Ideas desde Santander para la inspección educativa

Santander, Cantabria.

Algo especial me une con Santander. No me refiero simplemente a que me guste Cantabria y su gente – pues así es, en efecto. Me refiero a que Santander y Cantabria son importantes en mi vida profesional pues en Cantabria me he encontrado a mií mismo (profesionalmente) en varias ocasiones.

Mis visitas a Cantabria comenzaron en aquellos tiempos en los cuales andábamos preocupados por cómo atender con garantías a una creciente poblacón de origen extranjero que llegaba a nuestras aulas sin que nosotros estuviéramos preparados (y con poco dispuesto para atenderles). De aquella época son mis sesiones con los equipos de interculturalidad junto a mi compañero Diego Ojeda, reflejadas en De estranjis (que nació en la misma época), y mi amistad con amigas como las excepcionales Reyes Peña y Fuencisla Cuesta, y muchas otras amigas y amigos, algunos de los cuales hace tiempo que no tengo la suerte de poder ver. Aún recuerdo nuestra energía en la firma del Manifiesto de Santander y los encendidos debates que lo sustentaron.

En una de mis últimas sesiones con los equipos de interculturalidad vinieron a escucharme dos asesoras de la Consejería de Educación cántabra. Buscaban un enfoque en el cual yo andaba trabajando a principios de la década del 2000 y que iba más allá de la interculturalidad: la clave para la atención al alumnado de origen extranjero no era exclusivamente el español como segunda lengua sino un enfoque más general basado en competencias. El desarrollo de las competencias básicas era un derecho para todo el alumnado, viniera de donde viniera, y era ahí donde nos jugábamos la convivencia intercultural.

De aquella sesión en el Centro del Profesorado de Santander  llegaron las invitaciones para los Congresos de Competencias Básicas de Cantabria, adonde tuve el honor de ser invitado en dos ocasiones (quinto y sexto congreso) y que sirvieron, de algún modo, como presentación pública ante una gran audiencia de los trabajos que veníamos realizando en muchos CEPs y centros educativos dentro del Proyecto iCOBAE.

A partir de ahí se multiplicaron las invitaciones para hablar sobre competencias básicas, alguna que otra vez también en Cantabria: la ley estaba recién publicada (2006) y había pocos referentes sobre el tema. Creo que en aquellos momentos nosotros en iCOBAE ofrecíamos dos valores que nos hacían diferentes a otras propuestas sobre competencias básicas: una clara orientación metodológica en el acercamiento a las competencias que nos diferenciaba de otros proyectos que, en aquella época, estaban centrados en tejer sábanas de descriptores u otras variantes de ingeniería curricular y una apuesta por el diseño de «tareas integradas» a partir de los criterios de evaluación que después muchos otros han dado por válida e incluso asumido como propias.

En paralelo, unas Jornadas Nacionales de Secciones Bilingües celebradas también en Santander me permitieron presentar el trabajo que estaba realizando sobre Proyecto Lingüístico de Centro. Gracias a aquella presentación se sembró el germen del proyecto que tuve la suerte de coordinar junto a Ascensión López sobre el PLC dentro del Organismo Autónomo Programas Educativos Europeos. [Es una pena que aquel prometedor proyecto se frustara – hoy lo puedo decir – por el cambio de gobierno cuando la gran mayoría de las autonomías lo veían interesante y había un acuerdo unánime para desarrollarlo. Afortunadamente, muchas de aquellas autonomías siguen trabajando en el tema, de una u otra forma.]

Finalmente, una nueva invitación para venir a Santander me condujo al siguiente paso: Antonio Bolívar organizó un curso de verano para la UIMP y me invitó a venir junto a mi compañero Miguel Ángel Ariza para hablar sobre proyectos de aprendizaje. En aquella época no sólo habíamos diseñado ya varios proyectos exitosos tanto en Educación Primaria como en Educación Secundaria sino que habíamos ayudado, a través de la formación del profesorado, a muchos centros a diseñar sus propios proyectos de aprendizaje. Así pues, el salto al ABP fue un desarrollo lógico de nuestro afán por proporcionar «experiencias memorables» al alumnado, y en ello estamos aún.

Es curioso: en aquel curso de Antonio Bolívar coincidí con José Antonio Marina y Nélida Zaitegi y esta semana, de nuevo, he coincidido con ellos en Santander. Los tres (junto a Rafael Bisquerra) estábamos invitados como ponentes en el XIII Congreso Estatal de Inspectores de Educación. Y, de repente, tengo la sensación de que he participado en otro encuentro importante para mi vida profesional.

