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El CRA de Moncalvillo: lecciones desde La Rioja (1)

Cuando llegué al CRA de Moncalvillo, en Nalda (La Rioja), había niños y niñas de Educación Infantil trabajando tranquilamente en un aula improvisada en un pasillo. Un grupo de quinto y sexto de Educación Primaria presentaba en la pizarra digital la organización de una salida senderista a lo largo de un tramo riojano del Camino de Santiago. Otro grupo de tercero y cuarto preparaban un metro cúbico, es decir, un cubo de papel de un metro de arista e intentaban resolver el problema de cómo mantenerlo erguido. Mientras Andrés Fernández, el director del CRA de Moncalvillo, nos mostraba el centro y nos hablaba de su reciente aniversario y de cómo el CRA fue el primer centro que visitó el actual Consejero, se nos acercó una niña que le pidió peras para el desayuno y bajamos a la cocina para que las cogiera. Poco después vimos a los niños y niñas comer en clase, apartados por la lluvia del patio de recreo.

El CRA es un cuerpo vivo. Entras en él y se respira vida y esa vida se comparte en Nalda con Entrena, Medrano, Sorzano y Viguera, las otras sedes de este «centro rural agrupado» que tuve la suerte de visitar guiado por Charo Hernando y Begoña Aguirre. Cuando le pregunté a Charo por qué íbamos a al CRA de Moncalvillo, ella me lo explicó con claridad: «Tienes que verlo». No se equivocaba.

La sede que visité del CRA de Moncalvillo se encuentra en la Plaza de las Telas de Nalda y en la puerta de entrada hay un antiguo cartel que indica a los más despitados qué contiene el edificio: «Niños». Y, en efecto, dentro hay niños, pero también hay muchas cosas más. Las dos plantas superiores se reparten las aulas, todas ellas con su pizarra digital, ordenadores táctiles para los niños y niñas de Educación Infantil y tabletas para los niños de Educación Primaria. En la planta baja hay una completa biblioteca escolar que también sirve de espacio de reunión para el profesorado, además de una zona de despachos y la cocina, que da a un patio exterior dividido en tres zonas: el campo de deporte, una zona ajardinada (con una hermosa sophora japonica que hace las veces de sombrilla en los recreos), varias lombricomposteras y un estupendo invernadero con varios bancales bien plantados y cuidados.

Pero las instalaciones de Nalda no eran el motivo de nuestra visita. Las claves las guardaba Andrés pero estaba dispuesto a contárnoslas y compartirlas, aunque no es fácil resumirlas. Recurriendo a grandes categorías, estas son las claves del éxito del CRA de Moncalvillo:

  • Centro implicado con su territorio,
  • centro abierto a la familia,
  • centro con un Proyecto Educativo bien definido, consensuado y asumido por el claustro,
  • profesorado básicamente estable y dispuesto al diálogo y la acción,
  • apuesta decidida por (a) el aprendizaje basado en proyectos, (b) las TIC y (c) la competencia comunicativa del alumnado tanto escrita como oral,
  • revisión del papel del libro de texto y
  • formación permanente del profesorado.

Con esos mimbres y mucho trabajo, el CRA de Moncalvillo ha configurado una oferta educativa de calidad para su alumnado. Te recomiendo, por ejemplo, que eches un vistazo a su cortometraje «Buscando heredero» o a la sección «Proyectos y Premios«, de su también premiada web de centro.

En nuestra conversación surgieron muchas otras ideas importantes: la importancia de las metodologías activas de enseñanza y una secuencia organizativa graduada entre rincones, talleres y producciones; la valoración del «producto final» como meta y referente de los proyectos que se definen; el deseo de ofrecer al alumnado una «experiencia feliz» de aprendizaje, exigente pero que quede en la memoria (¡nuestra «experiencia memorable»!); la idea de «no poner la tapadera a los niños sino dejar que hiervan» como metáfora de no coartar las capacidades de los niños y niñas del CRA; y, por encima de todo, un compromiso genuino y profesional con la Educación, en mayúsculas, para todos.

Cualquiera podría pensar, confundido, que la calidad no se puede encontrar en un pequeño centro rural público fragmentado en cinco sedes en los alrededores de Logroño y se iría a buscarla a Finlandia, a Shanghai o a un prestigioso colegio en el centro de una gran ciudad: no se puede estar más equivocado. La calidad educativa no está ni en los grandes titulares, ni en la legislación o las instrucciones ministeriales. La calidad está en el corazón de una escuela comprometida y viva, como vivo está el CRA de Moncalvillo.

P.S.: Gracias, Andrés, por ser mi anfitrión en tu centro y en Logroño. Espero que volvamos a encontrarnos.

1 Comment

  • Como toda tarea colectiva, una escuela necesita coordinarse, armonizar los encuentros y tareas de aquellos que la componen. De eso no hay duda. Pero unas organizaciones son más rígidas que otras, unas limitan más y otras limitan menos.

    De entre todas las organizaciones posibles, la distribución de los alumnos en grupos estables e independientes y el reparto del tiempo en sesiones de una hora es la más extendida y, aparentemente, la que mejor funciona. También es la única que conocemos, por lo que nos resulta difícil concebir o desenvolvernos fuera de ella. Sin embargo hay otras.

    Por ejemplo, imaginemos que en una escuela, además de aulas, hubiera otro tipo de espacios: talleres, patios, porches cubiertos, rincones y otros lugares donde encontrarse. Imaginemos también que, en algún momento del día, la circulación por estos espacios fuera libre; es decir, que cada cual pudiera decidir dónde quería ir según lo que se estuviera haciendo en cada uno de estos lugares: construir, leer, hablar en inglés, ensayar una obra de teatro, escribir cuentos, resolver acertijos matemáticos o cualquier otra actividad que se hubiera considerado necesaria dentro de un diseño educativo.
    http://www.otraspoliticas.com/educacion/sobre-tiempos-y-espacios

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