La Educación Permanente como buena práctica

Acabo de regresar de Arcos de la Frontera (Cádiz). Allí he tenido la suerte de participar en la Jornada Provincial de Buenas Prácticas, organizada por el CEP de Cádiz y, en concreto, por el asesor de Educación Permanente Cándido Gutiérrez con el apoyo de la asesora Pilar Heredia, a quienes felicito por la gestión y la organización del día de hoy: ha sido un encuentro gozoso de unos ciento veinte profesionales de la Educación Permanente de la provincia de Cádiz y todos hemos salido, en mi opinión, bastante satisfechos por la experiencia.

Me gustaría, ahora que tengo todavía fresco el recuerdo, contaros algunos detalles sencillos y, después, hacer una reflexión.

La Jornada ha comenzado con la presentación del proyecto europeo SIC-TIC a cargo del CEPer Siete Villas y sus socios alemanes, belgas y checos. La sesión iba a tener lugar en dos salas simultáneas para poder escuchar la ponencia en castellano (en el auditorio) y en inglés (en una sala más pequeña). Cuando los docentes asistentes a la Jornada se han desplazado a ambas salas nos hemos dado cuenta de que el número de asistentes a la ponencia en inglés era superior al número de quienes se habían quedado en el auditorio: ¡había más gente dispuesta (y preparada) para escuchar una ponencia en inglés que en castellano! Inmediatamente hemos regresado al auditorio, más cómodo y amplio, y hemos disfrutado de una ponencia bilingüe con total naturalidad.

A partir de ahí se han celebrado tres sesiones de trabajo con la misma dinámica: una breve exposición de una buena práctica y, posteriormente, cincuenta minutos de trabajo en grupos para analizar cómo puede esa buena práctica ser transferida al entorno y a los centros de cada uno de los participantes en la jornada. Así, se ha hablado de buenas prácticas vinculadas con proyectos europeos, tecnología, igualdad y convivencia, educación penitenciaria, coordinación entre centros o cultura emprendedora. Los docentes han ido eligiendo las temáticas que más les interesaban, han creado grupos ad hoc para cada sesión de trabajo y han debatido – con gran vehemencia e implicación – acerca de estos temas, de los impedimentos que encuentran para desarrollarlos y de cómo, frecuentemente, los solucionan.

Pongamos un par de ejemplos que me resultan cercanos por amistad y por geografía, pues transcurren en Algeciras y en Tarifa, en la Comarca del Campo de Gibraltar, tan denostada frecuentemente en los medios de comunicación.

Mi amiga Ana Sánchez ha presentado en nombre del CEPER Juan Ramón Jiménez el proyecto SURVIVAL Algeciras. Déjame que lo resuma en pocas palabras: serious game, diseño de aplicaciones móviles, visión geopolítica crítica, drama humanitario en El Estrecho, inmigración e interculturalidad, relación entre centros educativos y con empresas, premio Acción Magistral. ¿Puedes imaginártelo?¿Puedes imaginar la complejidad y la riqueza del proyecto sobre el cual estamos hablando?¿Puedes imaginar que este proyecto se ha realizado, como ha dicho hoy uno de los ponentes, con los «desheredados de la escolarización obligatoria»?¿Puedes imaginar que este proyecto no transcurre en un colegio de élite sino en un humilde y maravilloso centro público andaluz de Educación Permanente?

El segundo ejemplo transcurre en un SEPER. Probablemente ni siquiera muchos profesionales de la educación sepan qué significa SEPER, que es una Sección (de un centro) de Educación Permanente. Pues bien, en el SEPER de Tarifa podrás encontrar probablemente a los estudiantes que más sepan de algas y su utilización cosmética en el mundo. Para ello el maestro Antonio Vegara han puesto la cultura emprendedora al servicio del aprendizaje integral de sus estudiantes y desde esta decisión Antonio nos ha presentado, con total sencillez, un proyecto perfectamente asentado y con casi diez años de recorrido a sus espaldas.