Hablar a la inspección educativa es un reto. Lo sé porque he tenido el honor de hacerlo en diversas ocasiones y no siempre he salido bien parado. La primera ocasión fue en Guadalajara, donde poco tiempo después de la promulgación de la LOE y sus Reales Decretos de Enseñanzas Mínimas me invitaron a un encuentro con la inspección educativa de Castilla-La Mancha para hablarles de competencias básicas. Más tarde, me «encerré» (disculpen el símil taurino) con toda la inspección andaluza en el congreso que se celebró en La Cala de Mijas (y donde conseguí que la gran mayoría de los asistentes se enfadaran bastante conmigo, con mi petición de un «marco pedagógico» coherente por parte de la inspección y con mi peculiar uso del sentido del humor en mis ponencias, que no encajaba con la «sobriedad» de buena parte de la inspección educativa). Posteriormente, tuve la suerte de dirigirme a la inspección asturiana también para hablarles de competencias ba?sicas, y también en aquel caso hubo pitos y aplausos. En fin, si quieres conocer los mensajes que envié en estos encuentros a la inspección, puedes revisar entradas como «Inspección educativa, que estás en los Cielos«, «Competencias básicas e inspección educativa (primera y segunda parte)» o «El principio de economía aplicado a las competencias básicas«.

Así pues, con estos antecedentes he participado los días 23 y 24 en el Congreso de ADIDE.

Para este congreso he preparado una ponencia muy especial para mí. Esta ponencia sintetiza buena parte de mis ideas sobre educación (el equilibrio en los valores de equidad y calidad como base del sistema, la crítica a la LOMCE y al ataque neoliberal a la educación, los Centros Adultos y los Centros Finlandia, la pedagogía tóxica y la orgánica, etc.) para ofrecer a los inspectores el dilema entre ser prometeicos o epimeteicos (en palabras de Mariano Fernández Enguita): ¿mirar hacia delante o mirar hacia atrás?

La idea central de mi ponencia ha consistido en describir la tormenta perfecta que las políticas neoliberales está organizando («fracaso escolar mediático», sellos de calidad, evaluación externa estandarizada, competitividad) y la necesidad que tiene el sistema de que la inspección educativa sea, al mismo tiempo, sólida para aguantar este envite y defender al sistema educativo con fortaleza y líquida para entrar en los centros y calar (y calarse), para implicarse y provocar cambios.

No puedo ocultar que he regresado de Santander bastante contento. La inspección educativa que me he encontrado allí no es toda la evaluación del país (aunque sí un porcentaje muy amplio) y tampoco dentro de los presentes había una única corriente de pensamiento, pero sí me he encontrado a una inspección preocupada por el sistema educativo y deseosa de encontrar vías para ser útil y prestar un buen servicio. Además, las ponencias y comunicaciones que he presenciado han tenido una gran altura intelectual y profundas cargas de reflexión.

Por otro lado, a pesar de llevar una ponencia crítica y exigente creo que mi ponencia ha sido del agrado de bastantes inspectores e inspectoras (gustar a todo el mundo es imposible, quizás indeseable). Entre otras cosas, me he permitido la licencia de incorporar a mi presentación, como prometí, las voces de aquellos compañeros que han tenido a bien mandarme respuestas, propuestas y sugerencias tras mi entrada del pasado domingo, una entrada que a pesar de que preocupó a algunos participantes en el congreso ha resultado una interesante fuente de inspiración y ha demostrado la calidad de los blogueros educativos en nuestro país.

En mi ponencia, como podrás comprobar, le he pedido a los inspectores e inspectoras presentes en el congreso que sean «inspectores sociables y artesanos». Les he pedido que construyan, recuperen o fortalezcan la interconexión que empodera y que los conecta con la sociedad (especialmente cara a cara en los centros pero también a través de la red) y también que asuman algunos de los rasgos del «artesano» según Richard Sennett: mentorización, transparencia y coherencia. Sólo así podrán contribuir a la utopía de construir una escuela mejor para todos y todas.

Y sin más, os dejo la presentación que he usado en este XIII Congreso Estatal de Inspectores de Educación por si os sirve u os interesa. Quisiera agradecer a ADIDE Federación y a ADIDE Cantabria su amabilidad y cariño hacia mi persona y mi trabajo y, por supuesto, la invitación a participar en el congreso, por cuya organización les felicito.

Y a Santander y a Cantabria, gracias siempre. Hay tierras donde a uno le hacen sentir querido y por eso uno puede decir que esa es también su tierra: Cantabria es mi tierra.

Ah, y para acabar, el congreso de ADIDE es el número 13: ¡13, qué te parece! Una vez más, el 13. Sin lugar a dudas, son cosas del azar pero…

Salud

Imagen: Rodrigo Riestra vía Shutterstock

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