Aprendizaje cooperativo en Secundaria con motivo de un seminario en el IES Clara Campoamor

Uno de mis temas recurrentes de trabajo es el aprendizaje cooperativo y su aplicación tanto en educación formal obligatoria como en el aprendizaje de lenguas. Por ello, para empezar resumiré con claridad mi propia idea respecto a esta propuesta metodológica: no entiendo la docencia sin (realizar al menos el intento de) crear situaciones de aprendizaje cooperativo en el aula.

En este sentido, diversas entradas en De estranjis recogen ideas, experiencias o recursos viculados con el aprendizaje cooperativo. Entre otras,

Entre los recursos disponibles en la red, muchos de ellos recogidos en las entradas anteriores, destacaría los siguientes:

  • Entrevista a Patricia Gaviria
  • Entrevista a Luis Morales

Hoy tengo una nueva oportunidad de contrastar ideas e inquietudes gracias a la invitación a una sesión de trabajo sobre aprendizaje cooperativo con los compañeros y compañeras del IES Clara Campoamor (Ceuta) a través de las amigas Mariló Pérez y Tula Fernández. Este tipo de sesiones me parecen tremendamente interesantes aunque siempre suponen un riesgo: resumir qué entiendo por aprendizaje cooperativo, aportar algunas ideas o recursos útiles, intentar solventar posibles dudas y animar a los compañeros y compañeras en sólo dos horas es más una osadía que un buen plan 🙂

En todo caso, hay algunas cuestiones concretas que me gustaría tratar en esta sesión y que hago públicas, aunque sea de manera somera, para abrir el debate (¡al ataque con esos comentarios!):

  • El aprendizaje cooperativo perjudica a los estudiantes de mejor rendimiento por trabajar en grupos con estudiantes de peor rendimiento: FALSO (si el docente trabaja bien)

Una premisa fundamental del aprendizaje cooperativo es la heterogeneidad: el grupo debe tener tanta diversidad como la propia aula (y, por extensión, como la sociedad a la cual pertenecemos). La razón de esta premisa es sencilla y contundente: la heterogeneidad no tiene como finalidad «adornar» los grupos u otras razones más o menos superficiales; la heterogeneidad es la fuente de aprendizaje. Cada estudiante aprende a partir de la interacción con el resto de los miembros de su grupo, ya sea ayudando a unos (explicando, demostrando, reiterando, etc.) o siendo ayudado por otros. Así pues, la diversidad es un factor potenciador del aprendizaje.

Obviamente, esto implica que el docente debe (saber) gestionar convenientemente el grupo; desde el reparto de funciones y la asignación de tareas hasta la evaluación (y la calificación), debe considerarse que nadie debe poder «esconderse» tras el grupo ni tampoco sentir que su trabajo es peor valorado por pertenecer a un grupo determinado. Este tipo de cuestiones ya han sido solventadas por el aprendizaje cooperativo, por ejemplo con propuestas como los «torneos» o el «rendimiento por divisiones«.

  • El aprendizaje cooperativo implica una sobrecarga de trabajo para el profesorado: relativamente VERDADERO al principio, totalmente FALSO en poco tiempo

Cualquier cambio supone un trastorno. Cualquier innovación requiere un esfuerzo. Así pues, incorporar el aprendizaje cooperativo a nuestra práctica profesional supone, inicialmente, un trastorno sobre nuestra manera tradicional de trabajar y un esfuerzo para acometer el cambio.

Ahora bien, cuando tenemos cierta práctica en aprendizaje cooperativo, nuestros estudiantes ganan en autonomía (y también muestran mayor implicación, más motivación y mejor actitud en clase), así que nuestro trabajo se hace más sencillo y nuestra «carga de trabajo» es más liviana.

  • Algunas materias se aprenden mejor si se explican de manera tradicional: IRRELEVANTE

Esta afirmación no es ni verdadera ni falsa: es simplemente irrelevante. Permíteme que me explique.

No podemos confundir «aprendizaje cooperativo» con «aprendizaje activo». Simplificando, el primero hace referencia a una manera de gestionar el aula y el segundo hace referencia, fundamentalmente, a la actividad del estudiante. Es verdad que ambos casan bien y se potencian para dar unos resultados espectaculares, pero no son la misma cosa y con frecuencia se confunden. Sin embargo, el aprendizaje cooperativo no excluye ni el trabajo individual ni la explicación por parte del docente, aunque sí resitúa ambas actividades, tan omnipresentes en nuestra escuela, en relación con otras actividades más eficaces para el aprendizaje como la interacción con los compañeros o el aprendizaje por descubrimiento, entre otras

En este sentido, Terwel (2011) habla del dilema entre «proporcionar» o «generar» contenidos en el aula cooperativa como una de las cuestiones a dilucidar cuando uno opta por una estructura cooperativa de aprendizaje. Es decir, se puede hacer aprendizaje cooperativo y mantener una metodología de enseñanza por «instrucción directa». Algunos métodos incluso promueven que la secuencia de trabajo sea «exposición+práctica cooperativa guiada+evaluación individual», como en el ya mencionado STAD de Robert Slavin.

  • El control del aula empeora: FALSO

Probablemente el aprendizaje cooperativo sea la estrategia docente sobre la cual podamos afirmar con más rotundidad que mejora la convivencia en el aula (a veces entendida como eufemismo para hablar de comportamiento, control, etc.). Cuando los estudiantes trabajan en grupos cooperativos, se pueden producir diferentes cambios en el comportamiento de los estudiantes que podríamos resumir con la frase «El control del aula mejora».

Eso sí, no podemos aspirar a que un grupo de estudiantes de Secundaria que no han tenido nunca una experiencia cooperativa despierten de repente a la cooperación y la ayuda entre iguales. Es necesario aprender a cooperar y en ese sentido hay ciertas recomendaciones que conviene contemplar como empezar por parejas, introducir tareas cooperativas sencillas al principio y aumentar la complejidad gradualmente, trabajar las relaciones interpersonales y evaluar el funcionamiento de los grupos con frecuencia. Es decir, el aprendizaje cooperativo es una manera de trabajar (para docentes y estudiantes) que no llevamos incorporada en el ADN. Hay que aprender a aprender cooperativamente.

  • El aprendizaje cooperativo no mejora los resultados de aprendizaje, aunque mejore la convivencia: FALSO

Existen muchas evidencias científicas que demuestran la mejora en los resultados cuando se utilizan estructuras cooperativas de aprendizaje, especialmente el clásico «Cooperative Learning Methods: A Meta-Analysis» de David y Roger Johnson junto a Mary B. Stanne. Nos limitamos aquí a añadir dos referencias recientes en ámbitos diferentes y, puestos que suelo hablar de áreas lingüísticas, relacionadas con otras áreas de conocimiento: «Cooperative learning: Exploring its effectiveness in the Physics classroom» (2007) y «Effect of Cooperative Learning on Academic Achievement of Secondary School Students in Mathematics» (2004).

En resumen, hay muchas razones que justifican el uso de estructuras cooperativas de aprendizaje. En todo caso, hay un factor decisivo a la hora de usarlas o no y no es si funcionan o si son útiles: el factor fundamental es tu voluntad como docente de utilizar las estrategias educativas más eficaces y tu valentía para asumir los cambios y realizar el esfuerzo de llevarlos a la práctica. ¿Te animas?

Salud

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