Así pues, ¿qué he podido ver con mis propios ojos hoy en esta Jornada? He visto un profesorado muy preparado, con un altísimo nivel de implicación y con mucha experiencia en Educación Permanente y en otras etapas del sistema educativo. He podido ver cómo trataban sobre temas importantes de la educación hoy, y sobre algunos de los temas más complejos de su propio contexto (centros penitenciarios, diversidad cultural y lingüística, convivencia, motivación del alumnado, formación para el emprendimiento, educación para la igualdad de género, etc.), con gran profesionalidad y rigor. He podido conocer proyectos magníficamente diseñados e implementados, además de bien expuestos para que los conocieran otros docentes. He observado cómo dedicaban su tiempo y su energía a valorar qué aprendizajes podían llevarse de la jornada hoy que puedan enriquecer sus clases y la vida en sus centros mañana. He visto, en definitiva, que la Educación Permanente no solo está en buenas manos y goza de buena salud, sino que tiene un enorme potencial para aportar bienestar y futuro a la sociedad.

Sin embargo, en medio de esta demostración de profesionalidad que he disfrutado hoy también he escuchado hablar de centros de educación permanente sin administrativos ni conserjes, de instalaciones que no cumplen los requisitos mínimos para ser consideradas «espacios de aprendizaje», de escasez de recursos y abandono por muchos ayuntamientos, de normativas anticuadas o de lagunas legales que se parchean con mucha buena fe y unas grandes dosis de disponibilidad 24/367. No creas que era una queja generalizada; era, más bien, como un rumor sordo, como el ruido de las olas o el sonido de una tormenta lejana. No había lamentos porque el profesorado de Educación Permanente que se ha reunido hoy en Arcos no está para tonterías ni para reírle las gracias a nadie: está para cumplir una labor importante y no se paran ante nada. Son la educación a lo largo de la vida, para todas y para todos, sin exclusiones, sin rechazos ni medias tintas. La Educación Permanente es la educación de todos y para todos, y lo están haciendo estupendamente.

Tengo, para acabar, una pregunta para todos nosotros y, por supuesto, para los responsables de nuestra política educativa en todos los niveles de la administración, desde los ayuntamientos hasta el Ministerio pasando por los gobiernos autonómicos: ¿podemos imaginarnos de lo que serían capaces los centros de Educación Permanente con la legislación adecuada, con el personal necesario, con las instalaciones oportunas y con los recursos necesarios?

Nuestra hipocresía y nuestra incoherencia solo pueden compararse con nuestra estupidez: hablamos y hablamos de aprendizaje a lo largo de la vida pero, sin embargo, despreciamos e ignoramos a la Educación Permanente, la gran olvidada de nuestro sistema educativo. Dan ganas de decir que tenemos lo que nos merecemos pero no es así: tenemos una gran Educación Permanente y creo sinceramente que no nos la merecemos. Hoy por hoy la dignidad de la Educación Permanente está por encima de la sociedad a la cual sirve, lo cual dice mucho de nuestro compromiso con el aprendizaje permanente a lo largo de la vida: words, words, words.

Salud


Por si te interesa, aquí te dejo una entrada previa (2010): Apología de los Centros de Educación Permanente.

5 Comments

  • Cándido Gutiérrez Nieto dice:

    En ese claroscuro que reflejan tus palabras y la persistente realidad, brilla la esperanza y la ilusión de los que creen en la educación y sus potencialidades. Muchas gracias.

  • RICARDO ROSADO RICO dice:

    Excelente reflexión la que realizas. Visto desde Huelva, ahora que nos encaminamos a realizar unas Jornadas entre el profesorado de Ceper y Seper:

    https://twitter.com/coordinaEper/status/991391541032816640

  • José Manuel Aguilar García dice:

    Buen ojo clínico. Magnífico análisis de la situación actual de la Educación Permanente en Andalucía. Gran comunicador y dinamizador de la sesión de trabajo que tuvimos en Arcos. Que tu fina ironía y aguda crítica contribuyan a que se reconozca esta modaliad educativa en su justa medida.Ha sido un placer coincidir contigo.

  • Una reflexión que apoyaríamos masivamente las personas presentes. Sólo un atrevimiento más, ya me tomé unos cuantos durante, la figura de nuestra Coordinadora Provincial que nos mantiene en forma todo el año con su saber hacer, una influencia auténtica, Luci Simón. Sin ella muchas, yo el primero, no hubiese entrentado la aventura de aprender, me hubiese quedado en la enseñanza. Fernando, pasa por Tarifa y pon un alga en tu vida. Un abrazo a todos.

  • Ramón Pérez Montero IES San Juan de Dios Medina Sidonia dice:

    SOBRE CIERTA JORNADA DE EDUCACION PERMANENTE

    Estimado Fernando.

