acumulaba 150 comentarios mientras que la primera noticia de ese mismo día, «El Banco de España augura una crisis más larga de lo esperado«, sólo tenía 99 comentarios y una noticia como «Mantener calles a etarras no constituye delito» tenía 113 comentarios. Además, la mayoría de los comentarios estaban escritos por hombres. ¿Qué querrá esto decir?¿Nos preocupa el tema?¿Tenemos miedo los hombres?

Ciertamente, coincido con dos premisas de este artículo:

  1. necesitamos una nueva masculinidad y
  2. la necesitamos ya y, aunque hay muchas circunstancias en contra, existen mecanismos de cambio.

Necesitamos una nueva masculinidad.

En la escuela, muchos niños «gallean» a medida que van asumiendo su rol de género en el aula provocando problemas en el transcurrir normal de la clase.

En la casa y el trabajo, la presión sobre la mujer no disminuye, ni en tiempo y carga de trabajo ni en términos de dominación masculina (incluso en las casas de aquellos que, como yo, están preocupados por la igualdad de género como base para la construcción de una sociedad mejor, que yo he escuchado a muchos profesores y asesores hacer chistes sobre sus compañeras «coeducadoras»), lo cual en muchos casos conduce a la violencia simbólica o real contra la mujer.

En la sociedad, el hombre se está haciendo daño a sí mismo viviendo una vida de dominación y tensión agresiva y agresora y la mujer tiene que renunciar a la vida privada y familiar para tener una vida laboral o social en igualdad de condiciones con los hombres, entre otras cuestiones.

Evidentemente, hay muchas circunstancias en contra de una nueva masculinidad y unas nuevas relaciones de género. Dado que la dominación masculina es una estructura ideológica del poder (masculino), ésta intenta perpetuarse con todas las herramientas a su servicio: medios de comunicación, poder empresarial, iglesias, etc. Desde los libros de texto hasta los programas de televisión, pasando por los video-juegos o la publicidad, todos ellos refuerzan una relación de dominación masculina y unos estereotipos masculino y femenino acordes con esta relación.

Esto ya lo sabíamos: construir una nueva masculinidad tiene que pasar por construir una nueva sociedad. De acuerdo, este es el pensamiento global necesario para no perder la perspectiva.

Pero el cambio tiene que pasar por la toma de decisiones, necesariamente individual, para mantener unas relaciones de género que no estén sesgadas por la dominación. Me hago preguntas de este tipo:

  • ¿Por qué regalamos joyas y perfumes a las mujeres?¿Es un reflejo de la definición de la mujer como objeto de exhibición del hombre?
  • ¿Qué hacemos desde el hogar para permitir que las mujeres tengan espacios y tiempos para su desarrollo personal y profesional? Encargarnos de ciertas tareas en el hogar no es suficiente si después nosotros podemos sentarnos a escribir libros y las mujeres no tienen tiempo para hacerlo porque están cuidando de los niños (o tareas similares).
  • ¿Qué mensajes mandamos a nuestras hijas e hijos?¿Qué juguetes les compramos?¿Qué deportes o aficiones fomentamos?

Con esto no se establece una nueva masculinidad, evidentemente es un pensamiento asistemático. Como véis escribo más desde la introspección que desde el análisis social.

Pero quizás la introspección sea el mecanismo para el cambio social en este caso: ¿tú que crees?

6 Comments

  • Daenyel dice:

    Fernando,

    Es increíble como vienen algunos niños a los colegios claramente influenciados desde sus casas con pensamientos machistas tales como «llorar es de niñas», «el color rosa es para las niñas», «jugar con muñecas es de niñas», etc.
    Pero sinceramente, no creo que lo peor está en los pensamientos que se le inculcan a los niños sino a las niñas.
    Si es increible observar estos pensamientos y creencias en nuestros alumnos, mucho peor creo que es escucharlos en nuestras alumnas que ya desde un primer momento están asumiendo su rol hembrista de ser delicadas, presumidas y cuidadosas.
    Si desde pequeñas estas niñas tienen asumidos estos pensamientos, no llegarán a luchar por cambiarlos cuando sean mayores.

    Bajo mi humilde punto de vista de maestro, de carrera, ejerciendo, por ahora, de auxiliar administrativo en una compañía naviera, creo que el problema no está tanto en los niños como lo está en las niñas.

    Aunque tal vez sea una tontería, ¿qué opinas?

    Y bienvenido a la blogosfera de nuevo.

