La ciudad mañana o la parábola de la rana hervida

Peter Senge (2016: 37) narra en su libro “La Quinta Disciplina: El arte de la organización abierta al aprendizaje” la siguiente parábola:

“Si ponemos una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados centígrados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida y, finalmente, no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y hierve.”

Es decir, cuando sometemos a un cuerpo a cambios continuos, graduales e imperceptibles, este va asumiendo la nueva situación, adaptándose a ella hasta el límite de no reconocer cuándo se está superando un nivel determinado que perjudica o pone en riesgo la propia vida.

Podríamos poner múltiples ejemplos de la validez de esta parábola tanto en el ámbito biológico como en el social. Así, Rankin et al. (2009) definen este fenómeno de habituación como la forma más simple de aprendizaje y muchos otros trabajos localizan este proceso de habituación en órdenes de la vida tan variados como el pensamiento consciente (Bhangal et al., 2016), el uso de blogs en organizaciones empresariales (Luo et al., 2015) o la relación entre stress, grasa subcutánea y riesgo de mortalidad cardiovascular (Peters y McEwen, 2015).

Sin embargo, ayer, precisamente, utilicé esta parábola en el Consejo de Gobierno de la Universidad de Granada para llamar la atención de la universidad acerca de los datos del Observatorio de la Cultura de Fundación Contemporánea. Este Observatorio realiza un informe desde el año 2009 acerca de la calidad de la oferta cultural en España, creando un ranking de autonomías y ciudades en relación con ambos criterios – con todo lo perverso que esto es y con todas las discrepancias que se pueden argumentar respecto a los criterios de la clasificación. En todo caso, los resultados de 2017 no han sido positivos para Granada: en el listado de las 20 ciudades con una oferta cultural de mayor calidad ocupa la última posición y en el listado de innovación cultural ni siquiera aparece.

El asunto provocó mi interés en el mismo sentido que ha sido objeto de atención también en la prensa local y las redes sociales (véase el blog de Jesús Lens sobre el mismo asunto). Creo que había motivos para la sorpresa: Granada se ha vanagloriado históricamente de ser una capital cultural con la Alhambra, el Parque de las Ciencias, el Festival de Música y Danza o la propia Universidad de Granada como pilares de un sólido edificio cultural – al menos en apariencia.

Sin embargo, cuando se revisan los informes publicados por el Observatorio de la Cultura (léase también esta entrada de Jesús Lens para comprender también las debilidades del informe), se observa que hay un cierto recorrido histórico en la posición discreta de Granada en este ranking:

  • Septiembre 2009: puesto número 12 (Málaga estaba en el puesto 19)
  • Septiembre 2010: puesto número 17 en calidad y 16 en innovación
  • Diciembre 2011: no aparece entre las 20 ciudades listadas por calidad o innovación de su oferta cultural (Málaga ha subido ya a los puestos 9 y 8 respectivamente)
  • Diciembre 2012: reaparece en el puesto 7 del listado de calidad y el 14 de innovación
  • Diciembre 2013: puesto 10 en calidad y 14 en innovación
  • Diciembre 2014: puesto 14 en calidad y 16 en innovación
  • Febrero 2016: puesto 15 en calidad y 13 en innovación
  • Febrero 2017: puesto 20 en calidad y no aparece en el listado de innovación

Así, la posición de Granada siempre ha estado localizada en la segunda mitad de la tabla (excepto en 2012) y ya en otra ocasión (2011) no aparecía en el listado. Es decir, estamos ante un caso de rana hervida: Granada ha estado tan confiada en su potencia cultural que no percibía que en el mercado de las ciudades estaba siendo desplazada por otras competidoras dentro de su propia autonomía, como Sevilla o Málaga, o en otras regiones, como Gijón, Santander o Zaragoza.

Sin embargo, mi interés en el tema no viene dado solo por la situación de Granada en el ranking (que también me preocupa, obviamente), por la ausencia de otros territorios (no aparece, por ejemplo, ninguna ciudad gaditana en el listado) o ni siquiera por los criterios usados por el ranking, que también encuentro cuestionables.

Mi interés por este informe del Observatorio de la Cultura se centra en nuestra capacidad colectiva a la hora de leer la evolución de los territorios y evitar, así, el destino de la rana hervida. Con carácter general, encuentro que nuestros líderes no son capaces, acuciados por los problemas cotidianos, de ver los problemas de futuro que generan con sus decisiones presentes: así, si «las infraestructuras ordenan y reproducen clases sociales», como afirma Jaron Rowan (2016: 58) en su análisis de la cultura libre de estado, el Estado vertebra diferencias sociales con sus decisiones (o indecisiones), los gobiernos autonómicos definen grupos sociales con su gestión de las infraestructuras culturales y los ayuntamientos son corresponsables a través de sus políticas urbanísticas, educativas y culturales de la segmentación social y del bienestar de la ciudadanía, al menos en la misma medida que otras instituciones (universidades, instituciones culturales, empresas, movimiento vecinal y asociativo, etc.) son también responsables no solo de su propia gestión sino de generar y demandar actuaciones educativas y culturales que sean capaces de cambiarle la cara a nuestras ciudades. Es decir, todos somos co-responsables de prestar atención al desarrollo histórico, en tiempo real, de nuestros territorios y de analizar, en la medida de nuestras posiblidades, el impacto de este desarrollo en el futuro, en nuestro futuro.