    Leo la entrada de tu blog en referencia a la pasada Jornada de Educación Permanente, celebrada en Arcos, a la que acudí sin saber exactamente a lo que iba y sobre la que, aun ahora, mantengo la misma sensación. Pero, ante todo, debo decirte que admiro tu vigor y tu forma optimista de enfrentarte a las exigencias que la sociedad moderna plantea al sistema de enseñanza. Optimista en el sentido de saber tomar distancia de los tintes dramáticos que proyecta nuestro sistema educativo. Comparto la mayoría de tus comentarios acerca de lo allí vivido y tu asombro con respecto a la labor entusiasta y hasta abnegada de los compañeros que expusieron sus proyectos, sus éxitos, sus esperanzas y también sus decepciones.
    Pero no me resigno a llevar a cabo una serie de puntualizaciones con vistas a una reflexión que debería ser más profunda sobre el papel de la enseñanza en la época y el mundo que nos ha tocado vivir. No quiero eludir, con esta forma de expresarme, la aliquota parte de responsabilidad (por acción u omisión) en la construcción de ese mundo. Creo que para enfocar de manera nítida el problema, lo primero que debemos hacer es distinguir dos categorías de análisis, que frecuentemente se confunden: por un lado el de la función específica del sistema educativo como parte del sistema social general, y por otro el de la descripción que este mismo sistema lleva a cabo de sí mismo.
    Resulta evidente que este tipo de jornadas representan una auto descripción del sistema de enseñanza, es decir, un clase de comunicaciones muy alejadas de las expectativas generadas por la funcionalidad propia del sistema. Lo que la sociedad espera del sistema de enseñanza son comunicaciones dominantes en forma de evaluaciones, lo que generalmente se designan como ‘certificados’, ‘títulos’ o ‘notas’. Hablo de la observación externa que los demás sistemas parciales de la sociedad llevan a cabo sobre el nuestro, en términos de los servicios que les ofrece (o les debe ofrecer), como pueden ser las exigencias cognitivas de nuevo cuño o los conocimientos aplicados. Desde luego, esta observación desde el exterior no incide demasiado en lo que respecta a su identidad. Esa identidad propia que el sistema educativo fue obteniendo, en su desarrollo histórico, gracias a la existencia previa de las organizaciones estatales y los sistemas políticos estructurados. Fueron estos factores sociales los que le fueron proporcionando al sistema de enseñanza las posibilidades necesarias para diferenciarse, poco a poco, tanto de la religión como de la ciencia y asumir progresivamente su función específica en torno a su problema central, el de decidir sobre la inclusión y la exclusión social, o sea, determinar quién titula y quién no.
    Por tanto, en nuestra sociedad moderna, donde la diferenciación de los individuos se basa en la homogeneización de los postulantes (ajena por completo a los privilegios basados en la riqueza o el linaje, típicos de las sociedades estamentales), el sistema de enseñanza carga con la responsabilidad de llevar a cabo la selección social y la organización de las carreras profesionales. Tarea nada baladí, pues, a partir de la distribución de los conocimientos, las oportunidades y el correspondiente estatus, hace posible la inserción de los individuos en los diferentes sistemas parciales (con los que mantiene estrecha relación) y, por ende, en el sistema social global. En este sentido las carreras o, como decimos ahora, los grados, o la simple titulación en la ESO, pasan a ser recursos vitales para la inclusión social. Esta selección fundamentada en las capacidades y rendimientos, no guarda relación con el origen familiar de los individuos (aunque siempre sea posible llevar a cabo esas ‘perversiones’ propiciadas por el uso de las influencias políticas y económicas que, a veces, ocupan primeras páginas en los periódicos), es la que permite la asignación de las mejores (y también de las peores) posiciones en la sociedad.
    Para ello, el sistema educativo debe seleccionar sobre la base de programas específicos que se traducen en notas (altas o bajas), entendibles como aprobación/ reprobación o premios/ castigos (hablo, en suma, del código básico del sistema), con lo que los resultados de la evaluación a la que antes hacía referencia, producen un enorme impacto en la vida de los individuos una vez finalizada la etapa de sus estudios.