  • Silvia dice:

    Hola,
    yo estoy de acuerdo con que debemos cambiar en cuanto a la transmisión de ciertos roles sociales basados sólo en cuestiones de género.
    Ahora bien, tampoco podemos pensar que la forma de ser de una persona (y no distingo entre sexos) depende exclusivamente de aquello que se inculca o se le enseña. Esa idea es el reflejo de la doctrina empirista de la tábula rasa, según la cual las diferencias entre grupos étnicos, razas, sexos e individuos en general no vendrían dadas por diferencias en nuestra constitucuión innata, sino de las diferencias en nuestras experiencias, de aquello que nos rodea y nos condiciona. Un error en mi modesta opinión; como bien dice Steven Pinker: «no debemos olvidar que los padres no sólo dotan a sus hijos de una educación, también los dotan de unos genes».
    Y contra los genes no se puede luchar. Yo soy, precisamente como dice daenyel, «delicada, presumida y cuidadosa», pero sencillamente porque lo traigo en los genes, es mi forma de ser. Tengo tres hermanas criadas bajo mi mismo techo que no se parecen en nada a mi, y nuestros padres nos educaron de la misma manera.
    Pero claro, como los rasgos de mi caracter son los tradicionalmente asociados y transmitidos a las mujeres y estamos (afortunadamente) cambiando estos roles sociales, las mujeres que somos así «por naturaleza» estamos mal vistas, en el sentido de que parece como si no quisiéramos cambiar para avanzar.
    Pues lo siento (por los que piensen asi, que no digo que seáis ninguno de vosotros, que conste): como digo, estoy totalmente de acuerdo en que tenemos que cambiar muchas cosas de esta sociedad, que es muy machista, pero lo que tampoco voy a hacer es volverme ruda y descuidada para ser una «mujer más moderna».
    Cambiemos los roles sociales que nos parezcan inadecuados, pero no olvidemos que no todo es producto de lo sociedad, que nuestros genes también cuentan.
    Lo único que quiero decir con esto, es que no podemos simplificar este (y otros temas) basándonos (aunque sea sin darnos cuenta) en la idea de la tábula rasa sólo porque es más politicamente correcta. La naturaleza humana es más compleja que eso.
    Un saludo.

  • Daenyel dice:

    No, yo no veo mal que haya mujeres que sean así; yo lo que veo mal es eso, que se enseñe a las niñas a ser así y no se les permita ser de otra forma; ahora bien, si una niña decide después ser así, me parece perfectamente correcto.

    Y esto para Fernando, ¿el lunes vas a estar en la facu? Es que voy a subir con una amiga que empieza magisterio este año y ya, de paso, iré a hacerte una visita.

  • Os agradezco vuestros comentarios que, como siempre, me hacen pensar.

    Silvia, me temo que has dado con un «culturalista» convencido – hasta que no me hagan un mapa genético donde vea con claridad que eres «delicada y presumida» seguiré pensando que ese es el resultado de tu socialización. Ya ves, soy un poco tozudo jajaja. Y no me creo, nunca lo he hecho (y menos ahora que soy padre) que se pueda educar igual a dos o a tres hijos, todo son diferencias.

    Daenyel, escríbeme a mi correo y quedamos en la facultad.

    Saludos

    FT

  • Daenyel dice:

    Ok, Fernando. En cuanto confirme que voy a subir (que aun no lo sé seguro) te escribo y te digo sobre qué hora estaré por allí por si coincidimos.
    Si no estás, le daré recuerdos a Julio de mi parte.

  • Silvia dice:

    Hola,
    estoy totalmente de acuerdo contigo Daenyel, pero no creo que sea una cuestión sólo de «decisión» (pienso que igual que no puedo decidir tener unos ojos más grandes, porque mis genes son asi, no pueda decidir tampoco sobre determinados rasgos de mi personalidad, como tener una personalidad más fuerte, por ejemplo, porque mis genes tampoco me lo permiten, y prometo que lo de tener un caracter más fuerte si me lo han intentado inculcar desde pequeña y no hay forma, oye (y sin embargo mis tres hermanas tiene un caracter que no veas).

    Y vaya por dios Fernando, a mi es que «me va » el innatismo, pero no lo defiendo como explicación única y absoluta, que conste.
    Hay ocasiones en las que sólo una explicación «genética o innatista» cuenta (por ejemplo, por ser humana tengo brazos y no alas y por ser mujer tengo un aparato reporductor distinto al de un hombre); otros casos en los que sólo nos vale la explicación social o del entorno (si por ser mujer me toca limpiar la casa es porque esta sociedad es muy machista, no porque yo esté predispuesta genéticamente a hacerlo, faltaría más). Y luego, estas los casos del 50 por ciento, como por ejemplo el caracter de una persona. Si yo tengo esos rasgos que comentaba, no digo que no tenga nada que ver mi educación, por supuesto que también cuenta. Sólo digo que «también» (y no sólamente, ojo) cuentan mis genes.Para ser de otra forma tendría que «esforzarme» (y mucho), y ahi sí, aunque me lo intentaran enseñar, no conseguiría ser de otra forma, porque «además» de no ser lo se nos enseña como mujeres, aparte resulta que no es lo natural en mi. Yo sí soy así, y no por ser «mujer» sino por ser Silvia.

    Lo que quiero decir con todo esto es que no podemos caer en la simplificación de querer tener una explicación culturalista en «todos» los casos, ni innatista tampoco (por más que nos guste a nosotros dos una o la otra). Como decía antes, en ocasiones hay sólo una explicación culturalista, en otros casos sólo una innatista y otros tantos una en la que cuentan las dos cosas.

    Por cierto, y cambiando de tema, me alegro de que, por ahora, sigas escribiendo en el blog.
    Un saludo.

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