Así, en el caso de Granada el posible reparto de «culpas» es generoso en su distribución. El gobierno, entre otras cosas, mantiene a la ciudad desconectada de las vías ferroviarias de alta velocidad, la Junta y el Ayuntamiento han sabido ahogar históricamente con sus enfrentamientos las grandes iniciativas culturales (ejemplo 1 y ejemplo 2 de muchos) y la propia ciudadanía y sus instituciones no han sabido hacer valer las fortalezas de la oferta cultural municipal para disfrutarlas dentro de la ciudad y ofrecerlas al mismo tiempo más allá de los límites geográficos de la comarca. En realidad la rana no ha sido hervida, también ella ha participado en la cocción.

La solución ahora puede ser, como defiende Rowan (2016: 24), «diseñar un nuevo paradigma para las políticas culturales, capaz de entender el papel que puede desempeñar la cultura como agente crítico y de transformación», con todo lo alejado que esto está del propio Observatorio de la Cultura, dicho sea de paso. Es decir, la gestión cultural no puede entenderse como la periferia ornamental del municipalismo sino que representa, junto a la educación, la mejor herramienta de transformación para la construcción del futuro de la propia ciudad.

Sin embargo, para conseguirlo la respuesta a un entorno competitivo como es la industria cultural no puede ser la lucha entre instituciones, sino una respuesta colectiva coordinada y colaborativa – en realidad en línea con la idea de Ciudad Educadora sobre la cual he escrito recientemente. Es decir, conecto este problema con una reflexión más general vinculada con tres cuestiones analizadas por Joan Subirats en su libro El poder de lo próximo:

En primer lugar, “no hay futuro para comunidades locales aisladas y solo centradas en sus peculiaridades, pero probablemente tampoco lo hay para conglomerados locales artificialmente creados, sin sentido de pertenencia.” (113) Ni ultra-identidad ni identidad de plástico: la identidad hoy es poliédrica, permeable y está en movimiento.

En segundo lugar, “cada vez más existe la convicción de que para disfrutar de una buena calidad de vida y de una convivencia cívica satisfactoria no se trata tanto de contar con una autoridad fuerte y soberana como que todo el mundo se sienta corresponsable de lo que pasa en la comunidad. Cada uno desde sus disponibilidades y recursos, sino que ello quiera decir difuminar las específicas responsabilidades de cada actor.” (114) Así pues, la solución no puede venir de una instancia política supra-municipal, ni siquiera de la alcaldía entendida como liderazgo heroico, sino de la asunción de responsabilidades individuales y grupales en beneficio del pro-común

En tercer lugar, “las comunidades locales que no tengan capacidad para debatir y decidir sobre su futuro y los grandes temas de la convivencia colectiva verán cómo el mercado y otros agentes deciden por ellos.” (116) Así pues, no es cuestión de negar la competitividad: hay intereses muy poderosos que promueven la competitividad como una forma de sacar beneficios, y en ese juego entran nuestros políticos y nuestras instituciones con frecuencia, llevándonos también a nosotros de la mano. Sin embargo, coincido con Subirats, como no podía ser de otra forma: solo la reflexión, el diálogo y la actuación colectiva pueden permitirnos recuperar espacios de autonomía y de decisión para ser dueños de nuestro futuro.

La pregunta ahora es si nuestros políticos están en este paradigma colaborativo o si solo son capaces de pensar en términos electorales y partidistas. Si fuera así deben saber una cosa: el modo partido no nos sirve. Necesitamos líderes sociales que estén dispuestos a trabajar con todos en beneficio del común, mirando al futuro con valentía y con generosidad.

Insisto: es la hora de la cooperación.


Bibliografía:

  • Bhangal, S. et al. 2016. «Conscious contents as reflexive processes: Evidence from the habituation of high-level cognitions». Consciousness and Cognition. Volume 41, April 2016, Pages 177–188.
  • Luo, N. et al. 2015. «Understanding the continued use of intra-organizational blogs: An adaptive habituation model». Computers in Human Behavior. Volume 50, September 2015, Pages 57–65.
  • Peters, A. y McEwen, B. S. 2015. «Stress habituation, body shape and cardiovascular mortality». Neuroscience and biobehavioral reviews. Volume 56, September 2015, pages 139-150.
  • Rankin, C. H. et al. 2009. «Habituation revisited: An updated and revised description of the behavioral characteristics of habituation». Neurobiology of Learning and Memory, Volume 92, Issue 2, September 2009, Pages 135–138.
  • Rowan, J. 2016. Cultura libre de estado. Madrid: Traficantes de Sueños.
  • Senge, P. 2016. La quinta disciplina: El arte y la práctica de la organización abierta al aprendizaje. Buenos Aires: Granica [Edición original: 1990].
  • Subirats, J. 2016. El poder de lo próximo: las virtudes del municipalismo. Madrid: Los Libros de la Catarata.

Imagen: Christina Battaglia vía Unsplash

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