    Hasta aquí una muy superficial reflexión acerca de la función específica del sistema de enseñanza, de las expectativas que genera en los diferentes sistemas que mantienen relación con él y de las exigencias a las que se encuentra sometido por el conjunto de la sociedad. Qué duda cabe que todos estos procesos pueden ser observados desde dentro, cuando se lleva a cabo su decantación en el análisis del pensamiento pedagógico con la consecuencia de que puedan tener reflejo en el desarrollo de las organizaciones educacionales. A mi entender, parte de esta reflexión es la que estuvimos desarrollando en nuestra jornada, aunque por el puesto que ocupo en la estructura educativa casi toda ella me cogiera de soslayo. En estos debates de ideas el sistema de enseñanza se observa a sí mismo y emite un tipo muy peculiar de comunicaciones (como la tuya, como esta misma, como los carteles confeccionados, como las encuestas que se nos pide que completemos) que no tienen posibilidad apenas de ser atendidas por los demás sistemas.
    La cuestión clave, pues, es: ¿puede el sistema de enseñanza en nuestra sociedad del siglo XXI hacerse totalmente autónomo? Autónomo en el sentido de convertirse en algo así como en el dueño de su destino. Mucho me temo que esto no va a ser posible. El incremento paulatino de la complejidad social, el grado de exigencia a la que se ven sometidos los diferentes sistemas parciales de la sociedad, la presión cada vez más alta para la reducción de la entropía interna que genera aquella misma complejidad, no permite a ningún sistema no ya hacerse con la hegemonía en el control social, sino ni siquiera ser libre en el manejo de sus propias decisiones, sus programas y sus procesos.
    Tal y como lo veo, nuestro sistema de enseñanza está cada vez más supeditado a las decisiones y a las exigencias de (fundamentalmente) otros dos sistemas parciales: el político y el económico. Cada vez es mayor la influencia de las decisiones de estos dos sistemas sobre el nuestro. El devenir de la educación cada vez depende más de la legislación emanada desde la esfera del poder político y su funcionamiento efectivo está más supeditado al código de funcionamiento del sistema económico (pagar/no pagar, tener/no tener) que al suyo propio. Cada vez son más poderosas las comunicaciones del sistema político en su intento de hacerse con el control de la enseñanza. De hecho la existencia de estas mismas jornadas de reflexión depende de decisiones ajenas al propio sistema que las lleva a cabo. Y, por supuesto, las decisiones del sistema político (por muy elevados que sean sus esfuerzos por aparentar compromiso) responden a intereses propios de este sistema, para nada de los del sistema educativo.
    Con respecto a los intentos de control del sistema económico sobre el sistema de enseñanza no puede haber nada más evidente. De sus decisiones acerca de la posibilidad de financiación depende el engrase de nuestro entramado sistémico. Solo espera que operemos la comprometida selección de los individuos con miras a la formación de la elites. Y cualquier otro tipo de comunicación respecto a deficiencias, apuros o escasez de recursos materiales no es que no les preocupe, sino simplemente que no poseen oídos para recibirlo. Y si el sistema se muestra reticente y no ofrece las comunicaciones esperadas, pues siempre cabe la posibilidad de montar un sistema paralelo que se ajuste a la satisfacción de sus necesidades. El progresivo incremento de la privatización de la educación es una clara manifestación de cómo el sistema económico está llevando a cabo un bypass sobre el sistema educativo para poseer una influencia directa sobre las decisiones de este y, de paso, extraer lucro de ese proceso de selección.
    Frente a este panorama de gran conflagración de los sistemas por la toma del control o la simple subsistencia, no cabe más que admirar a aquellos que, como vi y escuché el otro día, tratan de pelear con imaginación y entusiasmo por los premios que prometen los sistemas políticos y económicos desde las altas instancias transnacionales, o incluso emocionarse con la guerra de guerrillas que otros, con cierta nostalgia romántica, llevan a cabo frente al poder decisorio de las armas de largo alcance. Me esfuerzo por no creerlo así, pero mi intuición me dice que podemos estar frente a las figuras heroicas de los últimos mohicanos del sistema educativo. Mucho me temo que si la señora Cifuentes (y otros muchos que andarán sumergidos bajo esta punta de iceberg) llegase a leer esto, no dudaría en darme la razón. Ojalá yo, con la vista ya puesta en mi próximo horizonte ‘jubiloso’ tras treinta años de polvo de tiza, ande equivocado y acabéis triunfando vosotros, los portadores de la última esperanza.

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