Un verano de juegos

Acabó el verano. No el climatológico sino el otro, el del ocio no culpable, el de las conversaciones triviales, el de los viajes desinteresados y las noches de lunas gigantes sin temor a que se haga de día.

Este verano he cumplido con mi ritual de lectura desaforada. Leer (en verano) es un placer esencial para mí y en una segunda entrada os mostraré cuáles han sido los libros que han llenado mi tiempo (y quizás mi cabeza).

Esta primera entrada la reservo para dos palabras cuyos universos semánticos son (con frecuencia) cercanos: verano y juego.

Si sigues este blog (o mis perfiles en las redes sociales), sabrás que los juegos (y particularmente los juegos de mesa) se han convertido en uno de mis temas de interés. Así pues, era inevitable que este verano la casa se llenara de juegos aprovechando que el tiempo tiene otra medida durante el mes de agosto.

En particular me interesa el juego como espacio de encuentro de adultos y menores. Cuando voy a adquirir un juego (comprándolo o descargándolo si es un Print & Play), valoro de manera especial aquellos juegos que funcionan bien de manera intergeneracional y se pueden, por tanto, compartir sin preocuparnos por la experiencia y el conocimiento del mundo que tenga cada jugador.

En este sentido este verano han triunfado tres juegos muy diferentes entre sí: Ritmo y Bola, Ubongo y Las Vegas Quiz. Son tres juegos que se basan en habilidades (¿inteligencias, competencias, capacidades, destrezas? ¡Ay, qué lío!) diferentes: el sentido musical, el sentido visoespacial y la capacidad para hacer estimaciones. Creo que los tres representan, por tanto, posibilidades interesantes para ser utilizados en clase ofreciendo diversas posibilidades de disfrute, participación y aprendizaje.

Ritmo y Bola es uno de mis juegos favoritos como party game. La combinación de ritmo y gestos (junto a un cierto toque competitivo) lo acerca a los juegos tradicionales de base musical y permite que “suene familiar” tanto a mayores como a pequeños. Además, es un juego que no exige mesa así que se puede jugar de pie o sentado, en la playa, en el campo o en la clase 😉

Ubongo es un Tetris convertido en juego de mesa. Quienes jugamos al célebre videojuego disfrutaremos intentando encontrar la combinación feliz para ocupar la plantilla que nos haya tocado y para quienes no conozcan el Tetris (¿hay alguien que no lo conozca?) su sencilla mecánica permite concentrarse rápidamente en mover y rotar las figuras en el espacio hasta encajarlas. Quizás para nivelar la dificultad entre adultos y menores puede ser conveniente no usar el reloj de arena (para dar más tiempo para pensar) y que los mayores usen la plantilla de cuatro figuras mientras que los niños usan la de tres (aunque la inteligencia visual de algunos niños supera a la de muchos adultos).

Finalmente, Las Vegas Quiz es un disparatado juego de preguntas, respuestas y apuestas en el cual todos los jugadores están al mismo nivel, sea cual sea su edad, porque las respuestas son, simplemente, imposibles de conocer (con niveles de frikismo normales). Eso sí, jugar a Las Vegas Quiz con niños nos permite practicar la estimación como forma de conocimiento de la realidad: por ejemplo, la pregunta ¿Qué velocidad en km/h tiene el ascensor más rápido del mundo? nos permite hacer estimaciones de cuál es la velocidad media de un ascensor en comparación con otros “medios de transporte”. Además, las apuestas permiten valorar la posibilidad de que otras respuestas sean más atinadas que la nuestra, aprendiendo así a apreciar las aportaciones de otros jugadores por encima incluso de nuestra opinión personal.

Además de estos tres juegos, este verano hemos tenido la oportunidad de probar otros que tenía guardados esperando “su momento”, como Fluxx (interesante pero complicado en cuanto llevas algunas manos), o algunos de “mis clásicos”, como Dobble, Saboteur, Ikonikus, Los Hombres Lobo de Castronegro o Sushi Go! La mayoría de ellos se llevan bien con toallas y arena de playa (convenientemente protegidos con fundas en la mayoría de los casos) y han servido para echarnos unas risas entre baño y baño.

En la recámara han quedado algunos juegos que no han tenido su momento (aun) como Supercomics, Polilla Tramposa o ¡Sí, señor oscuro! Tenía muchas ganas de probarlos pero creo que no hay forzar las situaciones y si a los jugadores no les apetecían, pues qué le vamos a hacer. ¡En otra ocasión será!

Y tú, ¿has jugado este verano?¿Nos lo cuentas en los comentarios?


Los enlaces de esta entrada dirigen, como en entradas anteriores, a ¿Jugamos una? pero no existe ningún tipo de relación comercial entre los amigos de ¿Jugamos una? y el autor de este blog: es una cuestión de amistad, además de que me gusta su manera de entender los juegos en familia, entre amigos y en educación. Con esa tranquilidad aprovecho, además, para decirte que en ¿Jugamos una? están de celebración y han abierto una interesante sección de ofertas que merece la pena visitar 😉

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3 Comments

  • Aroa dice:

    Me encantan tus aportaciones, son siempre útiles e incitan a llevar a la práctica lo que propones de forma inmediata. En mi caso, hemos jugado a los tradicionales juegos como el parchís, las cartas (múltiples opciones ) y los dados. Nos han aportado momentos muy divertidos en familia además de activar nuestras mentes. No dudaré en probar con otros juegos que aquí y en otras entradas propones.

  • rbatlle dice:

    Querido Fernando, también para mí el verano es espacio de juego, especialmente con adolescentes -con los que practicamos el descenso de barrancos- y con amigotes del mundo de la escalada.

    Te sonará a sobadillo, pero yo adoro los juegos de cartas normales y corrientes, competitivos a muerte y divertidos ídem. Después de un día de gran esfuerzo físico por la montaña, nada como una partida de cartas. Uno de mis juegos preferidos es el Continental. Lo confuso de estos juegos es que reciben nombres dispares en diferentes lugares…

    En cualquier caso, acabamos casi siempre con los adolescentes jugando al Burro y cambiando las reglas…

    Descubrí hace años que muchos niños y jóvenes no saben jugar a cartas. Por la misma regla de tres, desconocen los cuentos clásicos tipo Pinocho o los Tres cerditos. Creo que el folclore lúdico tradicional es todavía valioso.

    Besotes

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